LO QUE EL VOTO SE LLEVÓ


El ritmo frenético de nuestras vidas nos ha alejado de los demás: ahora no sólo no conocemos a nuestros/as vecinos/as sino que es posible que antes de despertarnos simpatía nos den miedo. Igualmente nuestros/as compañeros/as de trabajo son seres a superar, con los que competir y no personas en las que apoyarnos para mejorar. Esta ruptura entre las personas, este aislamiento, potenciado por los sucesos que salpican a diario los medios de comunicación, es enemiga de nuestra vida.
Normalmente estamos rodeados/as de personas y, si nos arriesgásemos a conocerlas un poco mejor, descubriríamos que tienen inquietudes y problemas, muchas veces parecidos a los nuestros: un trabajo que les acapara y explota, una familia a la que no dedican el tiempo que les gustaría, poca diversidad en los momentos de ocio… Estas problemáticas comunes pueden traducirse en un mismo frente de lucha.
Ante toda esta realidad no nos queremos quedar sólo en la abstención, en la pataleta de un día y la queja de los siguientes cuatro años. Así las cosas no cambian y nuestra mala hostia crece pero no la sacamos; nada productivo sale de ahí. Una vez que empezamos a entrever el problema hay que buscar las soluciones, hay que caminar en la senda de la construcción de la realidad que nos gustaría vivir. Si tenemos claro lo que sus elecciones y su democracia no nos dan, tendremos que tomarlo nosotros/as, tendremos que empezar por poner en práctica aquello que sus charlatanes/as obvian: las cosas concretas, el diálogo, el trabajo colectivo, las relaciones humanas reales, el cara a cara. Nuestros problemas y los de nuestros/ as vecinos/as no son tan diferentes: saltemos ese obstáculo mental que nos hemos forjado desde pequeños/as y volvamos a con’ar en las relaciones humanas, en el semejante, tratemos de volver a recuperar lo comunitario, lo convivencial.
Vemos imprescindible, por tanto, avanzar en nuestra la organización en común, en generar espacios de debate, de re4exión, de intercambio de opiniones, ideas y experiencias. Utilizar la asamblea y la a’nidad como motores de lucha y de crecimiento colectivo, los problemas son miles y las posibilidades de afrontarlos en común inmensas. Potenciar espacios donde poder relacionarnos, donde poder crear formas de comunicación y acción realmente nuestras, alejadas de su representatividad, de sus mayorías y minorías, de sus cuotas de poder o de la servidumbre a intereses alejados de nosotros/as. Si algo queremos cambiar, tenemos que mojarnos y hacerlo nosotros/as mismos/as, entre todos/as, pero a través de nuestra iniciativa.
Autoorganización y lucha, dos conceptos que no tienen que sonarnos a pajas mentales ni a lejanas utopías, son prácticas que se generan en el día a día, que siempre han estado ahí. Nuestro pasado y nuestro presente están plagados de estos pequeños o grandes gestos subversivos. Ahora se ven con las asambleas en las plazas de nuestros barrios, con discusiones y debates entre vecinos/as, con comidas populares o con nocturnas marchas por la ciudad; pero hace años (no muchos) surgieron de la mano de localizados con4ictos vecinales, por simples parkings o constantes abusos policiales, y hace algunos años más, posibilitaron grandes huelgas en pro de a’anzar y avanzar en nuestras libertades. Nosotros/as entendemos estas prácticas como posibles (y aconsejables) a gran escala, para organizar toda nuestra vida, todas nuestras necesidades, pero claramente no estamos aún en ese punto, lejano todavía. Estamos a la defensiva, con un contexto socio-económico que nos avasalla, que nos gana terreno por todas partes (en materia laboral, educativa, sanitaria…), y es en este contexto en que estas prácticas las seguimos viendo como útiles, como una forma bastante pragmática de afrontar el presente, de afrontar recortes, despidos, desahucios y todo el sinfín de mierdas en las que estamos metidos/as. El debate, la discusión, la resolución colectiva de trabas, como método de afrontar unidos/as los problemas, de conseguir apoyarnos entre todos para que nadie caiga, para aprender a ganar y a no dar un paso atrás. Que nadie esté arriba ni nadie esté abajo, de tal forma que caminemos unidos/as.
¡Todo el poder para las asambleas!
Borroka da bide bakarra!!