Democracia y participación como espejo de la exclusión




Las constituciones, tal y como las conocemos en nuestros tiempos, nacieron formalmente tras la caída de la monarquía francesa y la instauración de la república. ¿Exclusiones? Así es, pero veamos un poco mejor el modelo a copiar: Para derrocar a Luis XVI la burguesía que comandaba tubo que permitirse la participación no solo de los sectores mas radicales dentro de los círculos liberales sino también de grandes capas de la población mas pobre que en su desesperación por años de escasez y carestía del pan habían salido a la calle apropiándose de la idea que el culpable de los problemas era el rey y su corte que no tenían consideración de su pueblo. Estos hombres y mujeres conocidos como los sin calzones, por no tener los mismo calzones que utilizaban la burguesía y la aristocracia, fueron las mayorías que asaltaron las cárceles y palacios buscando de una vez por todas la justicia.

Valla sorpresa que se llevaron cuando se empezaron a definir las nuevas reglas, por que claro, una cosa es el momento de la revuelta y otra es el momento de volver a poner orden. El nuevo mundo de los derechos vino con sus contrariedades, el derecho a la libertad estaba limitado a las leyes que se redactaban, el derecho a la propiedad solo era garantizado a quienes pudieran acceder a ella, y el derecho a la votación solo a aquellos que tuvieran propiedad. La mesa estaba servida una vez el rey afuera, y quienes mayor incidencia tuvieron en redactar las nuevas leyes fueron precisamente los que poseían las propiedades y por lo tanto quienes votaban. Es decir las revoluciones, tanto la francesa contra el antiguo régimen como las americanas de independencia, lo que lograron fue pasar el dominio de la sociedad que antes tenían las monarquías y aristocracias a los propietarios terratenientes y burgueses en los estados republicanos, y no digo únicamente por que en su despliegue populista aceptaron que una u otra vez alguno de los participantes del pueblo raso accediera a lugares de poder manteniendo la imagen de ser un “Régimen Democrático”.

Esas revoluciones fueron incompletas, no solo por que no rompieron con las estructuras de desigualdad y exclusión económica, sino por que en su discurso falso de una nueva comunidad política basada en la “soberanía popular” terminaron en la práctica apoyando el monopolio de la acción política por parte de los propietarios, siendo estos quienes pusieron los límites a las constituciones y a la participación política. Por eso mismo es que a los fundadores de las repúblicas los descendientes de las familias propietarias los llaman los padres de la patria, por que fueron los padres de esta nueva comunidad donde quienes tenia una posesión de algún patrimonio podían decidir y participar, mientras que quienes descendemos del pueblo desposeído de propiedades no podemos mas sino mantener nuestro rencor vivo por que ellos para nosotros solo son los padres de la exclusión.

Lo particular es que aquellos padres propietarios de la patria no decidieron mantenerse en el nuevo estado republicano de forma permanente siendo senadores y presidentes, sino aportaron activamente con sus fondos a la creación de la política como un ejercicio profesional, es decir, aportaron a la construcción de los partidos políticos y sus clientelas, de tal forma que siendo padres propietarios dueños de partidos ahora podían seguir ocupados en sus negocios mientras otros les garantizaban las oportunidades legales para su bienestar. Ahora no importaba que los políticos profesionales a los que apoyaran hicieran parte de cualquier clase social mientras que al momento de legislar se cuidaran de representara los intereses de quienes apoyaban las campañas y aportaban los sobornos necesarios para mantener las clientelas. Este nuevo giro en la historia abrió nuevas posibilidades para la participación en política al punto que paulatinamente las constituciones fueron permitiendo que personas sin propiedad pudieran participaran como representantes y hasta como votantes.

Si antes la ilusión política que sostenía a los reyes era la supuesta designación divina, la nueva ilusión en que se justificó la democracia fue la participación sin restricciones en la política. Los grandes propietarios dieron a la escena democrática ese toque de “espacio público” en el cual “Todos” pueden participar si quieren acceder a los cargos representantes, pero donde en la práctica son los partidos que tienen mayores recursos y clientelas los que garantizaran las mayorías y por lo tanto quienes mantendrán el control de lo que se legisla y ejecuta.

El tiempo no ha cambiado tanto en estos doscientos años en lo fundamental; aunque las ideologías de los partidos políticos hayan cambiado y desaparecido o emergido uno que otro en los diferentes países, en su esencia la profesión política sigue respondiendo a intereses particulares y privados. Aunque esta escena política constantemente esta apelando la labor que hacen por la sociedad, lo real es que tal cosa abstracta que llaman sociedad no contiene ni a la totalidad ni si quiera a la mayoría de los hombres y mujeres que habitan sobre el territorio que supuestamente gobiernan. Al hablar del beneficio para todos tendríamos que recordar que no existe un “Todos” sino en su práctica política solo existen unos beneficiarios específicos.

En esta época de elecciones recordar la historia, que la vemos reflejada en nuestro presente, es una excusa para apoyar el llamado al Abstencionismo Político, a no seguir cayendo en la falsa ilusión de creer que elegir a alguien que nos represente va cambiar la realidad en que los políticos solo benefician a unos pocos. Pero también es un llamado a acabar con el Abstencionismo Social, es hora de dejarle claro a los políticos, y a los poderosos detrás de ellos, que no pueden seguir decidiendo por nosotros y demostrarles que con nuestra acción podemos participar en la solución de nuestros problemas particulares y generales. Salir a las calles, recuperar la organización colectiva como defensa y ataque frente a quienes se aprovechan de nosotros (en el trabajo, en el consumo, etc...), volver a hacer de la lucha social la herramienta para decir No más! Hay que dejar de votar pero de la mano de ello debemos encargarnos por nosotros mismos de la solución de nuestros problemas.

Ni un solo voto a los políticos. Toda la energía a la lucha social y a la construcción de soluciones por nosotros mismos.