Hamburguesas VS valor


El trabajo asalariado siempre es explotación. Las condiciones de trabajo son, por supuesto, mucho mejores para un obrero de un restaurante sueco que para, por ejemplo, un niño que trabaja en una fábrica de zapatos en China. El problema es que sólo hay un mundo, donde las condiciones y la explotación de los obreros en Suecia y en China están conectadas entre sí. Si uno se toma en serio el cambiar al mundo, hay que atacar la base misma de la que depende el capital: el trabajo asalariado.

Kämpa Tillsammans “Hamburguesas vs valor”


Publicado en Riff-Raff nº 3-4, invierno-primavera de 2003. Se adjuntan al final dos notas críticas añadidas por Comunistas de Conselhos da Galiza, incluidas en la versión gallego-portuguesa del texto, publicada en Boletín Igneo, nº 3, primavera de 2005. En el texto se indican con asteriscos en rojo.


Este texto tiene dos objetivos. El primero es tratar de despertar un interés en el curso diario de la lucha de clases que se libra todos los días en todos los lugares de trabajo. Voy a tratar de mostrar que algo tan completamente falto de glamour y ordinario como trabajar en un restaurante, o más bien las pequeñas luchas ocultas que se libran contra el trabajo asalariado en ese lugar, son una parte del movimiento comunista . El otro objetivo es mostrar que los conceptos teóricos como capital, comunismo, valor de uso y valor de cambio no son algo abstracto y académico, sino más bien algo concreto que influye en nuestras vidas y que a su vez recibe nuestra influencia.

Hacer hamburguesas 

Mi último trabajo fue en un restaurante de hamburguesas. A pesar de que el restaurante no pertenecía a ninguna empresa multinacional como McDonalds o Burger King, era bastante grande y estaba abierto todos los días de la semana, su único horario de cierre era entre las 7 y las 10 de la mañana. La mayoría de las personas que trabajaban allí eran adolescentes o gente como yo en sus 20 años, en su mayoría muchachas. La mayoría tenía otro trabajo o iba a la escuela mientras trabajaba en el restaurante. Las personas iban y venían todo el tiempo. No aguantaban las condiciones de trabajo o creían que el salario era demasiado malo. La mayoría de los empleados estaban contratados ilegalmente y había que trabajar por más de un año para obtener un contrato normal y un salario normal. Antes de que eso pasara, eras un aprendiz con un salario mucho más bajo. Ser un aprendiz significaba también que el patrón podía despedirte cuando se le diera la gana. La mayoría de las personas que trabajaban allí decidían no trabajar en el restaurante por más de un par de meses. Todos estábamos constantemente en busca de otro trabajo u otra forma de obtener dinero. 

Mucha gente creía que los empleados estaban mejor en ese restaurante que, por ejemplo, en McDonalds. Pensaban esto porque el restaurante no era propiedad de una gran empresa, sino de un hombre, y también porque había rumores de que el propietario donaba dinero a los equipos de fútbol y a la beneficencia. Los que trabajábamos allí, sabíamos que esto no era verdad. Hubo gente de izquierda que incluso se atrevio a decirme que era bueno que yo trabajara en el restaurante, ya que no era una empresa multinacional y también a causa de los rumores acerca de la personalidad filantrópica del propietario. No entendían que el conflicto entre el capital y el proletariado se encuentra en todos los lugares de trabajo, se trate de un restaurante o de una fábrica, una pequeña empresa o una gran empresa, fuera propiedad de un particular o del Estado. Mientras exista el trabajo asalariado habrá capital, y mientras exista el capital habrá resistencia al mismo. Esta resistencia, la lucha de clases, no sólo se demuestra en formas dramáticas, como las huelgas, las ocupaciones y los disturbios, sino también en los pequeños intentos de escapar del trabajo y las luchas ocultas dirigidas contra el valor como el robo, el sabotaje y el trabajo a reglamento. Esta pequeña y oculta resistencia contra el trabajo asalariado ha sido descripta como termitas que lentamente erosionan los cimientos en los que el capitalismo se erige . Nosotros en Kämpa Tillsammans! denominamos a estas luchas como “resistencia anónima”, porque una de sus características es que son invisibles y anónimas, algo que a menudo también las convierte en invisibles para los “revolucionarios”.

El comunismo como movimiento 

El trabajo asalariado siempre es explotación. Las condiciones de trabajo son, por supuesto, mucho mejores para un obrero de restaurante sueco que para, por ejemplo, un niño que trabaja en una fábrica de zapatos en China. El problema es que sólo hay un mundo, donde las condiciones y la explotación de los obreros en Suecia y en China están conectadas entre sí. Si uno se toma en serio el cambiar al mundo, hay que atacar la base misma de la que depende el capital: el trabajo asalariado. 

El problema central para el capital es poner a la gente a trabajar para que puedan crear valor. Bajo el capital el trabajo como actividad humana y los medios de producción son apropiados de los hombres y, por lo tanto, se nos obliga a vender nuestra fuerza de trabajo para sobrevivir. Nuestra actividad humana está secuestrada por la economía, que la separa de nosotros. Esto nos hace olvidar que de hecho somos nosotros los que, a través de nuestras propias relaciones sociales entre sí, y por nuestras propias acciones, creamos al mundo. El capital es un monstruo hecho por el hombre, y no un misterioso fantasma que flota sobre nuestras cabezas, fuera de nuestro alcance. La creencia generalizada de que las personas no pueden cambiar el mundo, o incluso su propia vida cotidiana, tiene su origen en esta separación. La sensación de sinsentido y la apatía también puede rastrearse en el hecho de que nuestra actividad está separada de nosotros y vuelta en nuestra contra como una fuerza extraña. Como alguien ha dicho, la noción de Marx de que la humanidad se realiza a sí misma a través de su actividad ha llegado a ser tan extraña que pertenece a otro mundo. 

Ese mundo –el comunismo- se manifiesta en las luchas y actividades que se libran contra el capital en los lugares de trabajo, en las escuelas, en las calles y en los hogares; no como una sociedad, por supuesto, sino como una tendencia, como un movimiento. Si el comunismo es un movimiento que se manifiesta ante nuestros ojos, entonces debemos observarlo. 

Si somos tan ciegos que no entendemos la importancia de la lucha de clases cotidiana, a pesar de lo débil y aislada que esté, entonces nunca entenderemos realmente que la dinámica detrás de estas luchas y actividades en curso es, de hecho, el comunismo en sí. Esta resistencia cotidiana es, en el peor de los casos, pasada por alto como algo que no es interesante en absoluto. Para las personas que tienen este punto de vista las únicas luchas que cuentan son las grandes luchas heroicas y glamorosas como las huelgas y ocupaciones de lugares de trabajo. O no les interesa la importancia de estas luchas para los obreros o, simplemente, no la entienden. Que la “resistencia anónima” se libre día a día contra el capital y el trabajo asalariado y que a veces incluso pueda ser más eficaz que estas luchas abiertas, y que también son los primeros pasos importantes para una mayor y más amplia comunidad de resistencia contra el capital, es algo que no alcanzan a ver. Que el comunismo oculta su rostro detrás de estas luchas es algo que ni siquiera creerían en sus más locos sueños. Para ellos el comunismo es un sistema económico a construir. No es un movimiento que nace del seno de la vieja sociedad, y no es una actividad que cambia fundamentalmente nuestra relación con el mundo, con el otro, con la vida misma.

Intentos de escapar del trabajo 

Como he dicho antes, la gente llegaba y se iba todo el tiempo del restaurante. La mayoría de las personas sólo trabajaban allí durante algunos meses y luego renunciaban. A menudo habían encontrado otro trabajo o se habían hartado del restaurante. Cuando yo trabajé en el restaurante sólo estaba el patrón, su hijo y los amigos cercanos del hijo que habían trabajado en el restaurante por más de dos años. El conflicto entre “los nuevos” (la mayoría de los que trabajaban allí) y los pocos que habían trabajado en el restaurante desde hace mucho tiempo, fue evidente desde el primer día de trabajo. Esto se veía con toda claridad porque eran el hijo del patrón y su amigo los que armaban el calendario de trabajo y, por lo tanto, siempre se quedaban con los mejores turnos. No sólo nosotros, que acabábamos de empezar a trabajar allí, sino también las personas que habían trabajado allí durante varios meses o incluso un año, obtuvieron los peores turnos de trabajo, principalmente por las noches, sobre todo las de los viernes y los sábados. También le informaban al patrón todo lo que hacíamos y decíamos, por lo que pronto fueron considerados como los espías del patrón. También fue esta gente la que nos dijo las reglas del restaurante –por ejemplo, estaba prohibido hablar de los salarios y compararlos entre sí. Esto por supuesto significaba que la primera pregunta que le hacíamos a un nuevo compañero de trabajo cuando lo conocíamos era cuánto ganaba. 

“Los nuevos” (la mayoría de los que trabajaban allí y que no habían trabajado más de un año) no se identificaban con su trabajo o su lugar de trabajo. Estábamos allí porque necesitábamos dinero y éramos abiertos entre nosotros sobre este tema. Los nuevos también eran más bien abiertos al hecho de que todos nosotros, de diferentes maneras, tratábamos de escapar del trabajo. 

Dos compañeros de trabajo y yo creamos algo que se puede comparar con un grupo de afinidad. Esto no era algo que habíamos planeado, aunque por supuesto habíamos conversado acerca de que nos desagradaba el trabajo, que pensábamos que el salario era malo y cosas así. Pero nunca habíamos hablado de tratar de crear algunas actividades contra el trabajo. Esto sucedió casi espontáneamente. La primera cosa que hicimos juntos fue que uno de nosotros marcaba tarjeta por el otro. No sé quién lo hizo la primera vez, pero este pequeño intento de escapar del trabajo fue algo que continuamos pero planificándolo en conjunto. Esto significaba que dos de nosotros podían entrar al trabajo muy tarde y se nos pagaba por el tiempo que no estábamos allí. También funcionaba muy bien para la persona que trabajaba sola porque al principio de los turnos a menudo no había nada que hacer. Teníamos que ser muy cuidadosos a fin de que el patrón o sus pequeños “espías” no nos atraparan. Después de esto, empezamos a tomar dinero de la caja registradora para jugar al pinball o escuchar música de la rockola o, a veces, llevarnos el dinero a casa. Una de las reglas del patrón era, por supuesto, que no se nos permitía escuchar música o jugar al pinball en el trabajo (aun si lo pagábamos con nuestro propio dinero), a la cual por supuesto no le dimos importancia. Si no tomábamos demasiado dinero de la caja el patrón no se daba cuenta de nada, ya que había un pequeño margen que permitía el ingreso de precio incorrecto en las cajas. Otra cosa que hicimos para conseguir dinero fue tipear el precio equivocado en las cajas de modo que el patrón no pudiera darse cuenta de que el dinero faltaba. Cuando jugábamos al pinball o simplemente holgazaneábamos teníamos que asegurarnos de no descuidar demasiado a los clientes, ya que muchas de las personas que solían ir al restaurante eran amigas del patrón. 

Si eras un aprendiz trabajabas con otros dos en el turno de la noche, pero cuando el patrón pensaba que habías aprendido las cosas más importantes, trabajabas con una única persona. Eso significaba mucho más trabajo. Para contrarrestar esto cometíamos un montón de pequeños “errores” para que el patrón creyera que aún no estábamos lo suficientemente maduros como para trabajar de a dos. Por supuesto era muy importante que no cometiéramos errores demasiado grandes –en ese caso directamente habríamos perdido nuestro trabajo. Teníamos que tener cuidado. Este intento de escapar del trabajo fue precisamente creado por error. Una noche había mucho por hacer por lo que no tuvimos listas todas las cosas que deberíamos haber tenido antes de comenzar el turno. Tuvimos que trabajar unos quince o veinte minutos extra y lavar los últimos platos, llenar los suministros de alimentos y demás. El patrón trabajaba cada turno de la noche de modo que cometíamos estos errores muy a menudo, lo que significaba que trabajábamos quizás unos quince minutos extra o algo así, pero todavía podíamos trabajar de a tres en los turnos de la noche, lo que lograba que la jornada de trabajo fuera mucho más fácil y divertida. 

Todos estos pequeños intentos de hacer al trabajo más divertido y menos alienante fueron algo que tratamos de difundir y hacer circular a otros compañeros con los que no solíamos trabajar. No hicimos esto hablando abiertamente sobre la forma de huir de trabajo. En cambio, tratamos de hacer que las actividades hablaran por sí mismas y, después de eso, podíamos ser más abiertos con ellos. Muchas personas por supuesto ya hacían estas cosas. Compartimos consejos y todos tenían su propia manera de hacer que la jornada de trabajo fuera menos agobiante y más divertida. Por ejemplo, compartí las experiencias de nuestro pequeño “grupo de afinidad” sobre la forma de retrasar el día de trabajo con otras personas con las que trabajaba, para que el patrón pensara que eran necesarias tres personas en los turnos. La mayoría pensaba que era mejor terminar un poco más tarde que tener que trabajar más duro todo el día. Una de las grandes debilidades de nuestros intentos de escapar del trabajo (aparte del hecho de que todos eran muy defensivos) fue que ni siquiera tratamos de involucrar a más gente, sobre todo a quienes habían trabajado en el lugar más tiempo que nosotros. Simplemente asumimos que todos eran leales al patrón y al lugar de trabajo.

Comunicación, comunidad y juego 

El hablar con los demás, la comunicación, fue, desde luego, un medio importante para pasarla mejor en el lugar de trabajo. Se volvió más importante para mí personalmente cuando los dos chicos en mi “grupo de afinidad” dejaron de trabajar en el restaurante. Mi situación laboral había cambiado drásticamente porque no sabía en quien podía confiar y en quien no. Por supuesto, como ya he explicado, la mayoría de las personas hacían cosas similares a lo que hacíamos con mis amigos, pero había algunas personas que le contaban al patrón y a su hijo lo que la gente hacía en contra de su lugar de trabajo. Una de las mejores maneras de saber si podía confiar en una persona o no fue, desde luego, hablar de las cosas de las que no se nos permitía hablar. Como por ejemplo, comparar nuestros salarios o preguntarle si trabajaba “ilegalmente” (no pagaba ningún impuesto) y, si ese era el caso, cuánto de la jornada de trabajo era ilegal. Cuando se hablaba de esto siempre quedaba claro de que “lado” se encontraba uno. Los que no hablaban de estos temas no eran fiables. Si respondían a la pregunta podía pasarse al paso siguiente. Por ejemplo, me atreví a robar dinero de la caja con muchas otras personas, algo que antes había hecho principalmente con mi “grupo de afinidad”. Al hacer estas pequeñas cosas ilegales y secretas se creaba un sentido de comunidad y solidaridad entre nosotros. Una forma de resistencia que fortalecía este sentimiento de comunidad y creaba vínculos entre nosotros era la cuestión de quién debía organizar el trabajo y la forma en que debía organizarse. El patrón habitualmente solía venir a los turnos y nos indicaba cómo teníamos que hacer el trabajo. Él quería dividir el trabajo, de modo que una persona se encontrara en la cocina, otra lavara los platos y otra hiciera las hamburguesas. Esto significaba que todos nos aisláramos e hiciéramos las cosas por nuestra cuenta. Afortunadamente no había casi nadie que obedeciera estas reglas. Tan pronto como el patrón se iba, organizábamos juntos las actividades del trabajo y nos ayudábamos mutuamente. Estas cosas pueden ser vistas como algo sin importancia, o incluso podrían ser vistas como una semilla de una futura autogestión del capital. Pero ese no era el caso porque creaba una comunidad entre nosotros que era importante y también hacía que la jornada de trabajo fuera más fácil y divertida. Era una resistencia contra el aburrimiento y la alienación. Era una forma de trabajar menos. Era un medio, no un objetivo. Si hubiéramos podido encontrar un mejor trabajo u otro lugar de donde obtener dinero, o si hubiéramos podido ser parte de un movimiento más general y abierto que se propusiera abolir el capital, entonces creo que hubiéramos dejado el restaurante en vez de tratar de de organizar el trabajo nosotros mismos. 

Todos los que trabajaban allí tenían diferentes formas personales de crear una jornada de trabajo más emocionante y divertida y tratar de crear una especie de comunidad. A menudo la gente hacía cosas que no parecían tener ningún propósito o significado más que ser divertidas. Pero a menudo estas cosas eran un ataque indirecto contra el lugar de trabajo. La gente trataba de utilizar las mercancías en los lugares de trabajo para sí misma en lugar de venderlas. Por ejemplo, algunos chicos jóvenes solían divertirse friendo por largo tiempo la comida que no se suponía que había que freir por largo tiempo. Pensaban que era divertido jugar con las cosas. Una chicaba solía hacer malabares con la comida y hacer un montón de cosas de circo con ella que eran bastante impresionantes.

Otro experimentaba con las salsas y utilizaba una gran cantidad de especias en ellas, a menudo tanta cantidad que tenía que tirarlas a la basura (cuando el patrón se enteró de eso, se enojó muchísimo). Todos trataban de utilizar las mercancías en el trabajo para sí mismos. En lugar de venderlas, las utilizaban y se divertían con ellas en su manera personal, extraña y, a menudo, bastante infantil. Éste fue un pequeño intento de obtener control sobre la actividad que había sido robada de ellos y de aligerar la jornada laboral. Eran acciones contra la alienación y el aburrimiento en el trabajo.

La lucha contra el valor 

En la sociedad capitalista una hamburguesa es como cualquier otra mercancía, no tiene valor porque pueda ser usada, sino porque puede ser vendida. Una hamburguesa no tiene valor porque uno pueda comerla, sino porque puede ser vendida a una persona que tiene hambre. Bajo el capitalismo las cosas no sólo tienen un valor de uso (como el de una hamburguesa que puede ser comida), sino también un valor de cambio (la hamburguesa, como cualquier otra mercancía, puede venderse). Esto no es algo “natural”, como el capitalismo quiere hacernos creer. De hecho hay un gran conflicto en la sociedad en torno a estas dos condiciones. 

El comunismo es una actividad que entre otras cosas trata de suprimir el valor de cambio. Significa la creación de una comunidad humana donde las actividades de los hombres, entre otras cosas, verán las cosas como valores de uso, y no como valores de cambio como bajo el capitalismo. Esto se demuestra claramente en la lucha de clases. 

La lucha de clases se dirige contra la mercancía y el valor de cambio. En el restaurante eso estaba claro cuando tratábamos de usar las cosas que podíamos encontrar en el restaurante directamente, sin mediaciones, para nuestras propias necesidades, a pesar de lo extraño que estas necesidades pudieran parecer. Por ejemplo, los chicos que se divertían friendo los alimentos hasta que estuvieran destruidos o la chica que hacía malabares con los comestibles. Pero tal vez las ocasiones más abiertas y visibles en que tratábamos de usar las cosas como valores de uso y no como valores de cambio era cuando robábamos los alimentos u otras cosas del lugar de trabajo. Esto era más bien riesgoso ya que el patrón tenía un control muy estricto sobre los comestibles y sabía cuánta comida compraba la gente en un día, pero igualmente los robos se producían de vez en cuando. El sabotaje en el restaurante también se dirigía contra la transformación de las cosas en mercancías y valores de cambio por el capital. Una vez destruimos una gran cantidad de alimentos (mercancía, valores de cambio y, en ese caso, también valores de uso) porque el patrón había estado bastante irritante con nosotros. Otro chico y yo estábamos muy enojados no sólo con el patrón sino con toda la situación, porque odiábamos el lugar, así que nos fuimos a la nevera y sacamos una gran cantidad de cajas de alimentos y las destruimos. Esto podría ser visto como algo más bien irracional y carente de sentido, pero para nosotros en ese momento se sintió muy bien y fue un verdadero alivio. Luego que hiciéramos eso pusimos las cajas destruidas en la nevera, y colocamos otras cajas y cosas sobre ellas, de manera que tomara algunas semanas antes de que el patrón u otras personas lo notaran, y entonces nadie sabría quién lo había hecho. El sabotaje y la destrucción de las mercancías eran algo más raro que otras cosas como, por ejemplo, los robos. Pero cada vez que pasaba notábamos que el patrón estaba muy intimidado al respecto, y después de que alguien hubiera destruido algo se comportaba en forma más “correcta” hacia nosotros. Otra cosa que ocurría y se dirigía contra el valor, era que la gente deliberadamente tipeaba el precio incorrecto en las cajas. No hacíamos esto para irritar el patrón, sino porque pensábamos que era demasiado caro comer allí y porque era otra forma de crear una pequeña comunidad entre nosotros. No se trataba de una comunidad de obreros, sino más bien de proletarios cansados de ser proletarios, una comunidad (por pequeña y aislada que fuera) de actividades dirigidas contra el trabajo y el valor, contra las condiciones que hacen que los seres humanos sean proletarios.

La lucha contra el valor es algo que puede observarse en todas partes de la sociedad, desde el robo en el trabajo y el saqueo de tiendas hasta las ocupaciones de viviendas y lugares de trabajo. El comunismo es una actividad, que pretende ser tan poderosa que destruya el valor a través de la apropiación por la humanidad de su trabajo y de los medios de producción de los que ha sido separada.* 

El patrón 

Aunque a la mayoría de los que trabajábamos en el restaurante no nos agradaba el patrón y sus maneras de lograr que trabajásemos más duro, no podíamos dejar de sentir un poco de lástima y compasión por él. Él trabajaba todas las noches de la semana, y sólo se tomaba vacaciones una vez al año durante una semana o dos. Todos trabajábamos con él a veces, y solía pasar el rato en el restaurante, así que lo hubiéramos querido o no, todos tuvimos una relación personal con él. Para algunas personas esto creó un sentimiento de tener que ayudarlo y comenzaron a identificarse con el lugar de trabajo. Ellos sentían que el restaurante era su lugar tanto como del propietario. Al restaurante no le iba bien económicamente y en verdad era el propietario el que trabajaba más duro de todos nosotros. A menudo nos preguntábamos por qué trabajaba tan duro y tan a menudo. No era necesario para su supervivencia trabajar cada noche. Incluso deseábamos que pasara más tiempo con su familia, de la que él solía hablar en la noche. Al principio yo sólo veía estas cosas como una especie de “moralidad de esclavo” burguesa y pensaba que era un obstáculo. Lo cual, por supuesto, de alguna manera fue así. Todos estábamos vinculados a él emocionalmente. Pero luego de un tiempo entendí que esto sólo afectaba marginalmente nuestras actividades contra el trabajo asalariado. Éramos impulsados por nuestros propios intereses y necesidades, lo cual no significaba que no sintiéramos lástima por nuestro patrón y le deseáramos otra vida. Nuestra indignación y nuestra resistencia eran dirigidas contra el propio lugar de trabajo en lugar de contra el patrón. La esencia del conflicto era sobre el hecho de que teníamos que estar allí para obtener dinero. Queríamos hacer otras cosas, estar con nuestros seres queridos, jugar en la playa o hacer otras cosas más significativas. No queríamos intercambiar nuestro tiempo y nuestra vida para obtener dinero. No queríamos el trabajo asalariado. Por supuesto que el patrón no era popular, pero el conflicto nunca fue “nosotros” contra “él”, más bien era “nosotros” contra la relación que nos aprisionaba en el restaurante. Por supuesto que algunas de las actividades fueron directamente dirigidas contra él, pero fueron muy pocas. La mayoría de nosotros pensaba que el hecho de que el patrón tuviera que sufrir por nuestras actividades que estaban dirigidas en contra de las relaciones sociales que nos apriosionaban allí, era una triste consecuencia. No hubo ningún ganador en el restaurante –ni el patrón ni los obreros .

Al igual que un pequeño capital 

El restaurante podría verse como un pequeño capital. El conflicto en el capitalismo es acerca de cosas mucho más esenciales que la diferencia entre quienes poseen los medios de producción y los que son despojados de ellos, o entre los ricos y los pobres. Existen, por supuesto, conflictos y diferencias reales entre los que poseen y los que no, y entre los ricos y los pobres. Y cuando el proletariado libra su lucha en contra del capital, ya sea oculta o abierta, necesariamente entrarán en conflicto con los funcionarios del capital. Ya que no son los capitalistas los que controlan al capital, es el capital el que controla a los capitalistas. No sólo los proletarios son intercambiables, también lo son los funcionarios del capital. En el capitalismo los seres humanos no valen nada como seres humanos. La única cosa que es importante para el capital es el papel que cumplen en la sociedad, un papel que otro puede asumir si una persona no lo cumple. La lucha de clases no es un proyecto tipo “Robin Hood” y el proletariado no sólo está formado por los pobres. Decir que el conflicto es entre los ricos y los pobres oculta la verdadera contradicción: la contradicción entre el comunismo y el capital. Y también da a la gente una falsa solución acerca de la manera en que el capitalismo puede ser destruido: sólo tenemos que acabar con los ricos. Esta es una formulación que pone a la realidad de cabeza, ya que no son los ricos los que crean al capitalismo. Es el capitalismo el que genera la riqueza y, por tanto, también la pobreza. Nos libraremos de esta diferencia si nos deshacemos del capitalismo. 

Si no son los ricos los que están en control, ¿entonces quién? Es la “ley del valor” la que rige al capitalismo y obliga a todos los ricos así como a los pobres, a la búsqueda de más y más dinero. Esta “ley” no puede ser domesticada, todos los intentos de hacerlo han fracasado o han sido aplastados. El valor debe ser destruido para que el mundo deje de moverse a su ritmo. Esto fue algo que se manifestó en una forma muy abierta en el restaurante. Por supuesto, nuestro patrón ganaba mucho más dinero que nosotros (y nosotros queríamos más dinero), pero al igual que nosotros, sus empleados, él tenía que trabajar para sobrevivir, él estaba obligado a acumular valor o caer en la quiebra. En las pequeñas empresas el propietario a menudo tiene que trabajar para sí mismo con los empleados, incluso a veces más a menudo y más duro que los obreros. El hecho de que fuera el dueño del restaurante y ganara mucho dinero de nuestro trabajo creaba un verdadero conflicto entre él y nosotros, pero nos hubiéramos engañado si pensáramos que todos los problemas se habrían resuelto si sólo nos hubiéramos librado del propietario. Incluso si el restaurante hubiera sido de propiedad estatal, o si los empleados lo hubiéramos administrado nosotros mismos, aún hubiéramos tenido que obedecer a la tiranía del valor y seguir las leyes del mercado y la economía. Esto también significa que la mayoría de los problemas que existían cuando el restaurante era de un propietario privado todavía existirían si la propiedad hubiera cambiado. Como he dicho antes, el capital gobierna a los gobernantes e intenta reducir a todos, tanto ricos como pobres, a algo que es útil para el capital. Sólo tolera a las personas que obedezcan al capital y sean seguidores pasivos de la economía. 

Las condiciones del capital son simplemente que la actividad de la humanidad ha sido separada de ella y que somos nosotros mismos quienes sostenemos esta separación a través de nuestras propias relaciones sociales. Somos, de hecho, nosotros quienes creamos el capital, por lo tanto también nosotros podemos destruirlo. El capital sobrevive principalmente a través de nuestra propia pasividad (por supuesto no podemos cambiar esta pasividad simplemente deseándolo o a pura voluntad), pero también tiene instituciones como la policía, el ejército, la moral, y la jerarquía que lo protegen. Incluso la izquierda y el movimiento obrero lo apoyan directa o indirectamente. El programa de la izquierda es principalmente acerca de CÓMO las personas deberían gestionar la producción. Los socialdemócratas y los leninistas quieren la propiedad estatal de la producción, los libertarios y los consejistas** quieren que los propios obreros se apropien de la producción y ambos quieren distribuir los beneficios de manera justa e igualitaria. El comunismo, por supuesto, es acerca del autogobierno pero está dirigido principalmente a QUÉ la gente debe y puede gestionar.

Si el capital es la pasividad donde nuestras actividades no nos pertenecen y donde las personas no creen que puedan cambiar su propia situación, entonces el comunismo es actividad y movimiento. Un movimiento y una tendencia que están presentes en la lucha de clases, en la vieja sociedad, que trata de abolirla y una actividad que significará el final de las separaciones y mediaciones y, por lo tanto, la destrucción del valor, de la economía y del trabajo. Se trata de un mundo sin dinero ni beneficios. Lo cual no significa algún paraíso terrenal o que los hombres se convertirán en ángeles. Sólo significa un mundo en el cual la actividad de la humanidad le pertenezca a la propia humanidad, algo que seguramente dará lugar a nuevos e imprevistos problemas, conflictos y contradicciones. 

¡Nosotros somos la contradicción! 

Marcel y Gillés Dauve 

El trabajo es nuestra actividad separada de nosotros, convertida en algo que alimenta a la economía y nos domina. Y este proceso puede cambiarse porque somos nosotros los que los alimentamos. Nosotros somos la contradicción. Ningún trabajo es exclusivamente impuesto desde el exterior. Siempre supone algún tipo de cooperación a partir de la base, como el obrero de Renault Daniel Mothé demostró en sus artículos para Socialisme ou Barbarie durante la década de 1950. Lo que hemos descripto como pequeños robos, sabotaje a pequeña escala y diversión (todo lo cual implica auto-organización) es también lo que hace que el restaurante sea tolerable. La resistencia al trabajo es una forma de recuperar parte de la “humanidad” de la que nos priva el trabajo: por lo tanto, hace que nuestra jornada laboral sea menos alienante. Negar esto es no comprender cómo funciona el capitalismo, y por qué continúa existiendo a pesar de sus numerosos horrores. La auto-organización de la vida laboral (y de sus luchas) es también, paradójicamente, una condición para una posible revolución. 

El significado del movimiento comunista no es librarnos del aspecto doloroso del trabajo y trasladar su carga a las máquinas que trabajarán para nosotros, mientras nosotros nos dedicamos a hacer banquetes, escribir poemas y hacer el amor. (En la Antigüedad, cuando existía poca maquinaria, Aristóteles justificaba el trabajo manual en condiciones de esclavitud, ya que permitía a la élite tener una vida buena e intelectual.) El lector comprenderá que no anhelamos una sociedad en la que cada segundo sea divertido. Dejemos tales sueños a Vaneigem. 

Esto se relaciona con el contenido del trabajo realizado en tal restaurante. Toda la comida rápida es una expresión de una sociedad donde el tiempo es dinero, y los actos humanos vitales como comer tiene que ser realizados en el tiempo más breve (= más rentable) posible. Las hamburguesas, sin embargo, son sólo un ejemplo entre muchos. Los filetes (anteriormente un símbolo de la civilización occidental) son otra forma de cocinar y engullir rápidamente las suficientes calorías y proteínas para enviar al apresurado hombre moderno a su fábrica o la oficina. Lo mismo cabe para las ensaladas de cafetería que se han hecho populares en los últimos veinte años. Los filetes de carne transmiten una imagen tosca y varonil, mientras que las ensaladas van con una actitud supuestamente más suave, más abierta, más afeminada. Y una compañía multinacional de comida exitosa y de moda se denomina a sí misma Slow Food.

Somos lo que comemos... Es cierto, pero también somos lo que hacemos. Comemos como vivimos. Sería ingenuo suponer que puede existir o existirá una mejor forma de alimentación, la única y mejor salud alimenticia. Aquí el lector también comprenderá que no estamos abogando por una alimentación universal orgánica y vegana. 

Diciembre, 2002

Notas críticas añadidas por Comunistas de Conselhos da Galiza

* Aunque Marcel considera que el comunismo “destruye el valor a través de la apropiación por la humanidad de su trabajo y de los medios de producción”, a lo largo del artículo existe una confusión entre la categoría “valor” y la categoría “capital”.

  La existencia del valor significa que los productos no se intercambian en función de su valor de uso, que la distribución de la riqueza no está determinada directamente por las necessidades sociales, y que los trabajos se relacionan entre sí como trabajos privados. O sea, en la categoría del valor se condensan las condiciones de funcionamiento de la economía mercantil. Pero la producción mercantil ya existía antes del capitalismo: es sólo antesala histórica. El capitalismo significa que la producción de mercancías subsume el trabajo social, transformándolo en trabajo asalariado, y que el trabajo es subordinado a la acumulación de riqueza en forma de valor. Efectivamente, el capital, en cuanto movimiento de acumulación de riqueza, adopta la forma general propia de la producción de mercancías: el valor. Pero el capital no es ya una relación de separación entre los productores y su producto en la circulación, sino una relación de separación entre los productores y su producto en la producción. 

  El capital implica, pues, la existencia histórica y actual del valor como forma abstracta de la riqueza, pero la existencia del valor no implica la existencia del capital. Por eso, la lucha contra el valor no significa necesariamente una lucha contra el capital; solamente cuando la lucha contra el valor se dirige directamente contra el proceso de valorización del capital, cuando se dirige contra la subordinación del trabajo vivo al trabajo muerto, entonces podemos hablar de comunismo en un sentido revolucionario. Si no, cualquier supresión del valor por medio del robo o de la usurpación de la propiedad privada podría considerarse como una práctica revolucionaria; pero, incluso cuando estas expropiaciones de mercancías dan lugar a formas de propiedad comunales (un comedor popular, un centro social ocupado), estamos hablando de formas de comunismo primitivo que, igual que las antiguas formas de propiedad comunal que subsisten aún hoy, no suponen por sí mismas ningún antagonismo radical con la existencia del capital como relación social. 

  En resumen: la lucha contra el valor en el restaurante de Marcel está, de hecho, orientada a socavar la valorización del capital, pero la lucha contra el valor en los ejemplos del "saqueo de tiendas" o de la "ocupación de viviendas" no lo está habitualmente. Incluso cuando se lucha contra la mercantilización de ciertas cosas, como por ejemplo los genes de la especie humana, se está luchando en principio no contra el capital, sino contra su expansión en cierta área de la vida -contra su dimensión cuantitativa que es la que adopta la forma del valor-. El proletariado es revolucionario no porque esté movido a suprimir la forma mercantil de la riqueza, sino porque está movido a suprimir la forma de capital que adoptan las condiciones y los medios de producción y reproducción de su vida. Y hará esto superando la relación social en la que el ser humano se autoaliena en su actividad genérica básica -el trabajo-, al mismo tiempo que comenzará a sobrepasar la división entre trabajo y ocio, mediante un desarrollo universal de las capacidades y de la actividad humanas.

  Es cierto que la mayor parte de las mercancías y de la riqueza en circulación son hoy formas del movimiento del capital, y en este sentido todo ataque al valor perjudica la valorización del capital; pero la diferencia es que, en un caso el ataque afecta sólo al capital en su existencia particular, a unos capitalistas sueltos, mientras que, en el segundo caso, la acción revolucionaria del proletariado ataca al capital como relación social, en su esencia.


** Si se considera el comunismo de consejos como corriente en desarrollo -desde comienzos del siglo XX-, entonces se verá que es falso que se le otorge más importancia al problema de la gestión de los medios de producción que al del desarrollo de la clase obrera como sujeto revolucionario. Es más, la importancia del "problema de la gestión" en el comunismo de consejos está directamente conectado con el problema de la supresión de la relación del capital, con el contenido de las relaciones de producción comunistas. Y, a su vez, el problema del desarrollo espiritual del proletariado se vincula también al desarrollo de nuevas relaciones sociales. Ambos enfoques están particularmente bien claros en el pensamiento de Anton Pannekoek, pero también en el de Otto Rühle y Paul Mattick, por nombrar a los teóricos más importantes. La misma crítica de Marcel podría, de hecho, aplicarse al propio Karl Marx. Pero, si Marx dejó a un lado -sin por eso abandonarla- la teoría del trabajo alienado después de su época de "juventud", fue porque entendió que entre conciencia y práctica existe una correspondencia real y que la posibilidad efectiva de la supresión del capital está ya implícita en el desarrollo autónomo del movimiento proletario. 

  El hecho de que la supresión del capital se formule como un problema de gestión indica que ésta se está pensando en el contexto, o bajo la influencia, de una tendencia al desarrollo masivo de la autonomía del proletariado. Esto fue lo que ocurrió, o parecía ocurrir, durante el proceso de la Revolución alemana de 1918-1923. Con todo, en el período inmediatamente precedente y en el período subsiguiente, encontramos una mayor orientación hacia el problema del desarrollo de la conciencia revolucionaria. El hecho de que los grupos revolucionarios que se reclamaron del comunismo de consejos, posteriormente a la ola revolucionaria de los años 20, comenzasen a caer en tendencias espontaneistas, en el fetichismo de la organización y de los consejos obreros, es un producto del aislamiento y de la desesperación prácticas, no algo inherente al pensamiento consejista. La misma posibilidad de que se ponga juntos a "libertarios y consejistas" indica que éstos "consejistas" retrocedieron al anarquismo en lugar de proseguir como una corriente independiente y enraizada en el marxismo original.

  La posición que adopta Marcel refleja, a su vez, que para él el problema de la gestión y del sujeto revolucionario se presentan como separados, precisamente porque así lo están en la época actual, porque no existe un movimiento revolucionario del proletariado en ascenso. La existencia de este movimiento significaría, simultáneamente y como su condición vital, el desarrollo de las capacidades totales del proletariado y la creación de nuevas relaciones sociales -la "aufhebung" del estado presente-. Con todo, estamos de acuerdo con Marcel en que el gérmen de este nuevo movimiento proletario puede verse ya en las formas de rebelión y lucha, inmediatas y ocultas, contra la valorización del capital. 




Detenido tras empotrar un coche contra la sede del PP


Un empresario arruinado estrella su coche con dos bombonas de butano contra la sede del PP



Agentes de los Tedax se han desplazado a la sede del PP en la calle Génova de Madrid, donde ha sido estrellado un vehículo que transportaba dos bombonas de butano y una pequeña cantidad de una sustancia que inicialmente se pensaba que podría ser explosiva. 

El primer análisis realizado sin embargo ha revelado que dicha sustancia es inflamable pero no explosiva, según han informado fuentes de la investigación. Imágenes 4 Fotos El coche sí iba cargado con varios sacos que contenían abono industrial, cuyos componentes tienen propiedades que podrían ser utilizados para explosivos, según fuentes de la investigación. El hombre que ha empotrado el vehículo, identificado como Daniel P.B., es un empresario de 37 años que se ha visto arruinado, según han comentado a Europa Press fuentes policiales. Ha sido detenido y según las mismas fuentes podría tener problemas mentales. El portavoz de la Policía Nacional, Antonio Nevado, ha señalado que será evaluado psiquiátricamente. Natural de la provincia de Teruel, el hombre ha declarado a los policías que le han arrestado que ha llevado a cabo esta acción por la situación que está sufriendo tras haberlo perdido todo. 

La Policía ha acordonado la zona, a la que se han desplazado varias unidades de Intervención Policial, además de los técnicos de desactivación de artefactos explosivos. Se ha establecido un perímetro de más de 500 metros alrededor del edificio, al que no pueden acceder ni los vehículos ni los peatones. Las líneas de metro que pasan por la parada más cercana, la de Alonso Martínez, se están viendo afectadas. La L4 está cortada entre San Bernardo y Goya y la 5 y la 10 no se detienen en esa estación. Ningún herido Los servicios de emergencia del Samur no han tenido que atender a ningún herido, según han confirmado fuentes de Emergencias Madrid. Ha sido activada la 'Circular 50', el protocolo de seguridad para casos de atentados con explosivosLa Policía ha pedido al partido que comunique a sus trabajadores que no acudan a la sede hasta que termine la investigación de la carga del coche, según han informado fuentes populares. En el lugar hay una decena de furgonetas de Policía Nacional, además de unidades de atención sanitaria y bomberos. Un helicóptero de la Policía sobrevuela la zona. La llamada Circular 50, el protocolo de seguridad para casos de atentados con explosivos, ha sido activada. 

En una bolsa de empleo municipal Daniel P.B. está incluido en una bolsa de empleo del término municipal de Bronchales (Teruel), del que es natural. Según consta en el acta levantada por el citado Ayuntamiento, el pasado 29 de agosto se constituyó un tribunal calificador para valorar las pruebas selectivas de los aspirantes a proveer la plaza de "vigilante informador de aprovechamiento micológico". En la selección de los candidatos, el hombre que ha empotrado su coche contra la sede del PP se encuentra en quinto lugar. El tribunal calificador le otorgó 4,75 puntos, frente al primer seleccionado, que obtuvo una puntuación de 13,70 puntos.

http://www.20minutos.es/noticia/2329132/0/estrellan-coche-contra/sede-pp-madrid/podria-tener-explosivos/?%3F%3F#xtor=AD-15&xts=467263

http://www.elmundo.es/espana/2014/12/19/5493c89ee2704ea7438b456b.html?a=63ededc87aab5755aef33e2b66d7cad5&t=1418977864



Si el dinero no fuera importante...



Si el dinero no fuera importante, ¿buscarías lo que realmente deseas? Cómic retoma esta inquietante pregunta de Alan Watts.




BAJO LA JUSTIFICACIÓN DEL DINERO MUCHAS VECES ENCUBRIMOS LO QUE REALMENTE DESEAMOS, UNA DECISIÓN ESTÚPIDA QUE ALAN WATTS CONFRONTÓ EN ALGÚN MOMENTO.


En su Elogio de la ociosidad, Bertrand Russell imagina la posibilidad de un mundo en el que la jornada laboral esté suficientemente reducida como para que una persona pueda dedicarse al cultivo de su espíritu, a pintar o escribir, a desarrollar esa otra parte de nuestra naturaleza que, desde cierta perspectiva, es la que realmente constituye nuestra humanidad, la que justifica nuestra existencia en este mundo.

Sin embargo, sabemos bien que el sistema dominante tiene como uno de sus engranajes principales la supresión de dicha humanidad, la alienación como antecedente y consecuencia del trabajo, el dinero como aparente sucedáneo de eso que se pierde al dedicar la mayor parte del tiempo a generar la ganancia de otro.

¿Pero podría ser distinto? En algún momento de su trayectoria, el filósofo de origen británico Alan Watts, uno de los principales introductores del budismo en Occidente, confrontó el sistema educativo preguntando a un auditorio hipotético de jóvenes estudiantes qué harían de su vida si el dinero no importara, cómo les gustaría disfrutar sus días. La respuesta, por supuesto, se encuentra en aquello que se desea realmente, en los sueños, las aspiraciones auténticas, la felicidad que nace de hacer lo que se ama.

Entonces, ¿por qué no hacerlo? ¿Sólo porque creemos que el dinero es más importante? ¿Esa creencia justifica el hecho de dedicarnos a algo que realmente no queremos hacer ni ser?

La alternativa que planeta Watts tiene su propia lógica. No se trata de abrazar la vida del anacoreta que renuncia al mundo y vive, como San Antonio, de aquello que las aves traigan a nuestras manos. Watts es un tanto más realista y aventura una hipótesis: si renunciamos a lo que no nos gusta para hacer lo que nos gusta, aunque esto de inicio no nos reporte ganancia, ¿no pasará que con el tiempo dominaremos esa labor? ¿Y no se traduce casi siempre el dominio en algún tipo de recompensa?

El cómic que ahora presentamos es una adaptación de esta inquietante pregunta de Watts. Originalmente fue publicado en el sitio zenpencils, el mismo que hace un tiempo dio a conocer otra historieta basada en un demoledor poema de Bukowski. La traducción que compartimos fue elaborada para el sitio elguindilla.com

Mira. Lee. Reflexiona. Y escucha la pregunta de Watts: ¿Qué es lo que realmente deseas?



Una diatriba contra el trabajo



Una diatriba contra el trabajo: la carta de Bukowski al hombre que le pagó por escribir


EN ESTA CARTA, ESCRITA A LOS 66 AÑOS, CHARLES BUKOWSKI EMPRENDE UNA FURIOSA ARENGA EN CONTRA DEL CARÁCTER ALIENANTE DEL TRABAJO, CON MOTIVO DEL GOLPE DE SUERTE QUE TUVO AL ENCONTRARSE CON UN MECENAS DE LA PUBLICIDAD QUE LE PAGABA 100 DÓLARES MENSUALES POR DEDICARSE A ESCRIBIR.


La condición existencial del trabajo es paradójica. Por un lado, el discurso de la normalidad dicta que es necesario trabajar para vivir, trabajar para ganar el dinero que nos permita sostener una vida, trabajar para emplear nuestro tiempo y nuestra energía en algo productivo. Pero, desde otra perspectiva, parece pertinente citar el título de la novela de Milan Kundera y decir que “la vida está en otra parte”. Si es cierto que el ser humano está llamado a realizarse, a ser más que los confines que lo limitan, quizá el trabajo no sea la mejor manera de conseguirlo.

A mediados de la década de 1980, Charles Bukowski se encaminaba ya a los 70 años. Para entonces era, irónicamente, un autor respetado, un escritor que de las márgenes del vagabundeo y la vida desenfrenada se asentó en el canon de la literatura estadounidense, no con plena comodidad, pero había ganado ese lugar y lo defendía con suficiencia.

A esa época pertenece la carta que ahora compartimos. Grosso modo, se trata de una disertación en torno al trabajo y sus consecuencias sobre el ser humano —así, casi filosóficamente. Bukowski eligió este tema porque el destinatario fue John Martin, publicista de Black Sparrow Press que en 1969 le hizo una proposición extraordinaria: le pagaría 100 dólares mensuales con tal de que Bukowski renunciara a su trabajo y se dedicara únicamente a escribir. Bukowski, que llevaba casi 15 años trabajando como cartero para el servicio postal de Estados Unidos, aceptó de inmediato y un par de años después entregó a Black Sparrow Press su primera novela: Post Office (traducida como Cartero en español).

¿Un golpe de suerte? Probablemente. Quizá tan importante como tener el talento suficiente para responder a eso. O, por lo menos, el deseo de hacerlo.



12 de agosto de 1986

Hola, John:

Gracias por la carta. A veces no duele tanto recordar de dónde venimos. Y tú conoces los lugares de donde yo vengo. Incluso las personas que intentan escribir o hacer películas al respecto, no lo entienden bien. Lo llaman “De 9 a 5”. Sólo que nunca es de 9 a 5. En esos lugares no hay hora de comida y, de hecho, si quieres conservar tu trabajo, no sales a comer. Y está el tiempo extra, pero el tiempo extra nunca se registra correctamente en los libros, y si te quejas de eso hay otro zoquete dispuesto a tomar tu lugar.

Ya conoces mi viejo dicho: “La esclavitud nunca fue abolida, sólo se amplió para incluir todos los colores”.

Lo que duele es la pérdida constante de humanidad en aquellos que pelean para mantener trabajos que no quieren pero temen una alternativa peor. Pasa, simplemente, que las personas se vacían. Son cuerpos con mentes temerosas y obedientes. El color abandona sus ojos. La voz se afea. Y el cuerpo. El cabello. Las uñas. Los zapatos. Todo.

Cuando era joven no podía creer que la gente diera su vida a cambio de esas condiciones. Ahora que soy viejo sigo sin creerlo. ¿Por qué lo hacen? ¿Por sexo? ¿Por una televisión? ¿Por un automóvil a pagos fijos? ¿Por los niños? ¿Niños que harán justo las mismas cosas?

Desde siempre, cuando era bastante joven e iba de trabajo en trabajo, era suficientemente ingenuo para a veces decirle a mis compañeros: “¡Eh! El jefe podría venir en cualquier momento y echarnos, así como así, ¿no se dan cuenta?”.

Ellos lo único que hacían era mirarme. Les estaba ofreciendo algo que ellos no querían hacer entrar a su mente.

Ahora, en la industria, hay muchísimos despidos (acererías muertas, cambios técnicos y otras circunstancias en el lugar de trabajo). Los despidos son por cientos de miles y sus rostros son de sorpresa:

“Estuve aquí 35 años…”.

“No es justo…”.

“No sé qué hacer…”.

A los esclavos nunca se les paga tanto como para que se liberen, sino apenas lo necesario para que sobrevivan y regresen a trabajar. Yo podía verlo. ¿Por qué ellos no? Me di cuenta de que la banca del parque era igual de buena, que ser cantinero era igual de bueno. ¿Por qué no estar primero aquí antes de que me pusiera allá? ¿Por qué esperar?

Escribí con asco en contra de todo ello. Fue un alivio sacar de mi sistema toda esa mierda. Y ahora estoy aquí: un “escritor profesional”. Pasados los primeros 50 años, he descubierto que hay otros ascos más allá del sistema.

Recuerdo que una vez, trabajando como empacador en una compañía de artículos de iluminación, uno de mis compañeros dijo de pronto: “¡Nunca seré libre!”.

Uno de los jefes caminaba por ahí (su nombre era Morrie) y soltó una carcajada deliciosa, disfrutando el hecho de que ese sujeto estuviera atrapado de por vida.

Así que la suerte de, finalmente, haber salido de esos lugares, sin importar cuánto tiempo tomó, me ha dado una especie de felicidad, la felicidad alegre del milagro. Escribo ahora con una mente vieja y con un cuerpo viejo, mucho tiempo después del que la mayoría creería en continuar con esto, pero dado que empecé tan tarde, me debo a mí mismo ser persistente, y cuando las palabras comiencen a fallar y tenga que recibir ayuda para subir las escaleras y no pueda distinguir un azulejo de una grapa, todavía sentiré que algo dentro de mí recordará (sin importar qué tan lejos me haya ido) cómo llegué en medio del asesinato y la confusión y la pena hacia, al menos, una muerte generosa.

No haber desperdiciado por completo la vida parece ser un logro, al menos para mí.

Tu muchacho,

Si vas a renunciar a tu trabajo, hazlo con estilo.



Si vas a renunciar a tu trabajo, hazlo con estilo: mira el ejemplo de Faulkner


“MALDITO SEA SI ME PONGO A LAS ÓRDENES Y LA DISPOSICIÓN DEL PRIMER HIDEPUTA ITINERANTE CON DOS CENTAVOS PARA INVERTIR EN UNA ESTAMPILLA POSTAL“, ESCRIBIÓ EL JOVEN WILLIAM FAULKNER PARA RENUNCIAR A SU TRABAJO COMO ADMINISTRADOR DE CORREOS QUE, DE TODOS MODOS, DISTABA MUCHO DE CUMPLIR CABALMENTE.


Hacia 1921, William Faulkner, entonces con 24 años, comenzó a trabajar en la oficina postal de la Universidad de Mississippi como administrador de correos, puesto en el que continuamente era sorprendido leyendo, escribiendo, ignorando, perdiendo o francamente desechando las cartas que llegaban a sus manos, desdeñando a compañeros y clientes por igual, jugando bridge en horarios laborales, llegando tarde y yéndose temprano y algunas otras conductas con las que parecía empeñado en llegar al muro del antihonor de los empleados postales.



Sorprendentemente, el joven Faulkner se mantuvo en este trabajo durante 3 años, hasta septiembre de 1924 (cerca del día de su cumpleaños 27, pero lejos todavía de Soldiers’ Pay, su primera novela, publicada en 1926), hasta que después de una inspección se vio forzado a renunciar.

Pero, antes de irse, el futuro nobel dejó a sus superiores una singular misiva que, como los adjetivos que caracterizan su estilo literario, parece la puntilla que penetra en el hueco exacto de una situación que de otra forma quedaría ambigua y sin fijar. Aquí la traducción del documento, del cual, en vista de su brevedad, ofrecemos también el original en inglés, tomado del sitio Letters of Note.


[Octubre, 1924]

Mientras viva en el sistema capitalista sé que mi vida estará influenciada por las demandas de la gente adinerada. Pero maldito sea si me pongo a las órdenes y la disposición del primer hideputa itinerante con dos centavos para invertir en una estampilla postal.

Esta, señor, es mi renuncia

(Rúbrica)


[October, 1924]

As long as I live under the capitalistic system, I expect to have my life influenced by the demands of moneyed people. But I will be damned if I propose to be at the beck and call of every itinerant scoundrel who has two cents to invest in a postage stamp.

This, sir, is my resignation.


http://pijamasurf.com/2012/10/si-vas-a-renunciar-a-tu-trabajo-hazlo-con-estilo-mira-el-ejemplo-de-faulkner/



@madridriolucha



Huelga Madrid Río | 95% seguimiento en la quinta jornada de huelga. ¡Paremos el ERE!




Seguimiento de la huelga en: https://twitter.com/CntMadridRio


Working class against mondays





Toxo y Méndez vuelven a avalar al PP


Toxo y Méndez vuelven a avalar al PP firmando la miserable prestación de 426 euros para algunos parados de larga duración.





La degeneración de CCOO y UGT, verdaderos instrumentos del capital y de su gobierno contra la clase trabajadora, vuelve a mostrarse en toda su crudeza: acaban de firmar un acuerdo para que algunos parados de larga duración cobren una miserable prestación de 426 euros por seis meses, condicionada además a que realicen formación.

Cuando el número de parados es de casi 6 millones, cuando la mitad de ellos no perciben prestación alguna, cuando los salarios y los derechos laborales han sido pisoteados por el neofranquista gobierno del PP y por la patronal, los jefes sindicales de CCOO y UGT vuelven a la bochornosa imagen de sentarse a la misma mesa que ellos para avalar con su firma una vergonzosa prestación para una mínima parte de parados (se calcula que no alcanzará ni los 400.000), vinculada además a cursos de formación, auténtica vía de financiación fraudulenta de unos aparatos sindicales que se han convertido en un medio de vida para una casta de vividores sindicales. Había otra vía: si el gobierno quería aprobar esa humillante y vergonzosa limosna  para mejorar su maltrecha imagen de cara al próximo período electoral, que lo haga, pero para ello no hacía falta ni el consentimiento ni el aval sindical.

Lo que sí hace falta -pero eso sería pedir peras al olmo teniendo en cuenta de quienes estamos hablando- es denunciar la maniobra del gobierno y, entre otras medidas elementales, exigir el derecho universal a cobrar el subsidio de empleo indefinido mientras no se proporcione a los parados el empleo digno que la monárquica constitución reconoce como derecho (esa con que tanto se llenan la boca los herederos de Franco), reivindicar las 35 hores semanales sin reducción salarial para crear empleo,  y preparar una amplia y sostenida movilización de la clase trabajadora por sus derechos y contra el gobierno que los cercena, para que estas reivindicacones sean posibles. Pero para ello hay justamente que remover obstáculos, y los Toxo y Méndez y toda la casta de dirigentes burocráticos que los rodean, son uno de ellos.  Esperemos que la clase trabajadora los ponga, más pronto que tarde, en el lugar que se merecen.


Toxo dice que el acuerdo sobre la ayuda a parados "no tiene peros" y que ha costado mucho conseguirlo
Gobierno y agentes sociales firman en La Moncloa el nuevo programa para atender a desempleados de larga duración

Los sindicatos aseguran que ha sido un pacto difícil porque el Ejecutivo no quería incrementar el déficit

Rajoy matiza su discurso sobre la recuperación y asegura que "no ha llegado a todos ni a todos por igual"

El secretario general de CC.OO., Ignacio Fernández Toxo, ha afirmado este lunes que el acuerdo sobre  la nueva ayuda a parados de larga duración "no tiene peros", porque es un acuerdo "positivo" que además ha costado conseguir debido a que el Gobierno no quería incrementar el déficit.

"El calendario de consolidación fiscal era el que era y había que sacar los recursos de debajo de las piedras. Ha sido difícil. Ha habido una reconversión mental de todos los negociadores, seguramente también nuestra, pero me alegro de que se haya producido y espero que ahora esto no se pare aquí, porque las necesidades de mucha gente siguen estando presentes", ha subrayado el dirigente sindical.

Toxo, en declaraciones a RNE, ha señalado que este acuerdo para parados de larga duración sin ingresos y con responsabilidades familiares no ha sido posible alcanzarlo antes porque se rompió el diálogo social, pero ha precisado que "llega en un tiempo adecuado para dar cobertura a mucha gente que ahora no tiene ninguna posibilidad". "Me alegro que, aunque sea tarde, haya llegado", ha añadido.

El secretario general de CC.OO. ha recordado que este acuerdo sólo es un aspecto parcial de la declaración que firmaron Gobierno y agentes sociales en julio, por lo que espera que ahora se siga adelante con el resto de proyectos "ambiciosos" contenidos en la misma, porque hay 5,5 millones de parados en España. En la reunión de julio, los sindicatos  volvieron a reclamar a Rajoy un subsidio para las personas que ya no percibían ninguna prestación.

Toxo ha afirmado que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, sigue teniendo sobre la mesa propuestas "serias, muy consistentes y financiables" para ayudar a las personas con necesidades. Así, ha instado al Gobierno a completar el mapa del estado de la protección social en España antes de que finalice este año y a negociar el establecimiento de una renta mínima garantizada.

Toxo ha advertido de que, aunque la recesión ya ha quedado atrás, "de una crisis no se sale hasta que se recuperan los pasos perdidos", es decir, hasta que el país recupere los estándares de calidad de vida, de protección de empleo que tenía antes. Por eso, "aventurar salidas de la crisis", como hizo la semana pasada Rajoy, le parece "demasiado aventurar", y ha pedido que "la propaganda no despiste" a nadie.

El líder sindical ve el horizonte con "bastante preocupación", porque, aunque las cosas han mejorado, muchísima gente todavía no lo nota en su vida, y a ello hay que añadir la situación internacional. Toxo cree que la UE lleva mucho tiempo "fabricando humo" y que ahora le ha dado una especie de tregua a España porque ha puesto el foco sobre Italia y Francia, "a las que está acogotando como antes hizo con España".

El dirigente de CC.OO. piensa que 2015 será un año de transición, pero teme lo que pueda pasar en 2016 y 2017 porque España tiene comprometido un "durísimo" programa de ajuste fiscal para esos dos años. "O se hacen políticas de verdad que atiendan las necesidades o lo podemos pasar muy mal en esos años, no diré tanto como en 2009 y 2010, pero las cosas se pueden poner duras. Por eso es importante reaccionar ahora e impulsar políticas que lo eviten", ha subrayado.

Rajoy matiza
Gobierno, sindicatos y patronal se han dado cita en La Moncloa para firmar el acuerdo. Los primeros en estampar su firma han sido los presidentes de CEOE y Cepyme, Juan Rosell y Antonio Garamendi. Esta imagen ha tenido un significado especial ya que ambos representantes se disputarán este miércoles la Presidencia de la patronal en las elecciones que celebrará CEOE.

A continuación, los firmantes han sido los secretarios generales de CC.OO y UGT, Ignacion Fernández Toxo y Cándido Méndez, quienes han pasado el testigo, finalmente, a la ministra de Empleo, Fátima Báñez.

Para terminar el acto, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha tomado la palabra y ha matizado sus palabras de la pasada semana: después de reiterar que "en muchos aspectos la crisis es historia del pasado", ha admitido que "no son historia sus secuelas".

"La recuperación no será completa hasta que no llegue a cada español que no tiene trabajo y no se sienta en los bolsillos de todos los españoles", ha dicho, para volver a admitir que "la recuperación no ha llegado a todos ni a todos por igual".

Con todo, Rajoy ha mantenido el tono optimista de los últimos días y, si el ministro de Economía, Luis de Guindos, manifestaba horas antes que las previsiones oficiales de crecimiento del 2% en 2015 son hoy por hoy "moderadas", el presidente del Gobierno señaló que "no es lo mismo que la economía se contraiga o que crezca por encima del 2% el próximo año".

"No es lo mismo que se destruya empleo a que el desempleo se haya reducido en más de 500.000 personas en un año, o la sangría de afiliados a la Seguridad Social a que, con el último dato disponible, ésta haya crecido en 400.000 personas en doce meses", ha apostillado.



Así es el nuevo subsidio para parados de larga duración que firman hoy el Gobierno y los sindicatos


La ayuda será de 426 euros durante seis meses e irá acompañada de acciones de orientación y formación

Se estima que entre 400.000 y 450.000 personas puedan percibirla

Hará falta tener al menos un familiar a cargo y llevar como mínimo seis meses sin cobrar ninguna prestación

El Gobierno y los agentes sociales se reúnen este lunes en La Moncloa para estampar la firma a una medida que los sindicatos llevan meses reclamando: un nuevo subsidio para parados de larga duración. Será uno de los pocos acuerdos concretos que las centrales y el Ejecutivo cierran durante esta legislatura. El objetivo: aumentar la tasa de cobertura del sistema de protección social, que ha caído veinte puntos desde 2010 y trece desde que comenzó a gobernar Rajoy a finales de 2011.

¿En qué consiste la ayuda?

Se trata de un subsidio de 426 euros que podrán percibir durante seis meses los parados de larga duración. Además de la prestación económica, los servicios públicos de empleo tendrán que hacer un itinerario personalizado de cada beneficiario y ofrecerles servicios de orientación y formación para recualificarles. La idea es, según han explicado los sindicatos, que estas personas reciban también ofertas de empleo acordes a su recualificación. De ser así, la prestación económica sería compatible con el empleo.

¿Quién puede cobrarla?

Las personas que sean paradas de larga duración, es decir, que lleven al menos doce meses en el paro. Esa situación de desempleo tiene que haber sido ocasionada por la pérdida de un trabajo, es decir, no es una prestación asistencial como puede serlo la Renta Activa de Inserción ni una ayuda para los que buscan su primer empleo. Hará falta también tener al menos un familiar a cargo. Los beneficiarios no pueden tener ingresos superiores al 75% del IPREM (unos 480 euros mensuales) y deben llevar al menos seis meses sin percibir ninguna prestación, un plazo que se ha reducido desde la anterior propuesta del Gobierno, que planteaba que hubiera transcurrido un año.

¿Cuánto dura?

La ayuda entrará en vigor en enero de 2015 y estará vigente hasta el 15 de abril de 2016. Tres meses antes de que venza, el Gobierno y los sindicatos se sentarán para evaluar el programa y considerar una prórroga. Aunque este es el plazo de vigencia, la ayuda económica solo podrá cobrarse durante seis meses, aunque las acciones de orientación y formación podrán prolongarse durante todo el periodo.

¿A cuánta gente se estima que llegue?

Se espera que entre 400.000 y 450.000 personas perciban esta ayuda. Según los cálculos de los sindicatos, esta prestación hará que la tasa real de cobertura crezca entre 7 y 8 puntos por encima de la actual, que se sitúa en el 57,3%.

¿Cómo puede hacerse compatible con un empleo?

Si durante el tiempo que dura la prestación económica, la persona encuentra un empleo, podrá hacer compatibles ambas cosas. En ese caso, la ayuda serviría para abaratar el coste económico del trabajador: se detraería del sueldo que cobre. Es decir, si a una persona le ofrecen un sueldo de mil euros, de ellos 426 serán pagados por el Servicio Público de Empleo. De esta forma, el empresario abonaría menos dinero. Será, además, acumulable a todas las bonificaciones a la contratación que ya existen, aunque se fijará un límite.

¿Cuál es el presupuesto para este programa?

El Gobierno cifra el coste entre 1.000 y 1.200 millones de euros. Esa sería la cantidad destinada a sufragar las prestaciones económicas, pero el Gobierno tendrá que aumentar también la partida de políticas activas para que los servicios públicos de empleo lleven a cabo las acciones de orientación y recualificación. La cantidad, sin embargo, se desconoce por el momento.

¿Tienen algo que ver las comunidades autónomas?

Sí. Aunque las prestaciones son competencia del Estado, las políticas activas lo son de las comunidades autónomas. Es por eso que el Gobierno también ha consultado con ellas. Serán las comunidades las que implanten, por tanto, las acciones de formación y orientación.

Enlace con la noticia


http://www.kaosenlared.net/component/k2/102148-toxo-y-m%C3%A9ndez-vuelven-a-avalar-al-pp-con-su-firma-la-miserable-prestaci%C3%B3n-de-426-euros-a-a-parados-de-larga-duraci%C3%B3n

Enhorabuena. Adiós.





El trabajo os hará tristes







Muere un trabajador en Getafe


Muere un trabajador tras caer desde un tejado en una nave industrial de Getafe.

Un trabajador de 60 años ha fallecido este viernes tras caer desde una altura de cinco metros cuando se encontraba en un tejado de uralita de una nave ubicada en el Polígono Industrial Los Ángeles de Getafe, según ha informado un portavoz de Emergencias Comunidad de Madrid 112.

La primera llamada ha entrado a las 11.35 horas y avisaban de un accidente laboral en la calle Carpinteros, número 1, en la citada localidad. En este punto se encuentra la empresa Sintax Logística, especializada en transporte.

El 112 ha derivado el aviso al SUMMA, que ha trasladado hasta el lugar una UVI móvil. Los efectivos sanitarios, a su llegada, se han encontrado al hombre ya fallecido con un traumatismo craneoencefálico severo, pues ha caído de cabeza. Ante la imposibilidad de hacer maniobras de reanimación, los sanitarios han dejado el cuerpo en manos de la Policía, que se encarga de la investigación de lo ocurrido.


http://www.madridiario.es/sucesos/accidente-laboral/caida/muere/-trabajador/418207

El sabotaje como forma de vida




Un fantástico método para el juego conspirativo es el sabotaje, conocido por causar una interrupción no deseada en el engranaje del trabajo, gracias a las milagrosas tuercas de un/a despiadad= consciente.

El sabotaje es una herramienta que no sólo se plasma en actos económicos sino que puede y debe causar contradicciones en el orden social. Por ejemplo, el caótico día de los "sinsemáforos" o la famosa avalancha de todos los animales del zoo por el centro de la ciudad.

No hay reglas para el sabotaje de allí surge la magia y su poder, es imperiosamente imprevisible y causa mucho malestar a la sociedad del trabajo.

Una sociedad donde todo vienen regulado por unas normas y unas leyes, cualquier acto que transgreda éstas puede ser entendido como un sabotaje a la sociedad y su estado.

El sabotaje debe ser entendido como pequeños puentes hacia la sociedad futura, son puntos de fuga donde la sociedad cárcel no puede llegar.

La mayor aspiración del sabotaje es la utopía corriente del caos, donde atacados varios pilares de la sociedaddesencadenan un cúmulo de siyuaciones contradictorias para el sistema creando el idealizado putno de no retorno, donde todos los daños son iireversibles y perpetuos.

Llegados al punto del no-retorno todo puede ser posible menos volver a la situación sedentaria actual donde el estado-capital dirige nuestras vidas.

Es una época donde la revolución social se ve como algo imposible y las masas sociales ilustran la estupidez más absoluta. El sabotaje debe ser una táctica diaria, desde negarse a pagar impuestos hasta llegar a fases de verdadera guerra social, donde la aspiración insurreccional debe ir encaminada a crear el mayor caos posible saturando a la sociedad y a todas las fuerzas estatales abriendo más la grieta hacia la nueva anarquía.



Extraído del fanzine: Detrás del trabajo existe la vida


STRIKE! MAGAZINE







Grupos Autónomos




Joni D.
Prólogo Mateo Seguí.

En septiembre de 1973 era desarticulado el MIL pero aquella razia no acabó con el movimiento autónomo armado sino que lo reforzó. Las acciones para intentar evitar la ejecución de Puig Antich, primero, y las que se llevaron a cabo para expresar la rabia un vez realizada ésta, se extendieron como una mancha de aceite.

Un año después de la desarticulación de la OLLA y los GARI moría el dictador, en poco tiempo se pasó de luchar contra una dictadura fascista a hacerlo contra una democracia capitalista y monárquica.

Fueron los tiempos en que el rey juró los Principios del Movimiento Nacional y la Constitución, el PSOE abandonó el marxismo, el PCE dejó atrás el republicanismo y el capital fundamentó las bases del sistema social que ha terminado aplastando social y económicamente a la ciudadanía del estado español.

Fue una lucha que duró poco más de diez años hasta que en 1984 se desmantelaron los últimos grupos activos.

Este libro nos acerca a los jóvenes que formaron parte de aquellos grupos autónomos que se rebelaron ante la gran mentira llamada “transición democrática” y también al contexto en el que vivieron: la contracultura, la autonomía obrera, la clandestinidad y, por supuesto, la represión. La muerte del Jebo, al estallar el artefacto que manipulaba en Toulouse o el asesinato de Agustín Rueda en la cárcel de Carabanchel forman parte de nuestra historia silenciada.



Después de la presentación del libro habrá:

CENADOR VEGANO Y CONCIERTO DE KALEKO RUMBA


http://subeltz.noblogs.org/post/2014/12/10/abenduak-12/



El rechazo de la fábrica universal está en todas partes...







Sobre el fenómeno de los trabajos de mierda



¿Alguna vez has tenido la sensación de que tu puesto de trabajo es una pura invención? ¿Qué el mundo seguiría girando si dejaras tu puesto de trabajo de 40 horas semanales? David Graeber, antropólogo estadouni­dense, explora el fenómeno de los trabajos absurdos en un texto de gran interés para cualquier trabajador/a, que analiza el mundo laboral con altas dosis de ironía y desde un punto de vista anglosajón, de una manera poco convencional en los tiempos que corren.

En el año 1930, John Maynard Keynes predijo que, para finales del Siglo XX, la tecnología habría avanzado lo suficiente para que países como Gran Bretaña o EEUU hubieran conseguido una sema­na laboral de 15 horas. Hay muchas razones para creer que estaba en lo cierto: en términos tecnológicos, seríamos perfectamente capaces. Y sin embargo, nada más lejos de la realidad. En su lugar la tecnología ha sido empleada para inventar maneras de hacernos trabajar más a todos/as. Para alcanzar este fin ha habido que crear puestos de trabajo que son, a todas luces, inútiles. Gran cantidad de personas, sobre todo en Europa y Norteamérica, pasan la totalidad de su vida laboral des­empeñando tareas que, en el fondo, creen bastante innecesarias. El daño moral y espiritual derivado de estas situaciones es profundo. Se trata de una cicatriz sobre nuestro alma colectiva. Sin embargo, apenas se habla sobre el tema.

¿Por qué nunca llegó a mate­rializarse la utopía prometida por Keynes (aún esperada con impa­ciencia en los años 1960)? La res­puesta más manida hoy en día dice que no supo predecir el incremento masivo del consumismo. Presenta­dos/as con la elección entre currar menos horas y obtener más jugue­tes y placeres hemos, colectivamen­te, optado por la segunda opción. Si bien esto daría para una bonita his­toria moralista, una breve reflexión nos demuestra que no se puede tratar de eso, que la respuesta no es tan sencilla. Sí, hemos sido testigo de la creación de una variedad in­terminable de nuevos trabajos e in­dustrias desde la década de los años 1920, pero muy pocos tienen algo que ver con la producción y distri­bución de sushi, iPhones o zapati­llas deportivas molonas.

¿Entonces cuáles son estos nuevos trabajos, exactamente? Un estudio reciente comparando la si­tuación del empleo en EEUU entre 1910 y 2000 nos da una respues­ta bastante clara (y extrapolable a los países europeos). A lo largo del siglo pasado el número de trabajadores/as empleados/as como per­sonal de servicio doméstico, en la industria y en el sector agrícola se ha desplomado de forma dramática. Al mismo tiempo, las categorías de “profesionales, directivos, administrativos, comerciales y trabajado­res de servicios varios” han triplicado sus números, creciendo “de un cuarto a tres cuartos del empleo total”. En otras palabras, los trabajos productivos, exactamente como se predijo, han sido en gran parte sustituidos por procesos automatizados (incluso si contamos a los/as trabajadores/as de la industria globalmente, incluyendo a las masas trabajadoras en India y China, el número de estos/as trabajadores/as sigue estando lejos de alcanzar el gran porcentaje de la población mundial que suponía antes).

exploitedapePero en lugar de permitir una reducción masiva de horas de traba­jo que permitiera a la población mundial dedicarse a la consecución de sus propios proyectos, placeres, visiones e ideas, hemos visto la in­flación no tanto del sector “servicios” como del sector administrativo, incluyendo la creación de industrias enteras como la de los servicios financieros o el telemarketing, o la expansión sin precedentes de sec­tores como el del derecho empresarial, la administración educativa y sanitaria, los recursos humanos y las relaciones públicas. Y estas cifras ni siquiera reflejan a todas aquellas personas cuyo trabajo consiste en proporcionar soporte administrativo, técnico o de seguridad para es­tas industrias, o, es más, todo un sinfín de industrias secundarias (pa­seadores de perros, repartidores nocturnos de pizza), que sólo existen porque todo el mundo pasa la mayoría de su tiempo trabajando en todo lo demás.

Estos son a los que yo propongo llamar trabajos de mierda. Tra­bajos absurdos.

Es como si alguien estuviera por ahí inventando trabajos inútiles por el mero hecho de mantenernos a todos/as trabajando. Y aquí, precisamente, radica el misterio. En el capitalismo, esto es precisa­mente lo que se supone que no debería pasar. Por supuesto, en los vie­jos e ineficientes Estados socialistas como la Unión Soviética, donde el empleo era considerado tanto un derecho como un deber sagrado, el sistema inventaba tantos puestos de trabajo como era necesario (esto es por lo que en los grandes almacenes soviéticos había tres de­pendientes/as para vender un trozo de carne). Pero, desde luego, este es el tipo de problema que la compe­tencia generada por el libre merca­do se suponía que solucionaba. De acuerdo con la teoría económica, al menos, lo último que una empresa con ánimo de lucro pretende hacer es pagar dinero a trabajadores/as a los/as que realmente no necesita emplear. Sin embargo, de alguna manera, esto ocurre.

A pesar de que las empresas pueden efectuar implacables reduc­ciones de plantilla, los despidos y las prejubilaciones invariablemente caen sobre la gente que realmente está haciendo, moviendo, reparan­do y manteniendo cosas; por una extraña alquimia que nadie consi­gue explicar, el número de burócra­tas asalariados en el fondo parece aumentar, y más y más empleados/as se ven a sí mismos/as, en realidad de forma no muy diferente a los/as trabajadores/as soviéticos/as, traba­jando 40 o incluso 50 horas sema­nales sobre el papel, pero trabajando efectivamente 15 horas, justo como predijo Keynes, ya que el resto de su tiempo lo pasan organi­zando y asistiendo a cursillos de motivación, actualizando sus perfiles de Facebook o descargando temporada tras temporada de series de televisión.

La respuesta, evidentemente, no es económica: es moral y política. La clase dirigente se ha dado cuenta de que una población feliz y productiva con tiempo libre es un peligro mortal (piensa en lo que comenzó a suceder cuando algo sólo moderadamente parecido em­pezó a existir en los años 1960). Y, por otro lado, la sensación de que el trabajo es un valor moral en sí mismo, y que cualquiera que no esté dispuesto/a a someterse a algún tipo de intensa disciplina laboral durante la mayor parte de su tiempo no se merece nada, es extraordi­nariamente conveniente para ellos/as.

Una vez, al contemplar el crecimiento aparentemente intermina­ble de responsabilidades administrativas en los departamentos aca­démicos británicos, se me ocurrió una posible visión del infierno. Elinfierno como un grupo de individuos que se pasan la mayor parte de su tiempo trabajando en una tarea que no les gusta y que no se les da especialmente bien. Digamos que fueron contratados/as por ser excelentes ebanistas, y entonces descubren que se espera de ellos/as que pasen una gran parte del tiempo tejiendo bufandas. La tarea no es realmente necesaria, o al menos hay un número muy limitado de bufandas que es necesario tejer. Pero, de alguna manera, todos/as se obsesionan tanto con el rencor ante la idea de que algunos/as de sus compañeros/as de trabajo podrían dedicar más tiempo a fabricar muebles, y no a cumplir su parte correspondiente de confección de bufandas, que al poco tiempo hay interminables montones inútiles de bufandas mal tejidas acumulándose por todo el taller, y es a lo único que se dedican.

Creo que ésta realmente es una descripción bastante precisa de la dinámica moral de nuestra economía.

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Bueno, soy consciente de que cada argumento va a encontrar ob­jeciones inmediatas: “¿quién eres tú para determinar qué trabajos son realmente ‘necesarios’? De todos modos, ¿qué es necesario? Tú eres profe­sor de antropología, ¿qué ‘necesidad’ hay de eso?” Y a cierto nivel, esto es evidentemente cierto. No existe una medida objetiva de valor social.

No me atrevería a decirle a alguien que está convencido de que está haciendo una contribución significativa al mundo de que, real­mente, no es el caso. ¿Pero qué pasa con aquellas personas que es­tán convencidas de que sus trabajos no tienen sentido alguno? No hace mucho volví a contactar con un amigo del colegio al que no veía desde que tenía 12 años. Me sorprendió descubrir que, en este tiempo, primero se había convertido en poeta y luego en el líder de una banda de indie rock. Había oído algunas de sus canciones en la radio sin tener ni idea de que el cantante era alguien a quien conocía. Él era obviamente brillante, innovador, y su trabajo indu­dablemente había alegrado y mejorado la vida de gente en todo el mundo. Sin embargo, después de un par de discos sin éxito había perdido el contrato y, plagado de deudas y con una hija recién na­cida, terminó, como él mismo dijo, “tomando la opción por defecto de mucha gente sin rumbo: la facultad de derecho.” Ahora es un abogado empresarial que trabaja en una destacada empresa de Nueva York. Él es el primero en admitir que su trabajo no tiene absolutamente ningún sentido, no contribuye en nada al mundo y, a su propio juicio, realmente no debería existir.

Hay muchas preguntas que uno se puede hacer aquí, empezando por, ¿qué dice esto sobre nuestra sociedad, que parece generar una demanda extremadamente limitada de poetas y músicos con talento, pero una demanda aparentemente infinita de especialistas en dere­cho empresarial? (Respuesta: si un 1% de la población controla la mayoría de la riqueza disponible, lo que llamamos “el mercado” re­fleja lo que ellos/as piensan que es útil o importante, no lo que piensa cualquier otra persona.) Pero aún más, muestra que la mayoría de la gente con estos empleos en el fondo es consciente de ello. De hecho, no estoy seguro de haber conocido a algún/a abogado/a empresarial que no pensara que su trabajo era absurdo. Lo mismo pasa con casi todas los nuevos sectores anteriormente descritos. Hay una clase en­tera de profesionales asalariados/as que, si te encontraras con ellos/as en fiestas y admitieras que haces algo que podría ser considerado interesante (un antropólogo, por ejemplo), querrán evitar a toda cos­ta hablar de su propio trabajo. Dales un poco de alcohol, y lanzarán diatribas sobre lo inútil y estúpido que es en realidad la labor que desempeñan.

Hay una profunda violencia psicológica en todo esto. ¿Cómo puede uno empezar a hablar de dignidad en el trabajo cuando se­cretamente siente que su trabajo no debería existir? ¿Cómo puede este hecho no crear una sensación de profunda rabia y de resenti­miento? Sin embargo una peculiar genialidad de nuestra sociedad es que sus dirigentes han descubierto una forma, como en el caso de los/as tejedores/as de bufandas, de asegurarse que la rabia se dirige precisamente contra aquellos/as que realmente tienen la oportunidad de hacer un trabajo valioso. Por ejemplo: en nuestra sociedad parece haber una regla general por la cual, cuanto más evidente sea que el trabajo que uno desempeña beneficia a otra gente, menos se percibe por desempeñarlo. De nuevo, es difícil encontrar un baremo objetivo, pero una forma sencilla de hacerse una idea es preguntar: ¿qué pasa­ría si toda esta clase de gente simplemente desapareciera? Di lo que quieras sobre enfermeros/as, basureros/as o mecánicos/as, es obvio que si se esfumaran como una nube de humo los resultados serían in­mediatos y catastróficos. Un mundo sin profesores/as o trabajadores/as portuarios/as pronto tendría problemas, incluso uno sin escritores/as de ciencia ficción o músicos/as de ska sería claramente un sitio inferior. No está del todo claro cómo sufriría la humanidad si todos los/as ejecutivos/as del capital privado, lobbyistas, investigadores/as de relaciones públicas, notarios, comerciales, técnicos de la adminis­tración o asesores legales se esfumaran de forma similar. (Muchos/as sospechan que podría mejorar notablemente.) Sin embargo, aparte de un puñado de excepciones (cirujanos/as, etc.), la norma se cumple sorprendentemente bien.

Aún más perverso es que parece haber un amplio sentimiento de que así es como las cosas deben ser. Ésta es una de las fortalezas secretas del populismo de derechas. Puedes verlo cuando los perió­dicos sensacionalistas avivan el rencor contra los/as trabajadores/as del metro por paralizar las ciudades durante los conflictos laborales: el propio hecho de que los/as trabajadores/as del metro puedan para­lizar una ciudad muestra que su trabajo es realmente necesario, pero esto parece ser precisamente lo que molesta a la gente. Es incluso más evidente en los Estados Unidos, donde los republicanos han tenido un éxito notable movilizando el resentimiento contra maestros/as o trabajadores/as del automóvil (y no, significativamente, contra las ad­ministraciones educativas o los gestores de la industria del automó­vil, quienes realmente causan los problemas). Es como si les dijeran “¡pero si os dejan enseñar a niños/as! ¡O a fabricar coches! ¡Tenéis trabajos auténticos! ¿Y encima tenéis el descaro de esperar también pensiones de clase media y asistencia sanitaria?”

Si alguien hubiera diseñado un régimen laboral adecuado per­fectamente para mantener el poder del capital financiero, es difícil imaginar cómo podrían haber hecho un trabajo mejor. Los/as traba­jadores/as reales y productivos/as son incansablemente presionados/as y explotados/as. El resto está dividido entre un estrato aterrori­zado de los/as universalmente denigrados/as desempleados/as y un estrato mayor a quienes se les paga básicamente por no hacer nada, en puestos diseñados para hacerles identificarse con las perspectivas y sensibilidades de la clase dirigente (gestores, administradores, etc.) – y particularmente sus avatares financieros – pero, al mismo tiempo, fomentarles un resentimiento contra cualquiera cuyo trabajo tenga un claro e innegable valor social. Obviamente, el sistema nunca ha sido diseñado conscientemente. Surgió de casi un siglo de prueba y error. Pero es la única explicación de por qué, a pesar de nuestra ca­pacidad tecnológica, no estamos todos/as trabajando 3-4 horas al día.

Texto originalmente publicado en www.strikemag.org; traducción re­visada y adaptada por Todo por Hacer.