¿Por qué no voto?


¿Será porque un voto no puede recoger mis deseos, mis pensares, mis haceres? ¿Será porque no creo en la representación sino en el empoderamiento personal y colectivo, desde la base, en la base y para la base? ¿Será porque una de mis máximas es la participación activa en la toma de decisiones y en la ejecución de las mismas? ¿Será porque creo en el poder de cada persona y en el que se origina gracias a éste en lo colectivo, un poder basado en parámetros de justicia social, de horizontalidad, de asamblearismo, de respeto?



En la lógica demócrata, esto del no votar hila bastante con argumentos inventados ("¿No sabes que si no votas tu voto va a la mayoría?"), con reproches históricos ("¡Que tú puedas votar hoy, eso que desprecias, se lo debes a la lucha y esfuerzo de muchas personas!") y con juicios gratuitos y prepotentes ("¡No votar es de irresponsable y pasota!").

La persona que practica la abstención activa por convicción política, por lo general, aquella de creencias anarquistas, o simplemente aquella que pasa directamente de ir un domingo concreto a meter un papel en una urna, quizás esté manifestando una renuncia concreta y contundente, la de otorgarle al Estado y al sistema que lo sustenta (¿o es viceversa?) la conformidad para que todo siga siendo como es.

La diana del buen demócrata

Es esta persona la que se convierte en diana común para todo el elenco de demócratas que ven en esto de la representación (en el caso del Estado español) parlamentaria una oportunidad sin igual para cambiar las cosas, diana sobre la que volcar las críticas más altaneras y los comentarios más intolerantes "¿El día de la fiesta de la democracia y tú te quedas en casa?" "¡Luego no te quejes de que no has votado!".

Se han encargado de crear la figura de la persona que no vota como la pasota, si no participas del juego democrático es como si ya no tuvieras ningún derecho a hacer ninguna otra cosa, no estás legitimada ni tan siquiera a elevar una queja. Es más, incluso se diría que tu comportamiento de no votar se puede traducir en no hacer nada nunca.

Pero ¿cómo participar ante semejante panorama? Partidos concebidos como empresas privadas, cargados de ideología, pero sin proyectos que la evidencien más allá del puro neoliberalismo salvaje; programas políticos que se desconocen, que son incumplidos, al igual que las promesas electorales, casi de forma sistemática.

Un imperio de lo neutral, de lo aséptico, de lo de centro, en el que partidos políticamente enfrentados pactan para gobernar, en el que la mayoría absoluta se forma desde unos ínfimos índices de participación sin cuestionarse si es legítimo o no gobernar a nadie con tan poco respaldo.

Un sistema de gobierno central, desconectado de la realidad de las personas, de los barrios, de ciudades y pueblos, de las regiones, de las particularidades de cada zona, que trabaja a lo macro y bajo el criterio de "todo por la pasta", ya sea un gobierno central del Estado, autonómico, provincial o municipal que existe para preservar el Estado del Bienestar y el interés general. ¿Estado de qué, interés de quién? ¿Nadie se pregunta a qué obedece esta creación político-social de los grandes conceptos?

El hecho de que te gobiernen

En esto de la estandarización del discurso de las mentiras que se convierten en lo real, el discurso oficial aclama vencedor al ejercicio del voto para cambiar las cosas frente a confrontaciones directas contra el sistema. Y ha vencido, en lo genérico, en lo macro, y de momento, porque tiene anuladas otras formas de hacer, porque no se reconocen como válidas o porque son calificadas de radicales o de infructuosas. El hecho de que te gobiernen es, en gran medida, responsable de estas anulaciones, de no sentir como propio aquello que te han robado, de no percatarte ni tan siquiera del robo.

Sin embargo, quien no vota como acto político lo hace desde la convicción, en teoría y experiencias, de que el poder no se delega, sino que es algo que le pertenece, que nos pertenece. Que eso de hacer política, que lo político, es algo diferente a lo que nos han contado.

El hecho de que te gobiernen es, en gran medida, responsable de estas anulaciones, de no sentir como propio aquello que te han robado, de no percatarte ni tan siquiera del robo

Sabe de primera mano que si lo desarrolla desde el antiautoritarismo y la horizontalidad puede lograr transformaciones en las que es y se siente partícipe, para acercarse un poquito más a un mundo y sociedad variopintas, de diferencias, de igualdades, de relaciones respetuosas y justas en todos los ámbitos de la vida.

Sabe que ni el activismo ni la forma de participación se realizan a través del ejercicio del voto, cumpliendo como buenas demócratas, delegando sin intervenir más allá de ser las ovejitas del rebaño, opinando si cabe desde el patio de butaca desde el que asistimos a esta cínica representación.

La tiranía del ritmo electoral

Últimamente lo vemos en algunas que han decido involucrarse en esto de las estructuras del sistema empezando por el propio proceso electoral. Cómo han caído en el puro espectáculo, en el ritmo frenético para sumar votos, asumiendo las fórmulas más casposas porque quieren estar donde ellos están ahora, con los mismos formatos, o virando hacia otros lindes, sin crear cismas porque hay un objetivo, y el fin justifica los medios. Y seguimos comprobando que son dinámicas incompatibles, que el ritmo de los procesos electoralistas te desconectan de las calles, de los colectivos, del pulso permanente que hay que mantener entre la realidad más dura y el sistema que la permite y desarrolla.

Por eso, la in-formación, el desarrollo de aptitudes de organización, de debate, de prácticas de asamblearismo, de consensos y de participación, de autonomía y autogestión, son más una exigencia en los tiempos que corren que una necesidad, para lograr esa transformación en lo personal, pero también en nuestro entorno.

Por eso, quienes construimos desde el respeto, la comunicación, la confianza y las premisas de justicia social sin autoridades que nos representen, nos roben o nos mientan, insistimos en nuestro empeño de hacer de otra forma para acercarnos a un mundo más libre, justo y solidario. Eso nos hace primar los medios, los procesos y no el fin en sí mismo, eso nos hace ingobernables, es por eso que no votamos.



Anarquismo y trabajo


JUEVES, 23 de abril, 13h en el hall de la Facultad de Historia UCM 
<Ciudad Universitaria>

Dividido el mundo bajo el capitalismo en dos grandes clases antagónicas, Capital y Trabajo, por su relación con los medios de producción, nos acercaremos a la realidad del anarquismo en las clases trabajadoras desde las primeras sociedades de oficio, hasta sus posteriores evoluciones hacia el anarcosindicalismo, pasando por otras respuestas que se han pretendido dar como el cooperativismo, las sociedades de resistencia, el sindicalismo revolucionario o la autonomía obrera, con el fin siempre de subvertir la sociedad de clases y dar paso al socialismo anárquico y el comunismo libertario como su máxima expresión.


https://juventudeslibertariasmadrid.wordpress.com/2015/04/06/jornadas-perspectivas-libertarias-20-al-24-de-abril-en-ucm/


Como cada cuatro años...


En época de elecciones los/as políticos/as pelean por la atención del/la ciudadano/a porque le necesitan en calidad de votante. Introduciendo nuestra papeleta en la urna renovamos la ficción del pacto social. Si bien la política que se haga en los cuatro años siguientes se llevará a cabo sin tener en cuenta a la inmensa mayoría de la sociedad, sobre sus cabezas y en contra de sus intereses, el momento de las elecciones generales y su repetición periódica es esencial para dotar de legitimidad al sistema representativo. El día de las elecciones –sólo ese día– el pueblo es realmente soberano. Ante esta situación nosotros/as tenemos muy claro qué hacer con esta soberanía: negarnos, así de claro, a seguir sustentando un sistema que necesita nuestra participación simbólica.

Llamamos a la abstención no porque consideremos que el reparto de escaños es injusto (esto es una evidencia), ni porque el Congreso sirve de pantalla de humo que esconde las verdaderas fuentes de poder en nuestra sociedad (que también), ni porque no nos creemos los programas electorales, que incluyen infinidad de promesas pero que poco tienen que ver con las políticas que sufriremos en los cuatro años siguientes (otra evidencia). Todo esto son factores que cabrean a mucha gente, pero son síntomas, no la raíz de la cuestión. Nos abstenemos porque les negamos nuestra participación, y esto principalmente porque creemos en otra forma de hacer política. Si defendemos otra forma de hacer las cosas, asumamos las consecuencias y no nos contentemos con hacer de espectadores/as que cada cuatro años se convierten en árbitros con el poder de expulsar a uno/a de los protagonistas para poner a otro/a. Rechazamos ese rol, que supone entrar en un juego cuyas reglas vienen dictadas por otros/as. Aspiramos a expulsarlos/as a todos/as, derribar las porterías, cambiar las reglas y el terreno de juego.

El problema no es la mala gestión que hacen los/as políticos/as, el problema radica en el concepto mismo de la representación. A través del voto a unos/as representantes (que rara vez representarán nuestros intereses) alimentamos al sistema parlamentario a la vez que delegamos nuestra actividad política en una serie de tecnócratas de partido. Nuestra participación se reduce a acudir a las urnas cada cuatro años no ya para tomar decisiones acerca de asuntos que nos afectan, sino para elegir a quienes decidirán por nosotros/as; para elegir entre una aparente variedad de siglas, todas ellas agrupadas de manera más o menos reconocida bajo el marco del capitalismo y del respeto a sus reglas de juego. Se trata de una relación absolutamente unidireccional: desde las instituciones no se volverá a pedir la participación de la sociedad hasta la siguiente cita electoral. Los intereses que dicen representar los/as políticos/as difícilmente coincidirán con los nuestros y las decisiones adoptadas poco tendrán que ver con la palabrería hueca de los programas electorales.

Rechazamos esta forma de “participación”. Como seres racionales, y hartos/as, como tanta gente, de esta manera de hacer política, decidimos conscientemente ignorar sus convocatorias y tratar de recuperar nuestra propia capacidad de decisión y organización en el día a día, con nuestros/as compañeros/as y vecinos/as, en un plano de igualdad, humildemente y paso a paso. Tomando consciencia de nuestras posibilidades se puede avanzar aquí y ahora, construir un entorno más de acorde con nuestras necesidades y nuestras aspiraciones: nadie como nosotros/as mismos/as para defender nuestros intereses. Si creemos en esta posibilidad rechacemos perpetuar aquello que no nos conviene: “si tenemos asambleas, ¿gobierno para qué?”

La trama: ¿Igualdad política sin igualdad económica?

Que el sistema democrático actual es más que deficiente es un hecho incuestionable, pero la verdadera pregunta es si existe la posibilidad de un sistema político justo bajo un sistema económico injusto, asesino y ecocida cómo el capitalismo. Nuestra respuesta es que no, que bajo cualquier tipo de sistema político, mientras exista el capitalismo no seremos dueños/as de nuestras vidas.

La democracia en la que vivimos lleva desde su nacimiento grabada en sus genes el capitalismo. La Revolución Francesa (acontecimiento que la historia oficial presenta como la salida de una etapa histórica –el Antiguo Régimen- al brillante y justo mundo moderno, en el que la nación en su totalidad toma protagonismo y ejerce la soberanía) fue en realidad la pugna por el poder entre dos clases: (1) la dominante, la feudal, contra la nueva clase social, (2) la incipiente burguesía que ya se había hecho con el poder económico y perseguía el control político.

En España la democracia moderna (obviando las breves experiencias republicanas) llegó con la Transición (otra supuesta victoria para todos/as), momento en que la clase empresarial se deshizo de un régimen político (el franquismo) que le fue muy útil para aplastar a la poderosa clase obrera de principios de siglo pero que ya no era útil y le impedía integrarse en las estructuras capitalistas internacionales como la UE y la OTAN. Esta integración era absolutamente indispensable a partir de los años 1970, durante los cuales el capitalismo global empezó a dar su última gran vuelta de tuerca que iba a introducir la realidad globalizada que hoy padecemos.

elecciones2. Desde la llegada del binomio democracia-capitalismo las condiciones laborales y de vida, los lazos sociales, la solidaridad entre iguales y las organizaciones obreras no han hecho más que degenerarse, puesto que, al reducir la idea de “política” al idealizado y absurdo acto del voto, el interés por la misma desaparecía. Como venimos observando, a la hora de encontrar “salidas” a la crisis, el capitalismo (o “los mercados”, como dicen los/as que tienen miedo de llamar a las cosas por su nombre) tiene herramientas de sobra para manejar gobiernos a su voluntad: lobbies, organizaciones internacionales/supranacionales (FMI, BM, OMC, Banco Central Europeo), medios de comunicación, inversión extranjera, etc.

La fortaleza del capitalismo, que cuenta tan sólo con unos pocos siglos de antigüedad, ha consistido siempre en su flexibilidad o capacidad para adaptarse a distintos escenarios: dictadura, democracia o autarquía. Tras la Segunda Guerra Mundial nuestros/as abuelos/as sucumbieron a los cantos de sirena del Estado del bienestar. Ahora que somos mucho más débiles, precisamente porque nos han hecho perder gran parte de nuestro sentimiento de comunidad, de fuerza, cometeremos el mismo error si nos conformamos con cambiar de collar.

No podemos pensar en las elecciones o la reforma de la democracia como una forma de luchar contra el capital, ya que el aparato estatal ha sido en todas sus formas (feudal, dictatorial, soviética, democrática) la herramienta de los/as poderosos/as para mantener sus privilegios. Cada vez que una lucha se desvía por caminos electoralistas pierde toda su fuerza.

Miedo y asco en el colegio electoral

Las elecciones, esa “herramienta de participación en el proceso democrático”, ya casi están aquí (en esta ocasión, las municipales y autonómicas). Dentro de poco nos invadirá la propaganda de los más diversos partidos políticos, en la calle, en el trabajo, en casa, sea donde sea allí estarán con sus promesas, sus argumentos de peso, sus sesudos análisis de la coyuntura económica y sus recetas pseudomilagrosas; todo para que les demos un cheque en blanco para los próximos cuatro años. Y ahí estamos, en medio de este vendaval publicitario en el que nosotros/as somos meros votos potenciales, meras herramientas para llegar al poder. El debate sobre qué hacer está servido.

Nuestra opción la dejamos clara: la abstención es nuestra respuesta frente a la convocatoria de elecciones, no vamos a participar en el circo que se nos viene encima. Ante esta postura, ante la negativa de votar, surgen críticas, unas más razonables que otras: que el no voto de la clase obrera significa permitir que la derecha más conservadora acceda al poder, que esto empeorará las cosas, se iniciará una persecución contra inmigrantes, se privatizarán la enseñanza y la sanidad, se perderán derechos laborales, y un sinfín más de realidades que sin dejar de ser importantes y seguro ciertas, no difieren en exceso con la realidad que actualmente vivimos. Otras voces, a nuestro parecer menos oportunas, afirman que quien no vota no se posiciona, que poco le importa el panorama político, que no votar supone perder el derecho a la réplica, a quejarse, a manifestar el descontento. Negamos estas afirmaciones, nosotros/as no entendemos la acción política como un derecho, sino como una necesidad. Los derechos van y vienen, se conceden y se rescinden, pero las necesidades nos son propias y sobre todo permanentes, por lo que no nos remitiremos a expresarlas sólo una vez cada cuatro años. Por ello afirmamos que sin lugar a dudas nos interesa el panorama político, nos posicionamos como sujetos activos en su constante devenir, pues es de este panorama del que emanan la mayor parte de los problemas de nuestras vidas cotidianas, entiéndase paro, privatización, exclusión social, represión y es en el día a día cuando, desde la reflexión y la acción colectiva, pretendemos decidir, participar, incidir, cambiar, crear… La abstención a su vez la entendemos como una herramienta de expresión de un descontento hacia la clase política y hacia sus privilegios, hacia su labor de marionetas de un poder que se alza incluso por encima de ellos/as mismos/as, pero del que sacan partido, convirtiéndose en verdugos de su pueblo. Tratamos de negar de esta forma un modo de hacer política que no es real, en donde se dejan al margen de nosotros/as mismos/as nuestras decisiones más cotidianas. No queremos permitir que la acción política continúe lejos de nosotros/as, que se pervierta, que nuestra capacidad de influencia quede relegada y condicionada a unas estructuras de poder con las que nunca rascaremos bola. No vamos a elegir entre programas electorales generales, entre el todo o nada, y menos aún vamos a confiar en la supuesta diversidad de opciones. Nuestro día a día seguirá sin pertenecernos gane el partido que gane, nuestra rutina de trabajo- consumo-trabajo seguirá inalterable.

La-sociedad-del-espectaculoAcompañamos este acto de insumisión con un interés por participar de la toma de decisiones de los aspectos cotidianos de nuestras vidas, queremos ser nosotros/as quienes las gestionemos y no relegar en otros/as esa responsabilidad, independientemente de las siglas que abracen o la ideología que les ampare. No deseamos ser gobernados/as, ni por unos/as ni por otros/as.

Obviamente sabemos que la abstención no es ninguna fórmula mágica, que nada arregla como tal y que no se va a conseguir derrumbar el sistema con un acto tan simple, pero es nuestra opción política ante las elecciones: elegimos una respuesta colectiva de no participación en su pantomima y desde luego animamos a que más personas se sumen a ella. Claro está que al poder poco le importa que no vayamos a votar, más nos debe importar a nosotros/as, a nuestras conciencias: no queremos asumir una contradicción más de las que este sistema nos presenta.

Negamos su forma de hacer política, pero somos realistas, la abstención solo es un paso más (ni el primero ni el último, y mucho menos el más importante) de una larga lucha por recuperar nuestras vidas. Es por ello que sólo entendemos la abstención si va acompañada de una lucha cotidiana, de un trabajo diario por intentar influir y cambiar las relaciones sociales que nos acompañan, una lucha que puede darse en muy diversos frentes, ninguno más importante que el resto, pero que es imprescindible si queremos cambiar algo.

Lo que el voto se llevó: nuestra política frente a sus elecciones

Ante toda esta realidad no nos queremos quedar sólo en la abstención, en la pataleta de un día y la queja de los siguientes cuatro años. Así las cosas no cambian y nuestra mala hostia crece pero no la sacamos; nada productivo sale de ahí. Una vez que empezamos a entrever el problema hay que buscar las soluciones, hay que caminar en la senda de la construcción de la realidad que nos gustaría vivir. Si tenemos claro lo que sus elecciones y su democracia no nos dan, tendremos que tomarlo nosotros/as, tendremos que empezar por poner en práctica aquello que sus charlatanes/as obvian: las cosas concretas, el diálogo, el trabajo colectivo, las relaciones humanas reales, el cara a cara. Nuestros problemas y los de nuestros/as vecinos/as no son tan diferentes: saltemos ese obstáculo mental que nos hemos forjado desde pequeños/as y volvamos a confiar en las relaciones humanas, en el semejante, tratemos de volver a recuperar lo comunitario, lo convivencial.

Vemos imprescindible, por tanto, avanzar en nuestra la organización en común, en generar espacios de debate, de reflexión, de intercambio de opiniones, ideas y experiencias. Utilizar la asamblea y la afinidad como motores de lucha y de crecimiento colectivo, los problemas son miles y las posibilidades de afrontarlos en común inmensas. Potenciar espacios donde poder relacionarnos, donde poder crear formas de comunicación y acción realmente nuestras, alejadas de su representatividad, de sus mayorías y minorías, de sus cuotas de poder o de la servidumbre a intereses alejados de nosotros/as. Si algo queremos cambiar, tenemos que mojarnos y hacerlo nosotros/as mismos/as, entre todos/as, pero a través de nuestra iniciativa.

Autoorganización y lucha, dos conceptos que no tienen que sonarnos a pajas mentales ni a lejanas utopías, son prácticas que se generan en el día a día, que siempre han estado ahí. Nuestro pasado y nuestro presente están plagados de estos pequeños o grandes gestos subversivos. Los hemos visto en las asambleas en las plazas de nuestros barrios, con discusiones y debates entre vecinos/as, con comidas populares o con nocturnas marchas por la ciudad; pero hace unos años (no muchos) surgieron de la mano de localizados conflictos vecinales, por simples parkings o constantes abusos policiales, y hace algunos años más, posibilitaron grandes huelgas en pro de afianzar y avanzar en nuestras libertades. Nosotros/as entendemos estas prácticas como posibles (y aconsejables) a gran escala, para organizar toda nuestra vida, todas nuestras necesidades, pero claramente no estamos aún en ese punto, lejano todavía. Estamos a la defensiva, con un contexto socio-económico que nos avasalla, que nos gana terreno por todas partes (en materia laboral, educativa, sanitaria…) y es en este contexto en que estas prácticas las seguimos viendo como útiles, como una forma bastante pragmática de afrontar el presente, de afrontar recortes, despidos, desahucios y todo el sinfín de mierdas en las que estamos metidos/as. El debate, la discusión, la resolución colectiva de trabas, como método de afrontar unidos/as los problemas, de conseguir apoyarnos entre todos para que nadie caiga, para aprender a ganar y a no dar un paso atrás. Que nadie esté arriba ni nadie esté abajo, de tal forma que caminemos unidos/as.

¡Todo el poder para las asambleas! ¡La lucha es el único camino!

http://www.todoporhacer.org/como-cada-cuatro-anos


Fuck Work

Los trabajadores tienen que aprender que su poder no está en la fuerza de su voto, sino en su capacidad de parar la producción.

Voltairine de Cleyre (escritora anarquista y feminista estadounidense)





Paradoxus luporum: El cementerio está lleno de cobardes




Letra:

Cierro los ojos bajo el sol de la mañana,
lágrimas negras se deshacen en mi almohada,
sé lo que acontece por detrás de la ventana,
sé que aunque no mire la miseria está asomada.
Me han llamado ingenuo por vagar junto a los sueños,
cínico y procaz por no aparcar nunca el empeño
de vomitar sobre quien cree ser nuestro dueño
solo porque hay gente indigna que le ofrece el cuello.
Hay tanto formalismo, tanto convencionalismo,
tanto absurdo protocolo que enloquezco y descontrolo,
me duele el alma y ni siquiera sé si existe,
no me cuentes cuentos, lograrás que me despiste:
la sanidad, la educación, la corrupción,
las pensiones, los desahucios, los parados y la recesión,
no seré quien ponga en duda que estos son problemas,
los tengo a pie de calle y antes de pisar me queman,
pero esta historia encarna a Sísifo y su piedra,
a Prometeo destripado por el ave de la guerra,
al titán llamado Atlas obligado a sostener la tierra
y a las esperanzas vanas de la clase media.
La candente lava de un volcán no se detiene
por votar a otro payaso cuando el circo te lo ordene.
Voy a introducirme dentro de mi pensamiento,
voy a excavar hondo y a expresar sin miramientos        
todo lo que siento, lo que corre por mis venas,
profundo como el eco misterioso de la quena...
El estado natural de las personas no es mirar para otro lado,
no es rendirse bajo el yugo del trabajo asalariado,
no es mostrar abiertamente la rodilla
con el fin de que nos haga Don Parné la zancadilla,
no es poner la otra mejilla 
frente a quienes nos humillan,
no es olisquear la cola
de los que andan con pistola,
y no es auto-engañarse con que todo está ya hecho,
caminando de la mano, enamorado, del Estado de derecho.
Te diré cual es la peor dictadura,
a la que aspira un populacho enfermo que no tiene cura,
esa que han perfeccionado poco a poco los adictos a la usura
y han logrado introducirla como un clavo en la cultura,
la llamada democracia, es una estafa, es una mafia
que se sacia con la fe y con la esperanza de la masa,
mesiánica por excelencia
herencias ideológicas arcaicas,
resquicios de un pasado dominado por el miedo y la ignorancia.
La sanidad, la educación, la corrupción,
las pensiones, los desahucios, los parados y la recesión,
por favor, revienta la pantalla del televisor,
a pedradas, a patadas, pero escucha lo siguiente amigo,
no todas las penas de este mundo se almacenan en tu ombligo.
El tiempo y el espacio son dos cosas importantes
y están tan relacionadas que sería un poco ingenuo en este instante
ser distante con la idea de explorar y analizar cada suceso
utilizando bien el seso
para descubrir el peso
del inmenso resultado del pasado y el significado eterno
que los actos de la gente en el presente tienen
para los que vienen, para quienes no han llegado.
Esos desgraciados que vendrán
y que en su estado natural,
aún siendo alegres capullos en flor,
no tendrán problema alguno cuando tengan que decir que no,
si algo les saca de quicio y no respeta su opinión.
Quizás más adelante dejarán su rebeldía a un lado,
se adaptarán a todo aquello del trabajo asalariado,
la familia, los seguros, las facturas, la casita en un lugar más retirado,
hipoteca, deuda, crédito, inversión,
serán supremos lameculos de las farsas de los bancos.
Si es de cuerdos o es de locos, no es mi campo,
mi comprensión no llega a tanto,
para mi lo natural está en luchar contra el poder establecido,
contra todas esas normas que ninguno de nosotros ha elegido,
para mi lo natural es dedicar algo de tiempo a exterminar la esclavitud
a deshilar los intricados mecanismos que nos atan en la mísera actitud
de no sudar, no trabajar por la virtud
de ser los dueños de la vida que nos ha tocado
y ser conscientes del dominio que nos tiene consternados.
Y es que, si antes de nacer fueras capaz de moldear tu vida,
dudo que esculpieses esta ruina desmedida sin cabida para nadie,
donde reinan la avaricia y la mentira con donaire descarado.
Sé que es cierto que no existe la manera de tintar los tonos grises de esta esfera
todavía siendo un feto, sin saber lo que te espera,
pero ahora eres consciente y tienes cubos de pintura suficientes
para darle otro color a las fachadas destrozadas de tu angosta situación,
y se vehemente, independiente, no confíes en aquellos que te venden tu propia sonrisa,
tu satisfacción,
es a costa de tu identidad,
quieren camelarte y engañarte,
han diseñado un deprimente mundo injusto
con el fin de que busquemos la alegría en sus productos,
pero está en el corazón, siempre lo ha estado,
golpeada como un barco por las olas, si,
pero la felicidad no es propiedad de coca-cola.
La sanidad, la educación, la corrupción,
las pensiones, los desahucios, los parados y la recesión,
se destruiría este galimatías en esencia
si abriésemos un poco más nuestra conciencia,
si meditáramos en serio y con frecuencia
acerca de nosotros mismos y nuestra existencia.                
No se trata de odiar la realidad ni a las personas,
sino todo lo contrario.
No se trata de ir de raro, de anormal que desentona
¡visionario! Olvida tus delirios de grandeza
aquí todos somos hijos de mamá naturaleza.
La cuestión fundamental es comprenderte
más allá de tu cabeza,
conectar cada latido con el vívido segundo en el que nace la certeza
de que el mundo gira siempre indiferente a tus vivencias,
de que somos una mancha microscópica en el cosmos,
una errónea involución de los primates hacia el homo,
una plaga virulenta para nuestro propio entorno.
Llegados a este punto es de importancia
darle vueltas al dilema sobre la insignificancia,
el sentido de la vida en este globo sin salida,
la verdad de la esperanza en el tedioso día a día
y después romper a trizas la conducta depresiva,
enfrentarse a los abismos del camino manteniendo una sonrisa,
percatarse de que somos como el paso de la brisa
y a la vez un meteorito que provoca grandes sismos,
explotar la gruesa pompa del hiriente egocentrismo,
machacar toda señal de impertinente pesimismo
y conectar con las estrellas,
descubrir el infinito dentro de tus propias huellas,
presentir en tus adentros las raíces de la vida,
conocer que somos parte de una indómita medida,
somos uno y somos todo,
amor, salud y fuerza, rencor, dolor, y herida
para la pachamama machacada y ofendida.
Me queda poco tiempo entre las ruinas de esta guerra,
tengo miedo del delirio, su mandíbula me aterra,
por las noches se me aferra y me recuerda
que mañana es otro día igual que el resto sobre el grueso de la tierra,
en un arresto generado por los mismos que la pueblan.
Exigiré jubilación anticipada a las pasiones,
pues pensaba que el contrato explicitaba vacaciones,
una tregua para huir de las continuas decepciones,
pero va pasando el tiempo y se derriten mis canciones,
como el hielo en aquel vaso de insondables dimensiones
donde abundan humeantes todas las desilusiones.
No estoy triste, tengo en ristre todavía la esperanza,
aún me insiste cuanto existe a seguir, cual Sancho panza,
en las veredas del delirio, sombras en la lontananza,
y allá voy ensimismado con la caja de Pandora,
y sin demora me alimento de aquel bien que aún dentro mora.
El problema está en los ojos cuando ya no dicen nada,
cuando echamos el cerrojo y caminamos en manada
rumbo a fosas de despojos donde se halla desmembrada
toda identidad y arrojo de una humanidad domada.
Yo no escribo a la tristeza, lo último que busco es llanto,
yo le canto a tu cabeza para que no duerma tanto,
para que persiga el sueño lejos de cualquier almohada,
más allá de lo superfluo, de lo que no importa nada.
¿Dónde están las cucarachas de las grietas del imperio?
¿Por qué no sacáis las hachas y lo echáis al cementerio?
Lleváis picos, lleváis palas, vuestro rostro tosco y serio,
sanidad, educación, reparáis muros de hierro,
bienestar, cotización, reformáis una ilusión
y volvéis a unir los signos que nos recuerdan al sol,
olvidamos hace tiempo que la realidad existe,
nos embaucó el videojuego tras un incauto despiste,
somos aves enjauladas rogando un grano de alpiste,
somos extras voluntarios de un rodaje lento y triste.
Que los límites se ahoguen, bajo la luna eremita,
que vuestras leyes se aneguen en una noche infinita,
que nazca de nuevo el mundo con las entrañas reescritas.
Suelo ser un poco necio, digo cosas sin control,
después me quedo en silencio sin hallar la explicación,
pero cuanto siento es recio como el rugir del león
y eso mismo es este lienzo de extraña disposición
donde sin orden sentencio lo que dicta el corazón,
no pongo en venta mi esfuerzo, pero pienso en mi interior
que aunque no le ponga precio, vos sabréis darle valor.

Asamblea abierta de trabajo


El próximo día 12 de abril seguiremos trabajando por la abstención activa. 
Os convocamos a nuestra asamblea abierta de trabajo. En el Eko a las 18h.


¿ASALTAR LAS INSTITUCIONES?





¿ASALTAR LAS INSTITUCIONES? DEBATE ENTRE AHORA MADRID, PODEMOS Y EQUILIBRISMOS. 28 MARZO 2015

¿Te lo perdiste? ¿No llegaste a tiempo? ¿No pudiste ir? Puedes verlo aquí. Hoy participaron de esta Mesa-Debate:  Integrantes de Equilibrismos,  José Manuel Lopez el candidato a las primarias de Podemos para la comunidad de Madrid  y Pablo Carmona, el candidato a las primarias de Ahora Madrid.

Interesante el debate de ellos tres y más interesante el debate que se generó con las personas que se acercaron a la Soci de Manoteras este sábado en la tarde para participar activamente de este encuentro.


Los diputados han trabajado 15 días en los últimos 3 meses



Las elecciones andaluzas y la tragedia de los Alpes han reducido aún más la actividad parlamentaria de sus señorías. Enlazan los 32 días de vacaciones de Navidad con los 18 días libres de Semana Santa después de tan sólo 15 reuniones plenarias.




Los diputados enlazan los 32 días de vacaciones que ya disfrutaron en Navidad con los 18 días libres que les corresponde en Semana Santa con tan sólo 15 días trabajados. El artículo 73 de la Constitución, incompresible para la gran mayoría de la sociedad -he aquí una de las claves de la desafección de la ciudadanía con la 'clase política'-, establece que los meses de enero, julio y agosto no son hábiles para la actividad parlamentaria. Esto supone que los diputados y senadores disfruten de una media de 50 días de vacaciones en Navidad, 18 en Semana Santa y 70 en verano.

Aunque siempre hay excepciones; y este año ha sido uno de ellos: 2015 arrancó con trabajo acumulado en las Cortes. El interés del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, por aprobar antes del periodo electoral su famoso paquete anticorrupción prometido dos años antes, a colación del famoso 'caso Bárcenas', obligó al Congreso abrir sus puertas antes de tiempo.

Enero, reconocido como mes inhábil por la Constitución y el Reglamento de la Cámara Baja, ha registrado actividad parlamentaria este año. A partir del 7 de enero se celebraron varias comisiones (Justicia, Economía y Constitucional), e incluso hubo pleno, aunque más corto de lo habitual: el 20 y el 21. Esto obligó a los parlamentarios a reincorporarse a su trabajo 18 días antes de lo normal en periodo navideño, aunque después de este 'minipleno' volvieron a disfrutar de dos semanas libres hasta que el Congreso retomó la actividad ordinaria el 10 de febrero.

Pero las elecciones andaluzas, la tragedia de los Alpes y el hecho de que este año la Semana Santa sea antes han permitido a sus señorías enlazar dos periodos vacacionales (Navidad y Semana Santa) con apenas 15 reuniones plenarias celebradas en estos tres meses, uno de ellos inhábil. 






Evidentemente, las jornadas laborales de sus señorías no son para matarse. Además de los amplios periodos vacacionales que les corresponden, trabajan tres días a la semana y una semana al mes ni siquiera tienen que aparecer por el Congreso. Esto se supone que es así porque el tiempo restante lo emplean en visitar sus circunscripciones. Esta es la explicación que los diputados suelen dar cuando se les pregunta por sus amplias jornadas de tiempo libre. Pero lo cierto es que no hay un control ni siquiera disimulado sobre ellos. Ello abre la puerta a la especulación, a la duda y a la desconfianza de los ciudadanos respecto al trabajo que sus representantes realizan día a día.

La Carta Magna establece dos periodos ordinarios de sesiones: el primero, de septiembre a diciembre; y el segundo, de febrero a junio. Este año, el segundo periodo será más corto de lo habitual. La tragedia de Los Alpes, en la que 50 españoles perdieron la vida, mantuvo parado el Congreso el 24 y el 25 de marzo. Y a ello se unen dos convocatorias electorales. Una tradición parlamentaria no escrita pero muy asentada establece que no se celebre sesión plenaria durante la semana anterior a las citas electorales autonómica y municipales. Esta es la razón por la que la Cámara Baja paró el 17, 18 y 19 de marzo (este último día además era festivo en Madrid), por las elecciones en Andalucía. Y volverá a parar el 19, el 20 y el 21 de mayo por las elecciones autonómicas y municipales del 24 de mayo.

No debemos de olvidar que la asignación mensual fija de cada diputado es de 2.813,87 euros brutos. A la cual hay que añadir una serie de indemnizaciones y privilegios adicionales que se suman individualmente por diferentes criterios de concesión. Una de las principales dietas que lo complementan es la de gastos por alojamiento y manutención. Los representantes elegidos en una circunscripción distinta a Madrid reciben 1.823,86 euros adicionales al mes. Para los diputados y senadores por Madrid también hay una dieta, de 870,56 euros. Es una cantidad exenta de tributación. Los diputados con cargo (portavoz, presidente de comisión, secretario) cobran un plus por representación de entre 700 y 3.328 euros. A lo que hay que añadir vuelos sin justificar, 3.000 euros al año en taxis y un 'kit tecnológico' formado por un IPad, un Iphone y ADSL.

Sus señorías ganan una media de 4.500 euros al mes. Así que teniendo en cuenta los días que el calendario parlamentario les ha obligado a estar en el Congreso, podríamos determinar que hasta hoy, sus señorías han recibido 13.500 euros -procedentes de las arcas públicas- por 15 días de trabajo. El presidente del Congreso, Jesús Posada, ha insistido en numerosas ocasiones que cuando no hay plenos no significa que sus señorías estén de vacaciones, sino que participan en comisiones, mesas de trabajo, presentaciones o conferencias en el Congreso. Pero en realidad esto solo suele afectar a aquellos con más responsabilidades. El resto -sobre todos los miembros de los grupos parlamentarios más grandes- suele disfrutar de los más de 200 días libres que tiene al año.

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