CCOO incurrió en fraude de ley


CCOO incurrió en fraude de ley al realizar hasta 200 contratos a sus formadores para cursos



Varias personas que trabajaron durante años como profesores en la Fundación Formación y Empleo de Comisiones Obreras en Euskadi han denunciado al sindicato: la central no les incluyó en el expediente de regulación de empleo que ejecutó a finales de 2015 para extinguir su centro de formación. Y eso a pesar de que encadenaron decenas de contratos temporales durante años, hasta más de 200 en uno de los casos. Los formadores, que son afiliados del propio sindicato, reclaman que se les considere empleados fijos discontinuos y, como tales, afectados por el ERE. 

La Fundación Formación y Empleo (Forem) es una entidad adscrita a CCOO que gestiona orientación y formación para el empleo y que actualmente solo mantiene centros en Madrid, Ceuta y Melilla. A finales de 2015 presentó un ERE de extinción para sus centros de Euskadi en el que incluyó a toda su plantilla (a los que pagó 45 días por año trabajado), salvo a los formadores. Estos profesores no tenían contratos indefinidos: Forem contaba con ellos cuando celebraba los cursos y les formalizaba contratos por obra y servicio. Esta situación hizo que encadenaran decenas e incluso cientos de contratos en varios años.

Al menos tres personas en Vizcaya y otras tres en Guipúzcoa han demandado al sindicato. Reclaman su condición de trabajadores fijos discontinuos y que, por tanto, deberían haberles incluido en el ERE. "No contaron con nosotros para nada, somos los únicos que no nos enteramos de que estaban haciendo un ERE", dice una de las personas afectadas, que impartió un curso cuando el centro estaba a punto de cerrar. Uno de los trabajadores llegó a acumular 190 contratos en cerca de 20 años de trabajo. En otro de los casos fueron 78 contratos en siete años. 

Hay varios juicios en marcha y una sentencia ya dictada, a la que ha tenido acceso eldiario.es, que da la razón en el fondo al trabajador pero que descarta condenar a Comisiones Obreras porque considera el asunto caducado. En este caso –el de un trabajador que fue contratado para impartir más de doscientos cursos durante veinte años–, el juez señala que Forem tuvo voluntad de "limitar lo más posible sus responsabilidades como empresario" de manera que trasladó "el riesgo empresarial derivado de una relación laboral estable al trabajador".

Este recurso a la contratación temporal para hacer frente a "necesidades permanentes" de la Fundación "constituye un ejemplo del fraude de ley (...) y cuya consecuencia es la transformación del vínculo laboral que une a las partes de temporal en indefinido". Es decir, la sentencia considera que la relación laboral que debería de reconocerse a esta persona no es fija discontinua sino indefinida ordinaria porque "los llamamientos se producían en cualquier época del año, su frecuencia era variable, pero en general se trataba de intervalos de pocos días". El juez también señala que el trabajador, que ha recurrido la sentencia, podía haber acudido antes a la justicia puesto que la situación se mantuvo durante años y que no hacerlo solo ha redundado en su perjuicio. 

La secretaria de Formación de CCOO en Euskadi, Lole García, defiende que la contratación era adecuada y sujeta a derecho. "200 profesores han dado formación de forma habitual a lo largo de toda la actividad de la fundación, que funciona por subvenciones públicas. No se sabe la fecha cierta de las convocatorias ni había capacidad de prever qué especialidades se iban a aprobar. Sus contratos estaban sujetos a una actividad concreta de un plan concreto", asegura. García subraya que todos los contratos han estado finiquitados y que se trataba de la prestación de un servicio. Otras sentencias de casos anteriores, asevera, han avalado esta forma de actuar.

Las cinco personas que han denunciado al sindicato en Guipúzcua son afiliadas a Comisiones Obreras y, como tales, tienen derecho a atención jurídica. Es, por tanto, la propia central la que les está pagando un abogado externo para que lleve su caso y es quien abona las costas. En las próximas semanas tendrán lugar al menos otros cinco juicios.

Carta a Toxo

Estos cinco profesores han enviado una carta al secretario general de CCOO, Ignacio Fernández Toxo, que también han hecho llegar a otros líderes sindicales, como el secretario de Formación de la central, Javier López, del que depende Forem. En ella explican su situación y dicen sentirse "abandonados y ninguneados". Fuentes de la dirección del sindicato admiten conocer la carta pero se limitan a decir que han trasladado el asunto a su unión de Euskadi para conocer más detalles. Forem Euskadi, sin embargo, dependía jurídicamente de CCOO confederal.

"En estos meses nos hemos informado de la situación en otras comunidades autónomas y hemos comprobado que si bien han existido expedientes de regulación de empleo el tratamiento dado a los monitores ha sido muy diferente", dicen en la carta. Los profesores aseguran que en Cantabria o Asturias los formadores sí fueron incluidos en los ERE. De momento, la misiva, en la que piden que el sindicato dé una solución a su colectivo, no ha tenido respuesta. 

A finales de marzo, CCOO presentó una propuesta de ERE para los trabajadores de Forem en Madrid, Ceuta y Melilla en la que planteaba una indemnización de 22 días por año trabajado. Finalmente, el sindicato paralizó el expediente para analizar la situación. 



Nos toman por votos





ELOGIO DE LA PEREZA



Contra la teología de los conceptos de ganancia y pérdida





La felicidad no siempre requiere escalar una alta montaña ni bajar a las profundidades marinas. Bien lo sabía cierto personaje de Stefan Zweig cuando se encontraba en un boulevard parisino, en una tarde deliciosa, sin nadie que le esperara. Con tiempo para disfrutar —en libertad— del placer de hacer lo que le viniera de gusto, lo mismo visitar un museo que leer un libro o tomar un café. Sin embargo, entre todas las posibilidades, se decidió por la que creyó más razonable: no hacer nada. Así, entregado al dolce far niente, se dejó llevar por la magia del azar.

Nuestro hombre disfrutaba de una compañera con mala prensa, la supuesta madre de todos los vicios. Pero la pereza, contra lo que pueda parecer, no siempre ha sido el objeto de la inquina de los moralistas de todo pelaje. Los clásicos supieron ver que la obsesión del trabajo por el trabajo resulta, cuando menos, problemática. Séneca, en su tratado acerca de la brevedad de la vida, criticaba a los que, por ambición, se obsesionaban con un esfuerzo contraproducente para hacer de la existencia algo grato. Así, acababan ahogándose en sus propias riquezas, fueran materiales o intelectuales: “¡A cuántos la elocuencia, a fuerza de ostentar ingenio cada día, les hizo expectorar sangre!”. Se trata, pues, de no perder el tiempo en ocupaciones que no llevan a ningún sitio. Porque somos frágiles y no vamos a durar para siempre, aunque nos comportemos como si fuéramos a quedarnos de muestra. Por eso, según el filósofo cordobés, es de necios esperar a los cincuenta años para entregarse al descanso. ¿Qué garantía tenemos de alcanzar esa edad? Por tanto, no nos carguemos con ocupaciones que nos distraigan de lo más importante, vivir.

Para Séneca, ocioso no es el que pasa los días sin dar un palo al agua, sino el que se entrega a la sabiduría y la tranquilidad. El que, por decirlo con palabras de Fray Luis de León, “huye del mundanal ruido”. De esta manera evita sumergirse en una vorágine de movimiento de la que no sale nada bueno. De ahí que Blaise Pascal advirtiera, en el siglo XVII, contra la incapacidad de los hombres de quedarse quietos en una habitación.

La revolución industrial dio un golpe casi mortal a los ideales de vida reposada del que aún no nos hemos repuesto. El tiempo, a partir de entonces, se mercantiliza. Pasa a ser el equivalente del oro, no un bien que nos hace más humanos. No en vano, el capitalismo, además de ser un sistema económico, aportaba una determinada (in)moralidad que giraba alrededor de los conceptos de ganancia y pérdida.

Contra esta teología de lo económico se rebelará el socialismo, pero, como sucede a menudo, los nuevos inconformistas se hallaban contaminados de los valores del mundo que intentaban cambiar. De ahí que Paul Lafargue, el irreverente yerno de Karl Marx, se atreviera a reivindicar la importancia del tiempo libre en un refrescante panfleto, El derecho a la pereza. ¿Qué les pasaba a los obreros, imbuidos de la idolatría por el trabajo que pretendían inculcarles sus explotadores? Su cortedad de miras les llevaba a mirar como un gran progreso la limitación de la jornada laboral a doce horas, cuando lo que debían hacer era rebelarse contra un sistema en el que los talleres no se distinguían de las cárceles. El virus que los burgueses y los curas pretendían inocular consistía en una moral estrecha, en la que el mundo sólo existía como espacio de sufrimiento y expiación. Matarse a trabajar no era una locura suicida, sí una manera de acercarse a lo sagrado. A Lafargue, esta mentalidad le horrorizaba, le dañaba en lo más vivo. Su filosofía, por el contrario, remitía a los antiguos griegos, o también a un cristianismo no tergiversado aún por el poder clerical. Jesús, al fin y al cabo, recordó a sus discípulos en el sermón de la montaña que los lirios de los campos “no trabajan ni hilan”. El mismísimo Jehová, según el Génesis, había dado “el supremo ejemplo de la pereza ideal; después de seis días de trabajo, descansó para toda la eternidad”.

La obsesión por el trabajo, lejos de traer prosperidad, desembocaba en crisis de sobreproducción que provocaban más y más miseria. Nadie parecía pensar que para vender un producto alguien debe comprarlo, por lo que el mercado, más tarde o más temprano, acababa por colapsarse. Y todo por mantener un desenfrenado capitalismo industrial en el que se habían abolido las normas de los viejos gremios, entre ellas la regulación horaria al desempeño de los oficios.

Tras Lafargue, otros pensadores apostaron por un sentido más lúdico de la existencia, convencidos de que lo contrario conducía a un callejón sin salida. No sólo como individuos, también a nivel de colectividad. Bertrand Russell, en su Elogio de la ociosidad, denunciaba el prejuicio que incluía el trabajo en la nómina de las virtudes, absurdo al que atribuía un claro contenido clasista. Sólo aquellos con la vida resuelta podían creer en las bondades del esfuerzo manual, nunca los obligados a buscarse el sustento alquilándose como mano de obra. Con las consecuencias que por fuerza conllevaba esa situación: agotamiento, estrés…

Como la apología del espíritu laborioso había producido terribles males, el futuro de la civilización pasaba forzosamente por la reducción organizada de la jornada laboral. Este era el medio para incrementar la felicidad y la riqueza de los individuos.

Por tanto, la sociedad debía cambiar el paradigma del trabajo basado en una “moral de esclavos” por el paradigma del tiempo libre. El trabajo no sería bueno en sí mismo, sino sólo como medio para lograr lo realmente importante, el ocio. Entendido como ese espacio de libertad donde somos realmente nosotros mismos y podemos hacer lo que deseamos. La actividad posee valor por sí misma, no por el rendimiento económico que esperamos sacar de ella.

¿Cómo alcanzar un cambio tan profundo? Para Russell, los avances tecnológicos, puestos al servicio del bien común, permitirían acabar con un sistema irracional en el que unos sufrían exceso de trabajo mientras otros morían de hambre, víctimas del desempleo. Lafargue, un siglo antes, ya había sugerido limitar la jornada con una propuesta radical, tres horas diarias como máximo, de manera que sobrara tiempo “para disfrutar de las alegrías de la tierra, para hacer el amor y divertirse; para hacer banquetes jubilosamente en honor del alegre dios de la holgazanería”. Se descubriría así que la pereza, en realidad, no es una maldición sino la madre de todas las artes y de todas virtudes.

Trastocado por fin el fundamento del capitalismo, llegaría el momento de sacarle el máximo partido al esparcimiento. Russell prefería los placeres activos a los pasivos, como ver películas o asistir a partidos de fútbol, ofertas con tanto público porque casi todo el mundo consumía su energía durante las horas de trabajo, de manera que no quedaban fuerzas para mucho más. Con el necesario tiempo libre, semejante estado de cosas se modificaría por completo: la gente practicaría de nuevo aficiones en las que ejercer el protagonismo. Viviría entonces de una manera más relajada, lo que redundaría en beneficio de las relaciones interpersonales: “el buen carácter es la consecuencia de la tranquilidad y la seguridad, no de una vida de ardua lucha”.

El escritor alemán Sebastian Haffner, en su Invitación a la holgazanería, también apostaba por una vida calmada en la que, liberándonos de la tiranía del reloj, nos dedicáramos sin trabas al arte, la sociabilidad y el buen humor. Los holgazanes —no los gandules, ojo—, al ir por el mundo sin prisas, saben improvisar de modo que les alcance la chispa de la genialidad. Surge así el pensamiento, pero sobre todo la humanidad. En rebeldía contra un mundo dominado por la codicia disparatada, Haffner añora los buenos tiempos en que la obligación y la devoción no formaban compartimentos estancos. “Al parecer todavía hay algunas oficinas en las que se toma el café y se filosofa, y redacciones de periódicos donde se juega al ajedrez”, escribía como si pretendiera demostrar que los germanos no han de ser cabezas cuadradas, con ese espíritu festivo que el tópico atribuye a los latinos. El mundo laboral, en su opinión, resultaría más tolerable si se permitiera en su seno un espacio para la distracción.

En la misma línea se movía Robert Louis Stevenson: en su defensa de los ociosos, no se limitaba a proponer una ociosidad entendida como un hacer lo que se quiere; también alertaba contra las deformaciones psicológicas de lo que podríamos denominar “moral de gladiador”, la del individuo tan obsesionado con su oficio que no vive sino para escalar peldaños en el mismo. Con una mirada tan estrecha que desprecia todo lo que no esté relacionado con su pequeño mundo. De esta manera, además de agotarse, sólo consigue convertirse en una criatura resentida cuando comprueba que el Universo, en lugar de girar a su alrededor, permanece indiferente a sus pequeñas hazañas. A un triunfo que, si es que llega, exige esfuerzos por completo desproporcionados en relación a la magra recompensa, apenas un poco de “calderilla”, a decir de Stevenson. “Aunque alguna vez haya un lord Macaulay que acabe sus estudios con todos los honores y en su sano juicio, la mayoría de los muchachos pagan un precio tan alto por sus medallas que salen al mundo en bancarrota y no se recuperan”.

Para el autor de La isla del tesoro, pronunciarse en favor de la libertad, rebelarse contra una ética capitalista que degrada al individuo a lo que hoy denominaríamos “workalcoholic”, tenía algo de provocación. No entendía al académico que ponía su vida al servicio del conocimiento cuando era el conocimiento el que debía estar al servicio de la vida. Porque era muy consciente de que la sabiduría es algo distinto de la mera acumulación de datos, muchos de ellos inservibles. El verdadero aprendizaje, tal como él lo entendía, no se reducía al dominio de un conjunto de destrezas profesionales. El auténtico objetivo es el de ser maestros en el arte de la felicidad, un deber que Stevenson considera infravalorado con lamentable frecuencia. Y eso significa poseer un sentido lúdico que permita disfrutar de sus placeres, un discernimiento que nos ayude en el trato con los demás, con una apertura de espíritu que haga descubrir las riquezas inmateriales que nos hacen mejores. En eso consistiría, en definitiva, el verdadero “éxito”.



¿ A qué no?




¿Tu jefe te putea? Denuncia a otro.


Estás currando de falso autónomo, sabes que es ilegal pero necesitas el dinero. Denunciar a tu jefe es una putada, es cierto, y te da miedo que haya consecuencias. Te entiendo perfectamente. ¿Quieres hacer algo?



Putea a otro jefe. Denuncia a otra empresa. Solidaridad entre trabajadores puteados. O pide a alguien que denuncie a la tuya por ti. Es muy fácil, pregúntame cómo:

Toda persona que tenga conocimiento de hechos que pudieran constituir infracción en materias competencia de la ITSS (laboral, seguridad y salud laboral, seguridad social, empleo, etc.) puede reclamar los servicios de la Inspección de Trabajo y Seguridad Social.

Están obligados a actuar ante cualquier denuncia, es gratuito, sólo cuesta un sello y una fotocopia de tu DNI. Si no tienes para el sello YO TE LO PAGO. Que estoy generosa.

No hace falta que seas trabajador, sólo que sepas que en algún sitio, alguien, está haciendo algo ilegal. Y estamos en España, no es que haya que buscar mucho.

¿Cómo? ¿Que no conoces a nadie en una situación ilegal? Permíteme que lo dude. Aquí te dejo unas pocas cosas que son ilegales:



Y muchos más que podrás consultar en la mejor página del mundo en cuanto derechos laborales: Laboro.

Hazlo por el karma. Denuncia a otro. No arriesgarás en tu trabajo, pero ayudarás a quien lo necesite. Putearás a un empresario* y ayudarás a un obrero, y quién sabe, si somos muchos quizás tengas suerte y alguien haga lo mismo por ti.

Denuncia. Ellos nunca lo harían.

* #NotAllEmpresarios: Sí, ya sé que no todos son unos cabrones, pero es que resulta que los no cabrones en España son animales en vías de extinción. Además, si no han hecho nada ilegal no tienen que temer nada. La Inspección sólo pone multas cuando has hecho algo mal. Pillín.

EDITO: Este es el sistema:

El formulario de denuncia rellenado con lo que crees que es ilegal y todos los datos de la empresa que sepas: “Hay trabajadores con contrato temporal en fraude de ley”
www.empleo.gob.es/itss/ITSS/ITSS_Descargas/Atencion_ciudadano/Formular
Lo envias por correo ordinario a la sede de Inspección de trabajo de la Provincia donde esté la empresa junto con una copia de tu DNI. (Esta información es confidencial y no te da derecho a ser parte interesada.)

Voilà.

https://medium.com/@gemmagoldie/tu-jefe-te-putea-denuncia-a-otro-10aff36480a8#.r4rs5dday


El 40% en edad laboral ni tiene trabajo ni lo busca


A los millones de personas "oficialmente" paradas hay que sumarles otros cientos de miles que ni siquiera aparecen como desempleadas ya que ni tienen trabajo ni perspectivas de encontrarlo.
Un derroche terrible de inteligencia y fuerza humanas, fruto de un sistema económico al servicio de una minoría.

Desde Apoyo Mutuo planteamos la socialización de la riqueza y del trabajo en un marco democrático, y proponemos ir avanzando en base a medidas como la reducción de la jornada laboral sin reducción salarial y reparto del empleo, la prohibición de horas extraordinarias, la inclusión del tiempo de transporte desde el hogar al puesto de trabajo dentro de la jornada laboral, permiso laboral retribuido de tres años en caso de adopción o nacimiento y la eliminación de cargos directivos y de supervisión.

Para ello, necesitamos dar más poder al movimiento popular, en el trabajo y en el territorio. Nadie nos va a regalar nada.




El salariado


La gran cólera del Trabajo contra el Capital. Prensa de clase en defensa de los intereses del Trabajo.

https://elsalariado.info/



Mi vida como trabajadora de limpieza


Soy una trabajadora precaria de la limpieza. Mi jornada comienza a las siete de la mañana, con las tareas domésticas de mi propia casa, para no encontrarme todo patas arriba a la vuelta del trabajo.



Alrededor de las ocho y media me monto en el metro para dirigirme a los distintos domicilios donde realizo mi trabajo, por un periodo de algunas horas. Pertenezco al grupo de asistenta por horas y como tal cobro y dejo de cobrar. Es decir, si mi jefa decide irse de vacaciones, yo me quedo sin cobrar; al igual que en periodos vacacionales, si me pongo enferma, o cualquier incidente. En mi caso, estoy asegurada solamente desde hace cuatro años, aunque llevo trabajando trece y la seguridad social la pagamos a medias, ya que me rebajó el sueldo en cuanto me dio de alta. Las pagas, vacaciones y demás derechos entran dentro del sueldo y por supuesto tampoco tengo derecho a paro.

En cuanto a mi vida laboral, el día a día es muy monótono, ya que estoy sola, sin compañeros. Llego, me cambio de ropa y comienza la carrera: hay que limpiar a destajo, al máximo, terminar todo en tres horas, procurando no tener que quedarte más tiempo, porque ese tiempo corre por tu cuenta y todo lo que te quedes de más no te lo van a pagar.

En eso se basa la “confianza” para que la relación laboral se mantenga, siempre dándolo todo, y a veces exigen que seas como un profesional planchando o cocinando. A mí personalmente una empleadora me despidió porque decía que yo no sabía freír un huevo, cuando lo acordado era que yo no tenía que cocinar.

Al final del día llegas a casa y sigues con las tareas domésticas, la comida, la plancha etc. Todo por la familia.

Lo peor de estas condiciones de trabajo es ir cumpliendo años, físicamente vas notando como tu fuerza se va mermando, empiezan los achaques y a veces tienes que ir a trabajar sin encontrarte bien de salud porque si no lo haces ya sabes que esa semana no cobras el sueldo. Conozco compañeras del mismo bloque que siguen trabajando después de los sesenta y cinco, no se pueden jubilar porque han trabajado de forma ilegal y su sueldo no da para pagarse autónomos.

En estos días, mientras escribía este artículo, me han despedido del domicilio en el que más años llevaba trabajando. Al parecer se ha roto la “confianza” que mi jefa tenía depositada en mí, porque no me he quedado más tiempo (una vez más) para vaciar el lavavajillas y fregar los cacharros a mano, porque se le había estropeado. A diferencia de otros trabajos en el momento que se rompe la famosa “confianza” te pueden despedir sin contemplaciones. En mi caso ha sido un despido improcedente porque no me ha avisado quince días antes y no me ha entregado la carta de despido, me ha liquidado con seiscientos miserables euros después de trece años y por supuesto sin derecho a cobrar el paro.

Pero yo me pregunto, ¿dónde está el límite entre el trabajo realizado y las horas que te tienen contratada? En muchas ocasiones tienes que quedarte más tiempo que el acordado, porque no da tiempo a realizar todas las tareas. Pero en ese caso ¿quién valora la “confianza”?

Soy una trabajadora precaria de la limpieza. Al escribir este artículo me sumo a las compañeras que han denunciado sus condiciones de trabajo, y os animo a seguir haciéndolo. Pero la denuncia es el primer paso. Lo que tenemos que hacer es organizarnos para terminar con este sistema de explotación.



workers of the world stop working






La democracia no te hace libre



Sacar la cabeza de la urna




Los trabajadores de la industria del pollo llevan pañales porque tienen prohibidos los descansos




Los estadounidenses no pueden parar de comer pollo. Lo hacen más que nunca en toda su historia — en 20 años el consumo del ave de corral se ha multiplicado en un 30 por ciento.

El mercado estadounidense sabe lo que quiere: quiere pollo y lo quiere barato. Y quiere variedad. Quiere variedad de formas, de sabores y de formatos. Pero baratos. Así la imparable demanda está exprimiendo a la industria de las aves de corral estadounidenses hasta extremos sin precedentes.

En este sentido, las cuatro monstruosas corporaciones que se dedican a criar y envasar aves de corral — Tyson Foods, Perdue Farms, Sanderson Farms y Piligrim's Pride — han resuelto, como ha hecho toda la industria desde la noche de los tiempos, apostar todavía más por la cantidad.

En este contexto, los grandes perjudicados por el súbito aumento de la producción están siendo lo trabajadores, hombres y mujeres que trabajan en monumentales cadenas de producción, que hacen horarios ilegales a velocidades desorbitantes, para satisfacer el apetito de una nación con una indiscutible tendencia a la obesidad. Trabajan jornadas de más de 10 horas por las que cobran menos de 10 dólares la hora y en las que solo les está permitido un descanso de media hora.

La presión para mantener la producción a toda máquina es tan agobiante que cada día los supervisores deniegan a sus trabajadores el permiso para ir al lavabo en varias ocasiones. Así lo concluye el informe de Oxfam América, que la organización humanitaria ha decidido titular de manera tan premonitoria como poco ambigua: No hay desahogo: la prohibición de los descansos para ir al lavabo en la industria del pollo.

De tal manera, y para evitar verse en el trago de tener que orinar o defecar en el suelo de la planta en algún momento de apuro, muchos trabajadores se han acostumbrado a trabajar en pañales. "Tenía que llevar sabanillas", ha reconocido un trabajador a Oxfam. "Claro que no solo yo: otros muchos decidieron llevar pañales".

Cada planta pollificadora y cada departamento de la industria trata los descansos para ir al lavabo de manera distinta. Sin embargo, la mayoría de los trabajadores que laburan en el escalafón más bajo de la cadena, aseguran que dejar la cadena de producción e ir al lavabo es un privilegio poco habitual, nunca un derecho. Si un trabajador necesita ir al lavabo entonces alguien tiene que sustituirle en la cadena hasta su regreso. 

Sobre cómo la industria del pollo trata a sus trabajadores como basura. Leer más aquí.

Según cuentan los mismos trabajadores, a veces encontrar a alguien que te reemplace puede llevar una hora. Y en ocasiones el reemplazo nunca llega. Un trabajador en la planta de Pilgrim, en Alabama, ha asegurado a Oxfam que la única ocasión en la que ella y sus cientos de colegas recibieron permiso para utilizar el lavabo fue durante su descanso para almorzar, el único al que tienen derecho en toda la jornada, un descanso de media hora.

El caso es que quitarse el uniforme para trabajar, comer, hacer la cola para ir al baño y volver a tu lugar en la cadena de producción es una operación que lleva casi exactamente 30 minutos. Es decir que te tienes que pasar la mitad de tu descanso en el lavabo y la otra comiendo.

Un informe elaborado conjuntamente en 2013 por el Southern Poverty Law Center y el Alabama Appleseed Center para la Justicia y el Derecho, titulado Velocidades temerarias: la industria de las aves de corral en Alabama y sus trabajadores desechables, denunciaba que algunos trabajadores habrían asegurado que las políticas de algunas plantas pollificadoras limitaban los descansos para ir al lavabo a 5 minutos.

"Los trabajadores confesaban cómo tenían que despojarse del uniforme mientras salían rumbo al lavabo a la carrera, una acción tan embarazosa como necesaria para cumplir con los 5 minutos de límite", concluía el informe. "La carrera hacia el baño es peligrosa puesto que las procesadoras de animales muertos acostumbran a tener zonas resbaladizas por acumulación de grasas, sangre, agua u otros líquidos".

Una trabajadora que ha hablado con VICE News a condición de aparecer bajo pseudónimo, Susana, ha asegurado que su supervisor en una de las plantas que la corporación Tyson tiene en Arkansas, donde ella trabaja, permite que sus trabajadores vayan al lavabo siempre y cuando no sea durante más de 7 minutos.

El trabajo de Susana consiste en limpiar los pollos que acaban de ser destripados. Según cuenta, el olor que largan los cadáveres es hediondo, una suerte de mezcla en que conviven el tufo a sangre de pollo, con un poderoso olor a lejía, relata. Susana dice que, además, en las plantas hace mucho frío. En realidad, lo que sucede en muchas de ellas es que se prescinde de la calefacción para así evitar que la maquinaria se sobrecaliente. 

Susana fue una de los 200 trabajadores afectados por un escape registrado en un gasoducto de gas cloro en 2011. Actualmente está litigando contra la compañía para la que trabaja, a la que demandó por aquel accidente. A fin de cuentas, Susana tiene serias dificultades respiratorias desde el incidente, pero asegura que continúa en Tyson porque tiene dos hijos que mantener y la empresa le paga la sanidad, que en Estados Unidos es privada y muy cara.

En su caso y debido a sus problemas respiratorios, le cuesta ir y volver del baño en 7 minutos, se le permite ausentarse un poco más — por sus problemas, algo que no sucede con sus colegas.

"Lo que sí les dice, o les recomiendan, es que no beban demasiada agua, de manera que no tengan que ir al lavabo", cuenta Susana. Lo cierto es que muchos de los trabajadores entrevistados por Oxfam también han confesado que les está prohibido beber más allá de cierta cantidad de líquido al día para así evitar que tengan que ausentarse para orinar. 

Susana asegura que el límite de visitas al lavabo le acostumbra a provocar un dolor físico. 

"No solo sufre la dignidad del trabajador: el peligro es real y puede acarrear importantes problemas de salud", advierte el informe. La contención de la orina puede provocar infecciones urinarias que si se dejan sin tratar pueden provocar una sintomatología de resfriado que enseguida puede complicarse con una infección de riñón, un riesgo que, en el peor de los casos, puede abocar a su víctima a la muerte.

Las mujeres embarazadas de hecho, tienen un riesgo especialmente elevado de contraer infecciones de orina o de riñón, que pueden lesionar gravemente tanto a la madre como al feto. El tratamiento, además, puede ser complicado. La industria del pollo es conocida, entre otras lindezas, por embutir a sus animales de antibióticos, para evitar según qué enfermedades, y por inyectarles agua, para multiplicar su densidad corporal.

Los antibióticos suministrados a los animales pueden resultar nocivos para aquellos trabajadores que manipulan los cadáveres de los animales. Algunos, de hecho, terminan desarrollando una resistencia al antibiótico, lo cual ha complicado su proceso de recuperación tras haber contraído alguna infección vírica. Muchos de los trabajadores a los que se entrevista en el informe han denunciado padecer dolores estomacales y de riñones.

Desde la década de 1970, la administración de Salud y Seguridad Ocupacional (OSHA en sus siglas inglesas) ha sido la encargada de supervisar la seguridad de los trabajadores de la escabrosa industria cárnica de Estados Unidos. La administración ha elaborado algunas regulaciones estandarizadas sobre las condiciones de trabajo y lleva a cabo inspecciones regularmente para comprobar que la normativa está siendo respetada.

Sin embargo, la administración anda corta de personal y de presupuesto, de manera que en el año 2013 solo pudo inspeccionar un 1 por ciento de las plantas cárnicas del país. 

Lo peor del caso es que cuando la administración llega a inspeccionar plantas cárnicas, las sanciones por las violaciones de la regulación son completamente irrisorias. De tal manera, en 2014 el promedio de una sanción federal promovida por la administración por una "violación seria" — amenazas contra la salud y la seguridad en el trabajo que pueden desembocar en lesiones o hasta en la muerte — era de solo 1.972 dólares.

Una cámara oculta muestra cómo maltratan pollos en un matadero en EEUU. Leer más aquí.

En respuesta al informe, Deborah Berkowitz, una exagente de la administración de Seguridad Ocupacional (ahora con contrato senior en el National Employment Law Project), escribió un artículo de opinión en la revista Quartz en el que aseguraba que lo que los trabajadores habían relatado a Oxfam se parecía mucho a los que ella misma habría presenciado durante la época que trabajó en OSHA.

"Soy testigo de los peligros. Los trabajadores de la industria del pollo forman líneas interminables en la interminable cadena de producción. Trabajan hombro con hombro frente las cintas transportadoras. La mayoría emplean tijeras y cuchillos, y lo hacen en condiciones frías, húmedas y extremadamente ruidosas. Están obligados a repetir los mismos movimientos forzosos miles y miles de veces al día, mientras se dedican a despellejar, estriar, cortar, deshuesar y envasar los pollos. Normalmente una planta procesa unos 180.000 pollos al día. Un trabajador acostumbra a manipular unos 40 por minuto".

Berkowitz advierte que "el acceso al lavabo está regulado por las leyes de seguridad en el trabajo de Estados Unidos. Sin embargo, la falta de personal y de presupuesto de la agencia entrañaría que tuvieran que pasar 100 años antes de que el personal de la misma hubiese podido supervisar todos los lugares de trabajo de Estados Unidos". Según relata, las corporaciones contratan cada vez a más personal para así conseguir que sea más fácil reemplazar a aquellos que necesitan ir al lavabo.

Muchos de los trabajadores que desempeñan su labor en semejantes condiciones son parte de un población vulnerable y reconocida de trabajadores. La industria lo sabe bien, así que se dedica a contratar a "poblaciones marginales y vulnerables". Así lo concluía un informe elaborado por Oxfam América hace cuatro años.

"De los 250.000 personas aproximadas que trabajan en la industria del pollo, muchos son de color, migrantes o refugiados", señalaba aquel informe. Muchos proceden de países como Birmania, Sudán o Somalia y han sido contratados gracias a tratados de reasentamiento laboral suscritos entre aquellos países y Estados Unidos. Bacilio Castro, un extrabajador de la industria del pollo en la compañía Case Farms de Carolina del Norte, asegura a VICE News que está convencido de que más de la mitad de sus colegas no tienen papeles.

El Consejo Nacional del Pollo (NCC en sus siglas inglesas) — una asociación de comerciantes que representa los intereses de la industria del pollo en Estados Unidos — emitió un comunicado ayer en el que cuestiona las denuncias de Oxfam contra la industria.

El texto señala que "se trata de denuncias que no nos sientan bien" y asegura que "cuestionan que Oxfam se dedique a hacer un retrato general de la industria con un pincel de brocha gorda, apenas apoyado por un puñado de denuncias anónimas" afirma el comunicado. En este sentido, sostiene el consejo "estamos convencidos de que los casos denunciados son extremadamente inusuales y de que las industria de las aves de corral de Estados Unidos trabaja muy duro para prevenir situaciones parecidas".

El aumento del consumo de carne en los países en vías de desarrollo podría conllevar más infecciones resistentes a los antibióticos en los humanos. Leer más aquí

"Coordinar los descansos para ir al lavabo en un lugar de trabajo no es algo que sea exclusivo de la industria del pollo", añade el comunicado del NCC. "Se puede tratar de un conductor de autobuses, de un barman, de un cajero de un banco o de alguien que trabaja en un trabajo de producción... los descansos para ir al lavabo están contemplados y pensados para el empleado".

Gary Mickelsen, portavoz de comidas Tyson asegura a VICE News a través de un correo electrónico, que su empresa estaba preocupada "por esta serie de denuncias anónimas" y que "si bien no tenemos ninguna evidencia de que sean verdad, están trabajando para asegurarse de que la normativa sobre descansos para ir al lavabo está siendo respetada y de que las necesidades de nuestro equipo de trabajadores sean atendidas".

Mickelsen también asegura que algunos representantes de su compañía ya se habían reunido con gente de Oxfam anteriormente para discutir temas parecidos y que ya fueron informados "de que estamos convencidos de estar al frente de una empresa que se preocupa por sus trabajadores y que está abierta a escuchar consejos que informen de lo que puedan hacer para mejorar".

"Proteger y asegurar la salud y la seguridad de cada miembro del equipo de Pilgrim es una de nuestras preocupaciones fundamentales", escribe Cameron Bruett de Pilgrim's Pride, quien aprovecha para añadir que los empleados de la misma "tienen la posibilidad de denunciar injusticias a través de un proceso de resolución de disputa, un proceso negociado y arbitrado sindicalmente", explica. Además, sus trabajadores también pueden acceder a la llamada "Pride Line", — una línea de atención telefónica abierta las 24 horas donde pueden denunciar cualquier irregularidad".

Julie DeYoung, de Perdue Farms también asegura que "la salud y el bienestar de nuestros trabajadores es fundamental y nos tomamos estas denuncias muy seriamente".

"Las situaciones denunciadas no parecen estar relacionadas con los usos y las prácticas de Perdue. En realidad, Perdue dispone de una Política de Puertas Abiertas que incluye una línea de asistencia telefónica gratuita y anónima en la que cada cuál puede expresar lo que le preocupa. Hemos revisado la situación y podemos decir que nadie ha denunciado nada a través de nuestra línea".

Por su parte, los representantes de Sanderson Farms se han abstenido de hacer declaraciones.

Oxfam asegura que su informe es el resultado de 3 años de investigaciones, de cientos de entrevistas con extrabajadores y trabajadores actuales de la industria de las aves de corral, con especialistas médicos y activistas, y que está desarrollando investigaciones paralelas sobre el mismo tema. Así, de los 266 trabajadores a los que se ha preguntado en Alabama, el 80 por ciento ha asegurado que no se les permite ir al lavabo cuando así lo piden.


https://news.vice.com/es/article/trabajadores-industria-pollo-no-lavabo-panales-infecciones-problemas-salud-eeuu?utm_source=vicenewsesfb

V ANIVERSARIO DE POLÍTICOS PARTIDOS


VIERNES 6 DE MAYO

**20:30h. Proyección y coloquio "¡Qué trabaje Federica!
Peli documental sobre la aversión al trabajo por parte de los obreros durante la revolución española de 1936. Contaremos con la presencia de su director Carlos Plusvalías.
Duración: 30min

**Después habrá tapeo vegano (aloo samosa, empanadillas de patata y guisantes al estilo hindú) y bebidas

Lugar: Casa del Barrio C/Maestro Arbos 13, Getafe <Metro/RENFE> Getafe Central

Como llegar:
https://maps.here.com/directions/walk/Getafe-Centro,-Calle-Ferrocarril,-28901-Getafe,-Espa%C3%B1a:724ezjm7-8537410163474c0eb46ee3b36770efde/Calle-Maestro-Arb%C3%B3s,-13,-28904-Getafe,-Espa%C3%B1a:40.311199,-3.738979?map=40.31053,-3.73626,17,pedestrian&fb_locale=es_LA&x=ep

Más información:
http://www.pepitas.net/libro/los-obreros-contra-el-trabajo


SÁBADO 7 DE MAYO

**20h. (escrupulosa puntualidad)

SKÜINKLE (HxC/SCREAMO)


ENOLAGAY (CRUST-SKA)

**Habrá rifa con fanzines y productos veganos

LUGAR: Bar Home, C/Escaño 21 Getafe

Como llegar:



Por una actividad libre, espontánea y placentera




El Gobierno galardona a Cándido Méndez por su trabajo y esfuerzo


El Consejo de Ministros reconoce al sindicalista su "incansable" trabajo durante 22 años desde UGT otorgándole un codiciado premio.


El Consejo de Ministros ha aprobado este viernes la concesión, a dos días del 1 de mayo, de 14 medallas de oro al Mérito en el Trabajo y entre los galardonados ha distinguido a los exsecretarios generales de UGT y CCOO, Cándido Méndez y José María Fidalgo, por su gestión sindical en la búsqueda del diálogo social.
Otra de estas medallas, que se conceden con el fin de premiar el mérito de una conducta socialmente útil y ejemplar, ha recaído en el presidente de Mercadona, Juan Roig, como referente en el sector de la distribución en España y por su progresiva expansión que le ha llevado a generar 61.000 empleos.

Las medallas, concedidas a propuesta de la ministra de Empleo en funciones, Fátima Báñez, también han premiado a la Confederación Empresarial Española de la Economía Social (CEPES) por su capacidad de interlocución con los poderes públicos, y al bailarín Víctor Ullate, por el compromiso social que le llevó a crear la Fundación para la Danza que lleva su nombre.

También han resultado galardonados el catedrático en Derecho del Trabajo e inspector Alfredo Montoya, elegido mejor laboralista español por la Asociación Nacional de Abogados Laboralistas; y la creadora de Infoempleo, María Benjumea, uno de los portales de internet más importantes de España con 4 millones de usuarios registrados.

Otra de los destacadas con este premio ha sido la presidenta de Galletas Gullón, María Teresa Rodríguez Sainz-Rozas, una empresa familiar fundada en 1892 que hoy es la primera empresa galletera española y genera un volumen de empleo de más de 900 personas.

También ha sido galardonado Mariano Puig Planas, responsable del Grupo Puig, una empresa familiar en sus inicios que hoy emplea a más de 4.000 personas y Alberto Palatchi Ribera, que convirtió una pequeña tienda de bordados en el Grupo Pronovias, con un volumen de empleo cercano a las 1.000 personas.

Otros premiados han sido: el presidente del Grupo Cosentino, Francisco Martínez-Cosentino, que convirtió la pequeña fábrica heredada de su padre en un de las empresas familiares más importantes de Andalucía; el presidente de Famadesa, Federico Beltrán Galindo, un grupo empresarial que genera mil empleos directos y la galerista Soledad Lorenzo García, que cedió su colección privada de arte al Museo Reina Sofía.

Otra de las medallas al mérito en el trabajo ha recaído en la Federación gallega de Redeiras Artesás "O Peirao" por su labor a favor del reconocimiento de quienes ponen a punto las redes de pesca, que antes no se consideraba un oficio, y su aportación al patrimonio cultural de Galicia.



El trabajo no puede ser redefinido



Después de siglos de adiestramiento, el hombre moderno ya no se puede imaginar, sin más, una vida más allá del trabajo. En tanto que principio imperial, el trabajo domina no sólo la esfera de la economía en sentido estricto, sino que también impregna toda la existencia social hasta los poros de la cotidianidad y la vida privada. El «tiempo libre», ya en su sentido literal un concepto carcelario, hace mucho que sirve para la «puesta a punto» de mercancías a fin de velar por el recambio necesario.

Pero incluso más allá del deber interiorizado del consumo de mercancías como fin absoluto, las sombras del trabajo se alzan también fuera de la oficina y la fábrica sobre el individuo moderno. Tan pronto como se levanta del sillón ante la televisión y se vuelve activo, todo hacer se transforma inmediatamente en un hacer análogo al trabajo. Los que hacen footing sustituyen el reloj de control por el cronómetro, en los relucientes gimnasios la calandria experimenta su renacimiento postmoderno, y los veraneantes se chupan un montón de kilómetros en sus coches como si tuviesen que alcanzar el kilometraje anual de un conductor de camiones de largas distancias. Incluso echar un polvo se ajusta a las normativas DIN de la sexología y a criterios de competencia de las fanfarronadas de las tertulias televisivas.

Si el rey Midas vivió como una maldición que todo lo que tocaba se convirtiese en oro, su compañero de fatigas moderno acaba de sobrepasar ya esa etapa. El hombre del trabajo ya no se da cuenta ni de que al asimilar todo al patrón trabajo, todo hacer pierde su calidad sensual particular y se vuelve indiferente. Al contrario: sólo por medio de esta asimilación a la indiferencia del mundo de las mercancías le puede proporcionar sentido, justificación y significado social a una actividad. Con un sentimiento como el de la pena, por ejemplo, el sujeto del trabajo no es capaz de hacer nada; la transformación de la pena en «trabajo de la pena» hace, no obstante, de ese cuerpo emocional extraño una dimensión conocida sobre la que uno puede intercambiar impresiones con sus semejantes. Hasta el sueño se convierte en el «trabajo onírico», la discusión con alguien amado, en «trabajo de pareja», y el trato con niños, en «trabajo educativo». Siempre que el hombre moderno quiere insistir en la seriedad de su quehacer ya tiene presta la palabra «trabajo» en los labios.

El imperialismo del trabajo, en consecuencia, también se deja sentir en el uso común del lenguaje. No sólo estamos acostumbrados a usar inflacionariamente la palabra «trabajo», sino también a dos ámbitos de significado muy diferentes. Hace tiempo que «trabajo» ya no se refiere solamente (como correspondería) a la forma de actividad capitalista del molino-fin absoluto, sino que este concepto se ha convertido en sinónimo de todo esfuerzo dirigido a un fin y ha borrado así sus huellas.

Esta imprecisión conceptual prepara el terreno para una crítica de la sociedad del trabajo tan poco clara como habitual, que opera exactamente al revés, o sea, a partir de una interpretación positiva del imperialismo del trabajo. A la sociedad del trabajo se le reprocha, justamente, que aún no domine la vida lo suficiente con su forma de actividad porque, al parecer, hace un uso «demasiado estrecho» del concepto de trabajo, al excomulgar moralistamente del mismo el «trabajo propio» o la «autoayuda no remunerada» (trabajo doméstico, ayuda comunitaria, etc.), y considerar trabajo «verdadero» sólo el trabajo retribuido según criterios de mercado. Una valoración nueva y una ampliación del concepto de trabajo debería acabar con esta fijación unilateral y con las jerarquizaciones que se siguen de ésta.

Este planteamiento, por lo tanto, no se propone la emancipación de las imposiciones dominantes, sino exclusivamente una reparación semántica. La enorme crisis de la sociedad del trabajo se ha de superar, consiguiendo que la conciencia social eleve «verdaderamente» a la aristocracia del trabajo, junto con la esfera de producción capitalista, a las formas de actividad hasta ahora inferiores. Pero la inferioridad de tales actividades no es meramente el resultado de un determinado punto de vista ideológico, sino que es consustancial a la estructura fundamental del sistema de producción de mercancías y no se supera con simpáticas redefiniciones morales.

En una sociedad dominada por la producción de mercancías como fin absoluto, sólo se puede considerar riqueza verdadera lo que se puede representar en forma monetarizada. El concepto de trabajo así determinado se refleja imperialmente en todas las demás esferas, pero sólo negativamente, al hacerlas distinguibles en tanto que dependientes de él. Las esferas ajenas a la producción de mercancías se quedan, por lo tanto, necesariamente en la sombra de la esfera capitalista de producción, porque no entran en la lógica abstracta de ahorro de tiempo propia de la economía de empresa; a pesar de que y justamente porque son tan necesarias para la vida como el campo de actividades separado, definido como «femenino», de la economía privada, de la dedicación personal, etc.

Una ampliación moral del concepto de trabajo, en vez de su crítica radical, no sólo encubre el imperialismo social real de la economía de producción de mercancías, sino que además se encuadra excelentemente en las estrategias autoritarias de administración estatal de la crisis. La exigencia, elevada desde los años setenta, de «reconocer» socialmente como trabajo plenamente válido también las «tareas domésticas» y las actividades en el «sector terciario», especulaba en un principio con aportaciones estatales en forma de transferencias financieras. No obstante, el Estado en crisis le da la vuelta a la tortilla y moviliza el ímpetu moral de esta exigencia, en el sentido del temido «principio de subsidiaridad», en contra de sus esperanzas materiales.

El canto de loa del «voluntariado» y del «trabajo comunitario» no trata del permiso para hurgar en las arcas estatales, de por sí bastante vacías, sino que se usa como coartada para la retirada social del Estado, para los programas en curso de trabajo forzoso y para el mezquino intento de hacer recaer el peso de la crisis sobre las mujeres. Las instituciones sociales oficiales abandonan sus obligaciones sociales con el llamamiento, tan amistoso como gratuito, dirigido a «todos nosotros» para combatir, en el futuro, la miseria propia y ajena con la iniciativa privada propia y para no volver a hacer reclamaciones materiales. De este modo, una acrobacia de definiciones con el concepto de trabajo aún santificado, mal entendida como programa de emancipación, abre todas las puertas al intento del Estado de llevar a cabo la abolición del trabajo asalariado como supresión del salario, manteniendo el trabajo, en la tierra quemada de la economía de mercado. Así se demuestra involuntariamente que la emancipación social hoy en día no puede tener como contenido la revalorización del trabajo, sino sólo su desvalorización consciente.

C. Krisis


https://revistanada.com/2014/07/22/el-trabajo-no-puede-ser-redefinido/