¿Por qué los españoles son demasiado indulgentes con la corrupción?


El pasado 14 de septiembre, los casos relacionados con la corrupción política anegaban las portadas de los principales periódicos españoles.




Luis de Guindos, el ministro de Economía, defendía la designación de José Manuel Soria, exministro de Industria salpicado por el caso de los papeles de Panamá, como director ejecutivo del Banco Mundial. Rita Barberá, la omnipotente y todopoderosa exalcaldesa de Valencia, pasaba a ser formalmente investigada (antes imputada) por blanqueo de capitales por el Tribunal Supremo.

Por su parte, Luis Bárcenas, extesorero del conservador Partido Popular (PP), retiraba su denuncia contra la dirección de este partido por haber destruido la información de sus ordenadores donde, presumiblemente, almacenaba muchos datos sobre la contabilidad B de la formación política. Mientras, Jaume Matas, ex presidente del gobierno balear, pactaba con la fiscalía para evitar la cárcel.

Y ante semejantes titulares, los ciudadanos volvieron a preguntarse ¿qué he hecho yo para merecer esto? No se referían sólo a estos cuatro casos expuestos en la tribuna del oprobio de los principales rotativos del país, sino a las incontables causas judiciales abiertas contra cuadros del PP [primer partido político investigado en la historia de la democracia], pero también del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y, en mucha menor medida, de Izquierda Unida (IU) y otras formaciones regionales como la extinta Convergencia i Unió de Cataluña .

Se trata de escándalos como el de los ERE, la trama Gürtel, Adigsa, el caso ITV, Pretoria, Taula o el Palma Arena y de un largo etcétera que suena a letanía infinita y que solo, en 2015, alcanzaba la cifra de 1.700 causas judiciales.

Pero lo cierto es que atendiendo a los resultados de los últimos comicios generales del 26 de junio, en los que el PP y el PSOE, los mayores protagonistas del saqueo político, volvieron a ser las formaciones más votadas, parece más pertinente preguntarse si la sociedad española está siendo demasiado indulgente con la corrupción política. Aún más si nos fijamos en Galicia, donde el PP revalidó el domingo la mayoría absoluta, algo que contrasta con su última posición y la pérdida de un escaño en el País Vasco, comunidad donde el PSOE volvió a derrumbarse.

Sea como sea, lo cierto es que, mientras la corrupción se considera el segundo mayor problema del país, de acuerdo con los últimos datos del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), la merma de votos de los dos partidos más señalados por esta lacra parece no ser tan contundente.

Los mayores protagonistas del saqueo político, volvieron a ser las formaciones más votadas.
Según un estudio de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) titulado ¿Por qué los votantes perdonan a los políticos corruptos? Cinismo, ruido e intercambio implícito elaborado por Jordi Muñoz, Eva Anduiza y Aina Gallego, la respuesta reside en tres factores: el partidismo, la información y el contexto.

El partidismo explicaría el fenómeno de acuerdo con el cual la comisión de irregularidades o ilegalidades parece mucho menos grave si el que las comete está entre tus filas. En este sentido, Juan Díez, catedrático emérito de la Universidad Complutense de Madrid y fundador CIS considera que "los españoles son de un partido político como lo son de un partido de futbol".

Algo muy común en España, explica Díez, es el votante que se vanagloria "de haber votado a una misma formación política durante 20 o 30 años" y eso, sostiene, solo juega en contra de la salud democrática de un país.

"Cada elección es distinta, con candidatos diferentes, por eso hay que pensar en el voto de cada cita electoral y no apostarlo todo al de siempre. El problema es que no tenemos cultura democrática, hace demasiado poco que votamos y estamos acostumbrados a que nos manden, a delegar todo el poder", sentencia a VICE News el fundador del CIS.

Además, prosigue Díez, "ni la educación, ni los medios de comunicación contribuyen a crear interés sobre la política y a formar e informar adecuadamente".

La cultura democrática así como el débil papel de la educación y los medios de comunicación en su construcción son factores contextuales, como también lo son, aunque con un carácter más temporal, las circunstancias económicas del país y el miedo de la ciudadanía a un nuevo bache económico que dañe la recuperación. Un temor que, de acuerdo con diversos analistas, habría acabado por beneficiar al PP.

Fernando Jiménez, profesor de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad de Murcia y experto en corrupción política, asegura a VICE News que, en muchas ocasiones, "los ciudadanos prefieren votar a los de siempre con una pinza en la nariz antes que optar por otra formación que se ubica en el mismo espacio ideológico pero en la que no confían".

Para Jiménez, "el PP perdió escaños [49 de los 186 obtenidos en 2011], pero retuvo a la mayor parte de su electorado porque sus votantes ya saben quienes son y como gobiernan, porque les gusta su idea de España y porque confían en su política económica".

Muchos no están dispuestos a apostar por la alternativa natural, que sería Ciudadanos, explica el sociólogo de la Universidad de Murcia, porque "creen que están demasiado verdes o que sus cuadros no están suficientemente formados".

Con todo, Jiménez opina que los resultados de las últimas elecciones, en las que el PSOE perdió 25 diputados de los 110 conseguidos cinco años atrás, sí fueron un serio castigo a los partidos tradicionales, que perdieron muchos votos en favor de las jóvenes formaciones de Podemos y Ciudadanos. En este sentido, la cobertura por parte de los medios de comunicación, es decir, el elemento informativo, si habría tenido una repercusión directa en el voto.

"Los casos bajo investigación han ganado mucha visibilidad mediática, también en la televisión, aunque el tipo de información deja bastante que desear". Jiménez se refiere al hecho de que el enfoque periodístico prime la información sobre las personas y los comportamientos individuales, animando a la persecución de chivos expiatorios en lugar de estimular el análisis sobre las reformas institucionales susceptibles de reducir la corrupción.

Díez, sin embargo, ve el vaso medio vacío y sostiene que los españoles han sido demasiado indulgentes con el alud de casos de cohecho, prevaricación, blanqueo y falsificación documental desvelados en los últimos años.


Aún así, el catedrático emérito considera que la indignación ciudadana ha modificado el tablero político con la irrupción de Ciudadanos y Podemos: "tenemos que agradecer a estos jóvenes partidos que hayan levantado la alfombra para que se viera toda la podredumbre que había en el sistema tradicional de partidos".

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