¿"Pezqueñines"? Tampoco, gracias.


Vengo cabreado de la última mani y de la última asamblea de Sol. Un fantasma recorre el 20N, el fantasma de la abstención, y resulta que en las asambleas del 15M se duda entre el voto nulo, el voto en blanco, el voto a los partidos “pezqueñines” o el “mal menor” de los que piden a la vida no perder, en vez de ganar.

Como si votar “pezqueñines” no fuese tan dañino como pescarlos. ¿O es que acaso los partidos “pezqueñines” lo son porque siempre tuvieron más apoyo popular que los de “tamaño natural” pero lo camuflaban en los recuentos para no cobrar subvenciones en exceso? ¿O lo de “pezqueñines” les viene porque su cretinismo parlamentario nunca llegó a homérico, límite que sí traspasaron por sistema, o sea, por el sistema, sus hermanos los partidos ciclópeos? La salud del movimiento no puede ser buena si tenemos que desmontar argumentos de esta solvencia. Y los del “mal menor” –votar peses para que no ganen pepes– es que son verdaderamente héticos, o sea, pelempempéticos, o sea, de pensamiento tísico. Y que sepan, los que tanto lo airean, que el voto en blanco, como el voto nulo, no es otra cosa que el gesto agradecido de los invitados a la fiesta que no tenían pasta para comprarse el traje y ponerse guapos, o sea, el voto de los parientes pobres, pero parientes al fin de los que montan la fiesta. Eso sí, como esto es un asunto de familia, que todo quede en casa y que cada voto entre en su urna.

Porque al final del bodorrio nadie se va a preguntar quién ha sido el responsable de los inminentes disparates del próximo gobierno, primero, porque el próximo gobierno ya no necesita de los votantes par gobernar, segundo, porque los votantes, lo mismo da que pezqueñines, nulos, blancos o héticos, tendrán de sobra con sentirse frustrados-indignados y de paso reproducir el discurso más reaccionario contra los políticos y la política que amplifica a diario desde sus medios en nazifascismo, y tercero, porque del malgobierno no se hará responsable ni el malgobernante, como para que lo haga la “democracia” y sus “democráticos” votantes.

Pero vamos a ver: desde que guillotinaron a Robespierre ¿alguien, en alguna parte, puede darme noticias de algún gobierno parlamentario que haya combatido, controlado o disminuido el poder de los ricos contra los pobres o que haya renunciado a la guerra de rapiña –todas las guerras son de rapiña, incluidas las misiones humanitarias– y desarmado a su ejército o que haya usado su poder y su mayoría para prohibir el castigo y la tortura, o sea, la cárcel, como herramientas de dominación?¿Pero es que algún votante de las innumerables farsas electorales celebradas puede no sentirse responsable a estas alturas de la historia de las mil tropelías que los gobiernos democráticos perpetraron a diario en su nombre y de las cuales no fue la mayor la actual crisis económica? Y menos mal que las democracias parlamentarias no reivindican como sus parientes a los gobiernos dictatoriales, con lo cual nos ahorramos el esfuerzo de convencer a los partidarios de lo “pezqueñín” en política de la ilegitimidad de los tales, por más que los utilicen los mismos dueños del mundo para lo mismo que utilizan los parlamentos, para que las mayorías acatemos sus mandatos, consumamos su ideología y no amenacemos su puesto de control.

Un fantasma recorre el 20N, el fantasma de la abstención, el único comportamiento responsablemente democrático capaz de debilitar, primero, para derrotar por fin, según se vaya enconando esta crisis, al parlamentarismo. Lo que está convulsionando en esta crisis no es el empleo, por naturaleza precario y destructivo, o las nóminas, siempre y también por naturaleza delgadas, o el bienestar, por naturaleza imposible para el que no dispone de su propia vida, lo que convulsiona en realidad es el sistema de producción capitalista –y tanto lo hace que agoniza, hasta morir en no más allá de unos pocos años entre convulsiones aún más vistosas. Lo que sin embargo no va a caer, si no es derribado, será su sistema político de dominación, el parlamentarismo.

Porque hay democracia más allá del parlamentarismo. Si hemos tomado las plazas fue para practicar la democracia. No es cosa de echar de menos la democracia representativa, ahora que nos estamos acostumbrando a las asambleas y nos hemos demostrado capaces de soportar al vecino que habla. La participación política ahora mismo es deliberación y es asamblea. La representación fue cosa de la revolución burguesa. Somos sujetos de la nueva revolución, la revolución de los que luchamos por rescatar nuestras vidas del destino esclavo que los “representantes democráticos” y sus señores los señores de los mercados diseñan para nosotros, y por eso que no tenemos ninguna obligación de votar, siquiera ganas. Pero lo que sí tenemos es la responsabilidad de no hacerlo, que es la responsabilidad de tomar nuestro destino individual en nuestras manos y rescatar nuestras vidas del extrañamiento, que es lo que hacemos tomando las plazas y participando en las asambleas.