Tras las apariencias. Nuevas huelgas en el sector de la confección en Bangladesh



Desde el desastre de Rana Plaza en 2013, cuando una fábrica de prendas de vestir mal construida se derrumbó, matando a 1200 personas y mutilando a 2.700, ha habido bastantes cambios en la industria de la confección en Bangladesh, pero tras un periodo de relativa tranquilidad nuevas luchas están surgiendo en las fábricas textiles. Desde el desastre de Rana Plaza en 2013, cuando una fábrica de prendas de vestir mal construida se derrumbó, matando a 1200 personas y mutilando a 2.700 [1] , ha habido bastantes cambios en la industria de la confección en Bangladesh, pero tras un periodo de relativa tranquilidad nuevas luchas están surgiendo en las fábricas textiles.

En medio de la vergüenza debida a la exposición de las condiciones de trabajo asesinas y bajo la presión de las principales marcas de ropa, gobiernos occidentales, sindicatos y ONG’s, se introdujeron algunas reformas. Todo esto ocurrió dentro de un clima más amplio de creciente represión política por parte del gobierno de Bangladesh contra los partidos de oposición y los militantes islámicos[2] . Las reformas realizadas en la industria de la confección[3] , así como la vigilancia más estricta y la censura sobre los medios de comunicación probablemente han servido para amortiguar las luchas laborales en los últimos años.

Zona industrial de Ashulia, Dhaka – 12 de diciembre;

Cientos de trabajadores/as de la confección de varias fábricas se declaran en huelga. Exigen un aumento inmediato en el salario mínimo de 5.300 Taka (€ 63) a 15.000 Taka (€ 180), quejándose de que la inflación desenfrenada en los precios de los alimentos y los alquileres hacen casi imposible sobrevivir con el salario actual. También protestan contra las condiciones de trabajo peligrosas y de los problemas con los pagos. A medida que los/as trabajadores/as empiezan a manifestarse, el movimiento se extiende por toda la zona Industrial.



Hay informes de que el sindicato Frente Obrero Textil, después de una reunión el 25 de noviembre, distribuyó folletos exigiendo un aumento del salario mínimo a 15.000 Tk y que esta demanda fue asumida por los/as trabajadores/as, lo cual provocó los paros. Es una posibilidad, aunque hay otras:

  1. Que el sindicato pretenda aparentar tener más influencia de la que realmente tiene. Puede ser que el folleto fuera un catalizador que conectara a la perfección con el creciente clima de resentimiento.
  2. Que El Estado y la patronal quieran promover la idea de que el sindicato tiene más influencia de la que realmente tiene para explicar las protestas como causa de “agitadores externos” y así afirmar que no hay quejas de los/as verdaderos/as trabajadores/ as. A pesar de haber usado este argumento durante años, nunca ha habido pruebas o arrestos de estos misteriosos agentes.
  3. Que la demanda de un aumento a 15.000 Tk ya estuviera siendo discutida entre los/as trabajadores/as y que los sindicatos la recogieran e incorporaran en su folleto. Los sindicatos no enviaron sus demandas de un aumento salarial a la federación patronal BGMEA hasta el 22 de diciembre, diez días después de que comenzaran las huelgas. Si fueran los iniciadores se podría haber esperado que el sindicato hubiera presentado oficialmente esa demanda previamente a la gerencia.


21 Dic: Los empresarios responden cerrando toda la zona de confección de 85 fábricas y dejando fuera a 200.000 trabajadores/as. Todas las manifestaciones son prohibidas y se produce una ocupación paramilitar de la zona. Miles de policías industriales, 900 policías regulares y 15 pelotones de la Guardia Fronteriza paramilitar de Bangladesh y el Batallón de Acción Rápida son desplegados para aplastar los disturbios. La patronal y la policía presentan cargos contra 1.500 trabajadores/as y otros/as 1.500 son despedidos/as. A medida que se suceden las incursiones y las detenciones en los sindicatos y en las casas de los/as trabajadores/as, muchos/as se mantienen alejados del trabajo y algunos/ as militantes se ocultan.

27 Dic: La patronal reabre las fábricas y el trabajo se reanuda. 15.000 traba jadores/as no regresan al trabajo temiendo represalias y posibles cargos judiciales, muchos/as regresan a sus pueblos nativos.

Cómo el salario mínimo puede reducir los ingresos

Después del desastre de la Plaza Rana se aumentó el salario mínimo un 76% y se estableció un mecanismo para su revisión quinquenal. Algunos elogiaron esto como una gran victoria sin fijarse en los pequeños detalles del marco legal. En primer lugar, el acuerdo de 5.300 Taka ($ 67) mensuales se encuentra muy por debajo de los 8.114 Tk ($ 103) generalmente exigidos por los/as trabajadores/as, que a su vez se encuentra en el límite inferior de lo que puede considerarse un “salario digno”. Parte del acuerdo salarial es un aumento anual del 5%, mientras la inflación se está situando en un 7-12%.

Por lo tanto, el acuerdo podría ser visto como un intento de atar a los/as trabajadores/as a un aumento de salarios por debajo de la inflación – lo que significaría una disminución a largo plazo de los ingresos reales.

La industria de la confección es el mayor empleador del país y representa el 80% de las exportaciones con un total de 28.000 millones de dólares y beneficios masivos. Las exportaciones continúan creciendo, un 9% este año. La federación patronal BGMEA está presionando a los propietarios de vivienda para mantener los alquileres bajos y subsidiar así el coste de vida de los/as trabajadores/as de la confección. Todo esto da una idea del poder de la industria de la confección dentro de la clase dominante. A esto hay que sumar subsidios y concesiones fiscales que la industria ha recibido del Estado a lo largo de los años, lo cual ha proporcionado una riqueza enorme y estilos de vida lujosos a los jefes de la confección.

A pesar de las reformas impulsadas tras la catástrofe de Plaza Rana, un informe reciente detalla las penosas condiciones de los/as trabajadores/as:

Alrededor del 91% de los/as trabajadores/as encuestados/as, independientemente de su sexo, soportaron abusos en las fábricas “a veces” o “a menudo” en comparación con el 61% en 2013.

Se habla de intimidaciones verbales y presiones para completar los pedidos mediante el uso de lenguaje agresivo e incluso intimidación sexual por parte de los directores de fábrica y supervisores de línea.

Hubo quejas de los/as trabajadores/as sobre horas extras obligatorias y de no respetar bajas médicas o de maternidad para cumplir con los objetivos de producción, a lo cual se suman los retrasos en el pago de los sueldos o los directamente no pagados. El informe indica que los sueldos bajos han sido el principal motor de la competitividad del sector desde 2004.

Además, alrededor del 7,6% de los/as trabajadores/as cobraban menos del salario mínimo establecido por ley de 5,300 TK, sin incluir horas extras. http://print.thefinancialexpress-bd.com/2016/12/16/159567

Los poderes occidentales interesados y con capacidad de presión en la patronal local (gobiernos, sindicatos, compradores, cadenas de venta al por menor, etc.)[4] se han concentrado en mejorar las infraestructuras de edificios y equipos con la esperanza de evitar otro vergonzoso desastre. El salario mínimo y un programa de inspecciones de fábricas están en marcha. Pero no dejan de ser medidas orientadas a las apariencias, mejorando la imagen de las marcas minoristas globales y evitando daños a su imagen. Sin una aplicación adecuada, todo esto se queda en mero maquillaje, ocultando un día a día de explotación. Los principales compradores de estas marcas no están interesados en ver reducidos sus beneficios debido a unos sueldos dignos para los/as trabajadores/as o en pagar un poco más para ayudar a hacerlo posible. Tampoco han presionado demasiado para forzar la aplicación efectiva de las leyes sobre seguridad y tratamiento de los/as trabajadores/ as en el lugar de trabajo.


Los nuevos sindicatos

Una de las reformas tras el desastre de Rana Plaza fue el derecho de los/as trabajadores/as de la confección a tener representación sindical en el lugar de trabajo. Ha habido varias acusaciones de obstá- culos en el registro de nuevos sindicatos, despidos de sindicalistas y el intento de monopolio de la sindicalización por parte de las ONG’s americanas[5] . Aunque actual- mente hay unos 15-20 sindicatos activos en el área de Ashulia, su influencia parece limitada. Tanto patronal como sindicatos se quejaron de que las últimas huelgas salvajes no ocurrieron a través de sus cauces y de que las demandas no se presentaron antes de dejar el puesto de trabajo, como lo exige la ley. Los/as trabajadores/as textiles de Bangladesh tienen décadas de experiencia de huelgas salvajes y con la reticencia obstinada de los jefes a aceptar a los sindicatos es probable que esta cultura siga así. La perspectiva reformista y legalista de los aspirantes a burócratas sindicales está, en general, desfasada respecto a esta tradición de autoorganización y sus intentos de institucionalizarla y domesticarla hasta ahora no han tenido demasiado éxito. A pesar de ello no hay que descartar la posibilidad de que dentro de las huelgas salvajes haya ahora más influencia de militantes sindicales. Pero bajo las condiciones de Bangladesh todas las huelgas han sido hasta ahora salvajes, no hay una presencia sindical en el lugar de trabajo y la organización debe ser a menudo más espontánea y clandestina.

En esta etapa temprana de la sindicalización dentro de la industria los diversos sindicatos siguen siendo pequeños, la mayoría de ellos ligados a algún pequeño partido de izquierdas. Sus declaraciones a menudo reflejan una búsqueda de legitimidad a los ojos de los/as trabajadores/as y de la patronal como organizaciones “responsables” capaces de desempeñar un papel mediador; Algunos dirigentes sindicales pidieron rápidamente un retorno al trabajo y que se les dejara las demandas y negociaciones a ellos.

“El cierre de la fábrica está afectando tanto a los/as trabajadores/as y propietarios como a la economía del país. Por eso, hemos instado a la BGMEA a celebrar una reunión para resolver el estancamiento “, dijo el secretario general de la Federación de Sramik Karmachari, Arafat Jakaria Sonjoy, al diario Dhaka Tribune.

Este enfoque reformista y legalista forma parte de la ideología y función de los sindicatos como intermediarios entre la fuerza de trabajo y la patronal, mediadores del conflicto entre clases. Empieza a haber un cambio de perspectiva entre algunos jefes que comienzan a ver la utilidad potencial de los sindicatos como un mecanismo para lograr un mayor control sobre los conflictos laborales y hacer las negociaciones más fáciles, pero al mismo tiempo no parecen convencidos de que los sindicatos todavía tengan suficiente influencia entre los/as trabajadores/as para conseguir eso.

Censura de los medios

23 de Diciembre: El periodista de televisión y prensa escrita Nazmul Huda es arrestado. Nazmul cubre regularmente los conflictos laborales de Ashulia. La policía lo acusa de presentar noticias falsas y de “instigar a los/as trabajadores/as para crear anarquía”.

Se le imputa en virtud de la Ley de Poderes Especiales -una legislación de emergencia general con amplias facultades represivas- y la Sección 57 de la Ley de Tecnologías de la Información y la Comunicación, que en la práctica es una ley atrápalo-todo de cibercrimen y que está resultando muy útil al gobierno para acallar opiniones no deseadas.

Durante los últimos dos años la libertad de expresión ha sufrido bastantes mermas.
Diversos periódicos han sido cerrados, los/ as periodistas críticos/as son hostigados/ as mientras que los medios sociales sufren registros y son censurados. Varios bloggers ateos y laicistas también han sido asesinados por militantes islámicos o han sido procesados por ‘difamar a grupos religiosos’ [6] .

Todo sin resolver

Las huelgas han terminado y los/as obreros/as y militantes sindicales que no están en la cárcel, escondidos, huidos o despedidos vuelven a trabajar, pero los resentimientos permanecen, al igual que las condiciones materiales que dan lugar a ellos. El presente movimiento muestra los límites y la naturaleza superficial de muchas de las reformas introducidas desde 2013. Sin una adecuada aplicación de la ley, muchos de los “derechos” legales de los/as trabajadores/as utilizados como camuflaje por las marcas de ropa occidentales para absolverse de culpa y para distanciar su imagen corporativa de la explotación siguen siendo papel mojado. Es un signo de la fuerza colectiva y determinación colectiva de los/as trabajadores/as de la confección que, incluso bajo las actuales condiciones represivas, todavía puedan organizar su propia resistencia a gran escala.