Aquellas telefonistas de armas tomar


Las señoritas telefonistas -mejor así, en plural- formaron parte del imaginario del Madrid moderno de los años 20 y 30. Mujeres nuevas, trabajadoras en el emblemático Edificio de la Telefónica, paseantes en grupo por la Gran Vía. Su figura de mujer al día, ligada a su condición de trabajadora y a su silueta representada jovial, de peinados a la moda, no encuentra, sin embargo, hueco en el relato de la conflictividad que reinaba en la mayoría de los sectores laborales aquellos años. No fue la de la Compañía Telefónica, en cambio, una historia ajena al conflicto social, y aquellas mujeres, que se asomaban a las revistas antes y al recuerdo hoy con sonrisa amable, fueron partícipes activas de las importantes huelgas de la Telefónica.

Durante la dictadura de Primo de Rivera los servicios telefónicos de España fueron concedidos a la American Telephone and Telegraph (ATT), con un contrato ventajoso que fue duramente criticado en la época. El acuerdo excluía pagos de impuestos para la empresa y permitía una mala situación para los trabajadores. Las tensiones y los conflictos laborales no se atenuaron con la llegada de la Segunda República, a la que se ha acusado de querer dar un mensaje de tranquilidad a las potencias extranjeras, salvaguardando los intereses de la empresa norteamericana.

A partir de este momento la CNT se convierte en el sindicato con más peso dentro de la compañía, y sus obreros declaran la huelga el 4 de julio de 1931. Fue uno de los primeros encontronazos entre la Republica y la clase obrera madrileña. La huelga, que pretendía paralizar el servicio, es un éxito sobre todo en Zaragoza, Barcelona y Sevilla, donde el ejército y la policía reprimen duramente a los trabajadores, con disparos muy recordados en el parque de María Luisa. El resultado final de la huelga y de las sucesivas huelgas que se sucedieron en apoyo durante todo el mes, con la intervención del gobierno (que utilizó a la UGT para reconducir la situación), es un arbitraje favorable a la empresa, aunque se reconocía el derecho de los obreros de tener un contrato de trabajo. Otra de las cosas que se conseguirá en este ciclo de conflictos con la empresa da idea del control al que estaban sometidos sus trabajadores: se les permitiría, al fin, casarse sin perder el puesto de trabajo.

Las huelgas supusieron 2000 detenidos, 30 muertos y 200 heridos, además del despido de numerosos trabajadores, que tendrían que ser readmitidos e indemnizados en 1936, tras una nueva huelga, esta vez de mejor balance para los trabajadores.


Las telefonistas y la Telefónica de hoy

Desde entonces las cosas han cambiado mucho, pero lo han hecho para seguir igual. A Telefónica le han salido muchos competidores y ya no es el monopolio que era, pero eso para los/as trabajadores/as no ha sido ninguna mejora. La subcontratación es norma infranqueable y las condiciones laborales, no sólo en las contratas de compañías telefónicas sino en el inmenso sector de telemarketing o del contact center, son el prototipo de precariedad: encadenación de contratos temporales, constantes cambios de departamento y de horario, presiones y trato denigrante, descansos cronometrados…

Es difícil encontrarnos hoy con huelgas como la de 1931 (entre muchas otras cosas, una ventaja más de la subcontratación: con los/as trabajadores/as divididos/as en múltiples empresas es aún más difícil unirse para atacar al gigante), pero sí se han realizado, por ejemplo, varios paros a lo largo de 2014 para luchar contra estas condiciones, como los de Extel CRM y Atento (subcontratas de Telefónica) o los de los/as trabajadores/as del servicio de Atención al Ciudadano (010) del Ayuntamiento de Madrid.

Desde el pasado noviembre, además, se está llevando a cabo la negociación del convenio colectivo del telemarketing o contact center, al llegar el anterior a su fecha de fin. Por el momento, la patronal ha presentado en febrero su propuesta, que incluye recortar las pausas visuales (descansos) a la mitad, no pagar los primeros tres días de baja en ningún caso, eliminar la referencia a las 39 horas semanales de jornada (lo que le daría libertad a la empresa para distribuir las horas a su antojo), retrasar la categoría de teleoperador especialista dos años (lo que significa retrasar dos años el aumento de sueldo que conlleva), y aumentar el periodo de prueba a 2 meses.

Y esto para las/os “privilegiadas/os” que al menos cuenten con ese convenio, ya que gracias a la reforma laboral de 2012 que permite aprobar convenios de empresa más perjudiciales que el de sector, algunas empresas o grupos de empresas ya se han aprendido el truco de aprobar un convenio basura (poco mejor que el Estatuto de los Trabajadores) en una empresa pequeña donde es más fácil hacerlo (tiene que ser firmado sólo por un delegado sindical en vez de por un comité de empresa), para luego comenzar a contratar a todo el mundo a través de dicha empresa y con ese convenio basura, como es el caso de Adecco Outsourcing.

No esperamos ver de vuelta movilizaciones como la del 31, pero esperamos que todas/os estas/os trabajadoras/es sean conscientes de que siguen teniendo la capacidad de cambiar su situación y no dejen que la Telefónica (y las otras telefónicas) nos devuelvan a las condiciones de entonces.


Lucía Sánchez Saornil. Poeta, periodista y fundadora de Mujeres Libres


Una de las protagonistas de la huelga de la Telefónica de 1931 fue Lucía Sánchez Saornil. Nacida en 1895 en una familia humilde del barrio de las Peñuelas de Madrid, en 1916 entró a trabajar como operadora en la Telefónica, donde continuó hasta ser despedida junto con otras/os 1500 compañeros/as tras la huelga de 1931, siendo readmitida tras ganar los/as trabajadores/as el conflicto laboral de 1936, hasta que emprendió el exilio a Francia en 1939.


Su combatividad y compromiso feminista los demostró no sólo como trabajadora, sino como poeta, periodista y militante anarquista afiliada a la CNT desde la década de 1920, llegando a asumir grandes responsabilidades, asumidas en esta época en su mayoría por hombres, en organizaciones nacidas al calor de la Revolución española.

En mayo de 1936, Lucía Sánchez Saornil junto con Mercedes Comaposada y Amparo Poch fundan en Madrid la revista Mujeres Libres, que se transforma pronto en un movimiento de lucha por la emancipación y libertad de la mujer, la Federación Mujeres Libres. El objetivo era “elevar el rol de la mujer como el del hombre, a un nivel de cultura superior que les permita batallar juntos en la construcción de una sociedad más justa y humana”, lo que llamaba ‘humanismo integral’. Afirmaba que el “feminismo que buscaba su expresión fuera de lo femenino, tratando de asimilar virtudes y valores extraños [masculinos] no nos interesa; es otro feminismo, más sustantivo, de dentro a afuera, expresión de un “modo”, de una naturaleza, de un complejo diverso frente al complejo y la expresión y la naturaleza masculinos”.

Destacamos aquí su figura no sólo a modo de homenaje sino a modo de reseña del libro “Lucía Sánchez Saornil. Poeta, periodista y fundadora de Mujeres Libres” recientemente publicado por Ediciones La Malatesta, en el que se recoge una antología de textos periodísticos de Lucía. Puedes encontrarlo en la propia librería La Malatesta o en otros de los “proyectos permanentes” que aparecen en la página 15 de esta publicación.