La valerosa denuncia pública de José Antonio Moral Sandín, el jerarca del PCE-IU e intelectual marxista que, como representante de su grupo político, ha formado desde hace muchos años parte del Consejo de Administración de Caja Madrid/Bankia, realizada por un grupo de estudiantes, marca un hito en nuestra historia. Por primera vez un miembro destacado de la burguesía de Estado, que explota al pueblo desde puestos estatales mientras hace demagogia izquierdista, es puesto en la picota como un explotador y un vividor, un farsante y un acumulador de capital. Vale decir, como un burgués en el más amplio sentido de la palabra.
Moral Sandín tiene publicados varios libros de escolástica marxista, fabricados con las bien conocidas lucubracionescarentes de base sobre abstracciones, frases sin sentido y meras vaciedades propias de tales textos y tales personajes. Tras esa mendaz retórica está lo realmente sustancioso, el gran negocio que las jefas y jefes de Izquierda Unida se han organizado para sí desde hace mucho, a fin de vivir deliciosamente a costa de las clases asalariadas.
Pero Moral Sandín no es un caso aislado sino un integrante más de una casta, de una clase, de un grupo de negociantes, parásitos y burgueses estatales, como los de China o Corea del Norte.
Están en todas las Cajas de Ahorro, en sus Consejos de Administración, habiendo contribuido a saquear y hundir varias de ellas, no sólo Caja Madrid. Pero están también en muchas de las empresas del capitalismo de Estado, percibiendo sueldos muy jugosos, y haciendo desde ellas negocios bastante lucrativos. Dado que el Estado es el principal explotador del proletariado hoy, primero porque lo hace directamente con el 25% de él y segundo porque expolia a todo él a través de los impuestos, formar parte de la burguesía de Estado es bastante remunerador.
Por eso, el jefe de la cofradía, Cayo Lara, dijo hace poco que hay que defender el “Estado social”. Tremendo. Hasta ahora los marxistas usaban la expresión “Estado capitalista”, teniendo al ente estatal como garante y sustentador del capital, de la clase empresarial, lo que significaba que era el enemigo de las clases asalariadas, del proletariado. Ahora, súbitamente, desaparece el Estado capitalista, tenido por un gran mal a combatir, y en las manos de este sujeto se transmuta en “Estado social”, el gran bien a defender.
Así las cosas, ¿qué queda de la lucha revolucionaria?, ¿dónde se sitúa el proyecto y la esperanza de un mundo sin capitalismo? Porque, defender al Estado es dar apoyo al capital, que no puede ni siquiera existir sin el Estado.
La obtusa apologética del Estado de bienestar, que al año desvalija a cada trabajadora y trabajador una media de 8.500 euros, le es necesaria a la burguesía de Estado encaramada en la dirección de Izquierda Unida para defender su negocio particular. También para justificar su existencia ante sus amos, los oligarcas y grandes empresarios que les pagan para que engañen y perviertan al pueblo, por ejemplo, aportándoles cuantiosas sumas en las elecciones generales de 2011.
El Estado actual no ha sufrido ninguna modificación desde el franquismo, al no haber habido ni siquiera “ruptura democrática”, por tanto lo que don Cayo respalda es al Estado capitalista de toda la vida, centenario ya, que ahora se ha disfrazado de Estado de bienestar, esto es, de un grosero instrumento para la negación de toda autonomía al pueblo, de toda libertad para la gente de la calle, so pretexto de satisfacer sus necesidades básicas ¡con el dinero que le expolia!
En mi libro “El giro estatolátrico. Repudio experiencial del Estado de bienestar” dedico un capítulo, el XXI, a mostrar que el marxismo no es una forma de culto por el ente estatal, de estatolatría. A través de un análisis de los escritos de Marx y Engels pruebo que éstos no defienden al Estado en ninguno de sus textos, sobre todo no defienden al Estado capitalista, como es el actual por mucho que se disfrace como “de bienestar”. Así pues, los gerifaltes del PCE han roto con el marxismo en lo que tiene de revolucionario, y se han pasado a las posiciones de los enemigos de Marx y Engels, Lasalle en primer lugar, un estatólatra contumaz.
No hay anticapitalismo creíble sin denuncia del Estado, y no hay proyecto revolucionario serio ni creíble ni con futuro, sin considerar que el fin del Estado es idéntico al fin del capital. Esto lleva a la denuncia del Estado en todas sus formas, también en la variante de Estado de bienestar.
Quienes deseen crear una izquierda revolucionaria (una meta digna de apoyo y encomio), limpia de toda la mugre burguesa y socialdemócrata de los Moral Sandín y los Cayo Lara, no pueden esperar mucho más para dar la batalla a las formulaciones reaccionarias que son presentadas por éstos como de la izquierda. Dado que la crisis general del capitalismo se va agudizando, ha llegado el momento de la gran pugna de las ideas, para crear una izquierda revolucionaria, anticapitalista, vinculada a las mejores tradiciones del movimiento obrero, dispuesta a entregarse hoy a la gran tarea de la revolución integral.
Se necesita una izquierda que NO esté en los Consejos de Administración de las entidades financieras, que NO esté con el Estado, que SÍ esté con las clases trabajadoras, que SÍ esté con la revolución.
Félix Rodrigo Mora
RELACIONADOS: Reflexiones sobre Izquierda Unida