Las fábricas no se queman por si mismas...

Las fábricas no se queman por si mismas... Necesitan tu ayuda. Aprende a quemar.


Guerilla poster art en Austin, Texas, ca. 1982.

Getafe: El Gobierno de Juan Soler ordena desmantelar un huerto solidario hecho por vecinos en un terreno abandonado


  • Se trata de un pequeño huerto colectivo cuyos productos iban a ser donados a las familias necesitadas del barrio de El Bercial


  • Durante meses, los vecinos han limpiado, desbrozado, acondicionado y plantado un pequeño terreno abandonado junto a la M-45


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Hace unos meses, un grupo de vecinos y vecinas del barrio de El Bercial se pusieron en contacto con la Asociación Vecinal NUBER para que ésta actuara como mediadora entre ellos y el Ayuntamiento de Getafe. Su objetivo era conseguir permiso para gestionar un pequeño terreno, ubicado detrás del centro comercial y la M-45, que se encontraba abandonado, lleno de matojos, escombros y suciedad. Para ello, presentaron un proyecto social, en el que se incluían talleres con niños y niñas de plantación de semillas y el cuidado de las plantas. Además se posibilitaba la participación activa de personas mayores, con lo que se veía muy interesante la relación intergeneracional entre los mayores y los niños y niñas. Sin olvidar el carácter social del huerto, pues toda su producción iba a ser donada de forma íntegra al banco de alimentos que Cáritas tiene en el barrio de El Bercial, y que actualmente atiende a 54 familias con niños y niñas menores que no tienen ningún tipo de ingreso económico.

Pasado el tiempo, y sin tener contestación alguna por parte de la Delegación de Medio Ambiente, los vecinos y vecinas se ocuparon de recuperar el suelo que se encontraba abandonado, limpiándolo de escombros, procediendo al desbroce de matojos y a remover la tierra que no estaba en buenas condiciones al contener restos de material de obra. Finalmente, recuperaron objetos por el barrio, como neumáticos que pintaron y usaron como tiestos, plantando en ellos varias especies aromáticas, otorgando al espacio una visión mucho más agradable que la que encontraron. Y esto, durante el verano, de sol a sol, con sus propias manos, esfuerzo e ilusión por llevar adelante el proyecto.

Tras acabar el verano, y realizar la primera plantación de judías, sus ilusiones se han ido al traste. El Gobierno de Juan Soler, por mediación de su concejal de Medio Ambiente, Jesús Burranchón, tras una inspección ha ordenado restituir el terreno “en el estado en que se encontraban con anterioridad”. De no ser así, y trascurridos tres días de plazo, “se procederá de oficio y sin más trámite, en su caso, al citado desmantelamiento” por parte de los servicios municipales.

Este medio se ha puesto en contacto con una de las personas que colaboraban en el huerto, el cual se pregunta: “¿qué daño puede hacerle al Ayuntamiento que los vecinos y vecinas estemos sacando adelante, con nuestro esfuerzo y nuestros recursos, un espacio que estaba abandonado para darle una función social?”, y continua, “nosotros no queremos saber nada de política, solo queremos echar una mano a nuestros vecinos que lo están pasando mal, y en ello pusimos mucha ilusión y muchas horas de trabajo, de las personas voluntarias que hemos estado las tardes de verano limpiando, segando, llevando agua en garrafas desde nuestras casas, removiendo tierra y comprando las plantas que actualmente se encuentran plantadas”. “No entendemos nada, y menos que tengamos unas personas ocupando unos puestos en el Ayuntamiento que tengan tan poca sensibilidad social hacia los vecinos que dicen representar. Estamos muy enfadados”.

Preguntados por lo que van a hacer, contestan resignados “hemos quitado lo poco que teníamos, los neumáticos abandonados que recuperamos de varias parcelas y que el propio Ayuntamiento no se ocupa de limpiar, hemos vaciado la compostera, recogido las pocas herramientas que teníamos, pero las plantas de las judías no las vamos a arrancar, si ellos lo quieren hacer, pues adelante…”. Finalizan diciendo que “estamos planteando movilizar al barrio, recoger firmas, contar lo que ha pasado, porque la indignación nos supera. Parece que esos señores, que cobran dinero público y que no tienen necesidades económicas porque viven a nuestra costa, han ganado a los vecinos que sin ánimo de lucro, han trabajado a destajo para los vecinos que lo necesitan, no como el Alcalde y sus concejales”.

Recordemos que, el pasado mes de mayo, el Gobierno de Juan Soler también prohibió la realización de la tradicional Fiesta de la Primavera Solidaria en El Bercial, actividad orientada principalmente para niños y niñas al contar con títeres, cuentacuentos y talleres gratuitos, y que como novedad iba a realizar una recogida de alimentos para donarlos a las familias necesitadas del barrio a través de Cáritas.

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Buñuel y el trabajo



"-Pobres trabajadores. ¡Cornudos y apaleados! El trabajo es un maldición, Saturno. ¡Abajo el trabajo que se hace para ganarse la vida! Ese trabajo no dignifica, como dicen, no sirve más que para llenarle la panza a los cerdos que nos explotan.

Por el contrario, el trabajo que se hace por gusto, por vocación, ennoblece al hombre. Todo el mundo tendría que trabajar así. Mírame a mí: yo no trabajo. Y, ya lo ves, vivo, vivo mal, pero vivo sin trabajar."

Tristana (1970). Luis Buñuel.


El trabajo: una introducción


TRABAJO

¿Qué hay de malo en trabajar?

Para la mayoría de nosotros/as, nuestras vidas están dominadas por el trabajo. Incluso cuando no estamos trabajando, estamos yendo o viniendo del trabajo, preocupándonos por él, tratando de recuperarnos del trabajo para poder volver al día siguiente, o simplemente intentando olvidarnos de él.

O incluso peor, no tenemos trabajo y entonces nuestra mayor preocupación es tratar de encontrarlo. O somos una de esas personas – mujeres, sobre todo- cuyo trabajo doméstico y de cuidados ni siquiera cuenta como trabajo remunerado.

A muchos/as de nosotros/as nos da igual el trabajo que hacemos, solamente necesitamos el dinero para seguir adelante. Y a final de mes, nuestro saldo bancario apenas es diferente al del mes anterior. Nos pasamos los días mirando el reloj, contando los minutos que faltan para irnos a casa, los días hasta el fin de semana, los meses hasta las próximas vacaciones…

Incluso los/as que trabajamos en algo que realmente disfrutamos, no controlamos nuestro trabajo. Nuestro trabajo nos controla, lo vivimos como una fuerza ajena. La mayoría no decidimos a qué hora llegar a trabajar o a qué hora marcharnos, ni el ritmo o volumen de trabajo, los productos que hacemos o los servicios que proporcionamos, ni cómo lo hacemos.

Por ejemplo, a las/os enfermeras/os les puede encantar cuidar de sus pacientes pero aun así estar frustradas/os por la falta de camas y de personal, los turnos estipulados como castigo y los arbitrarios objetivos de gestión. Y puede que las/os diseñadoras/es disfruten siendo creativas/os pero encuentren su creatividad restringida: no se les da rienda suelta para innovar como quieran, teniendo que copiar a menudo productos ya existentes que sus jefes/as saben que se venderán.

Paradójicamente, mientras que millones de personas están sobrecargadas de trabajo, aguantando a duras penas altas cargas de trabajo y largas jornadas laborales, otros tantos millones de personas están desempleadas y desesperadas por trabajar.

A nivel mundial, millones de personas mueren cada año a causa de su trabajo, decenas de millones enferman y cientos de millones resultan heridas en accidentes laborales.

Y muchos trabajos, que pueden ser extremadamente difíciles, aburridos y/o peligrosos para los/as trabajadores/as y destructivos para el medio ambiente, ni siquiera son socialmente útiles. Como la industria manufacturera, en la que la obsolescencia programada hace que los productos se estropeen para que la gente compre otros nuevos, o industrias enteras como el marketing y la publicidad que sólo existen para convencer a la gente de comprar más productos y de trabajar más para poder comprarlos.

Igualmente se desperdicia gran cantidad de trabajo útil en dar soporte a industrias socialmente inútiles, como la generación de energía que será usada para abastecer call centers de telemarketing, la falsificación de productos médicos y cosméticos, o la industria armamentística cuyo único producto es la muerte.

Mientras la automatización, la mecanización y la productividad aumentan progresivamente, las horas y los años de trabajo no disminuyen. De hecho, en la mayoría de lugares están aumentando, al retrasarse la edad de jubilación e incrementarse la jornada laboral.

¿Por qué es así el trabajo?

Entonces, si hay tantos problemas con el trabajo, ¿por qué es como es?

La razón es bastante sencilla: vivimos en una economía capitalista. Por tanto, este sistema es el que determina cómo se organiza el trabajo.

Como indicábamos en el artículo Capitalismo: una introducción [reproducido el mes pasado en esta publicación], la esencia principal de la economía capitalista es la acumulación.

El dinero – el capital- es invertido para convertirse en más dinero. Y esto ocurre gracias a nuestro trabajo. Nuestro trabajo es la base de la economía.

Esto es así porque nuestro trabajo añade valor al capital inicial, y el valor que añadimos es superior a nuestro salario. Esta plusvalía resulta en el crecimiento del capital inicial, que financia los beneficios y la expansión.

Cuanto más bajos sean nuestros salarios, más horas y más duro trabajemos, mayor será esta plusvalía. Por eso los/as empleadores/as en los sectores privado, público en incluso cooperativo intentan continuamente hacernos trabajar más duro y más tiempo por menos dinero.

De la misma forma, nuestros trabajos se hacen aburridos y monótonos para que los/as trabajadores/as no cualificados puedan hacerlospor menos dinero. Igualmente, los productos que fabricamos o los servicios que proporcionamos suelen ser a menudo de mala calidad para mantener los costes bajos.

El desempleo masivo mantiene bajos los salarios de los/as trabajadores/as sobrecargados/as, ya que si no tuvieran miedo de ser sustituidos/as por la gente en paro, podrían reclamar mayores salarios, mejores condiciones y jornadas más cortas. (Por eso los gobiernos no acaban con el paro simplemente reduciendo la duración máxima de la semana laboral).

Las empresas que extraen una mayor plusvalía – y por tanto mayores ganancias y mayor expansión – tienen éxito. Las que no, fracasan. Así que si una empresa o una industria es rentable, crece. Independientemente de si es socialmente necesaria, si destruye el medio ambiente o si mata a sus trabajadores/as.TRABAJO

Este crecimiento también se apoya en el trabajo no remunerado como es el trabajo doméstico, que incluye la reproducción de los/as trabajadores/asmediante la crianza de sus hijos/as – la próxima generación de trabajadores/as – y los servicios prestados a la fuerza de trabajo actual: físicos, emocionales, y sexuales. Este trabajo no remunerado es llevado a cabo predominantemente por las mujeres.

¿Qué podemos hacer?

Aunque la naturaleza del trabajo esté determinada en su mayor parte por el sistema económico en el que vivimos, hay cosas que podemos hacer – y hacemos – como trabajadores/as, aquí y ahora, para mejorar nuestra situación.

Si nuestro trabajo es la base de la economía y la base del crecimiento y de los beneficios, entonces en último término nosotros/as tenemos la capacidad de alterarlo, por no decir hacernos con él del todo.

Cada día resistimos a la imposición del trabajo. A menudo de formas individualizadas e inapreciables. A veces llegamos tarde, nos vamos pronto, robamos momentos para hablar con nuestros/as compañeros/as y amigos/as, nos tomamos nuestro tiempo, nos ponemos “malos/as”… Y a veces resistimos de formas colectivas y más combativas.

Mediante la acción directa, como es dejar de trabajar – ir a la huelga -, paramos el engranaje de la producción y evitamos que se generen beneficios. De esta forma podemos defender nuestras condiciones laborales y forzar a nuestros/as jefes/as a otorgarnos mejoras.

La clase obrera unida, incluyendo a desempleados/as y trabajadores/as no remunerados/as, puede también luchar para mejorar otro tipo de condiciones, como mejores servicios públicos, contra las subidas de precios, los impuestos regresivos, etc.

En el siglo XIX en los países occidentales, la jornada laboral media era de 12-14 horas diarias seis o siete días a la semana, bajo condiciones deplorables, sin vacaciones ni pensiones de jubilación.

Enfrentándose a una tremenda represión por parte de empleadores/as y gobiernos, los/as trabajadores/as se autoorganizaron y lucharon durante décadas, mediante huelgas, ocupaciones, huelgas de brazos caídos e incluso levantamientos armados e intentos de revolución. Hasta que finalmente lograron las mucho mejores condiciones de trabajo que muchos/as tenemos hoy: fines de semana, vacaciones pagadas, jornadas más cortas… Por supuesto, más allá del mundo occidental muchos/as trabajadores/as siguen sufriendo esas condiciones victorianas en la actualidad, y continúan luchando contra ellas.

Si nos organizamos para hacer valer nuestras necesidades en la economía, podemos ir más allá en la mejora de nuestras condiciones. Si no lo hacemos, éstas se irán degradando hasta volver a los niveles del siglo XIX.

Y lo que es más,autoorganizándonos no sólo mejoramos nuestras vidas ahora, sino que sentamos las bases para un nuevo tipo de sociedad. Una sociedad donde no sólo trabajemos para generar unas ganancias que nunca veremos o para construir una “economía saludable”, sino para satisfacer las necesidades humanas. En la que nos organicemos colectivamente para producir los bienes y servicios necesarios – como hicieron brevemente los/as trabajadores/as en Rusia en 1917, en Italia en 1920, en España en 1936 y en otros tantos lugares. En la que nos deshagamos del trabajo innecesario y hagamos que las tareas necesarias sean tan fáciles, agradables e interesantes como sea posible. Una sociedad comunista libertaria.


http://www.todoporhacer.org/el-trabajo-una-introduccion

Artículo extraído y traducido de www.libcom.org/library/work-introduction

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Visto en las calles de Getafe