Grupo ADELA autodefensa laboral


Las reuniones para este mes del sindicato de barrio #Adela Autodefensa Laboral serán el 14 y 28 de noviembre. Como siempre a las 20:00 en EKO Carabanchel (C/Ánade 10)



El que reparte se lleva la peor parte



El trabajo es algo tan funesto






He hecho cosas horribles por dinero


La violencia cotidiana


Si fuera tu novio, tus amigos te dirían: “Déjalo, lo que te hace es maltrato”. La familia te diría: “Déjalo, lo que te hace es maltrato”. 

Una trabajadora de Amazon, durante la huelga en el mes de marzo de 2018 

Qué cosas... Estabas tan contenta cuando empezó todo… El primer mes llevabas tu alegría en silencio, pero en cuanto aquello se formalizó empezaste a contárselo a todo el mundo: a tu familia, a tus amigos… Te despertabas por la mañana con cierta alegría, con cierto propósito. Y ahora... Ahora ¿qué? ¿Cuánto tiempo hace que no ves a tus amigos? No es porque no quieras, es que no tienes tiempo. Es que se lo dedicas absolutamente todo y, claro, cuando llegas a casa, estás tan cansada… Solo quieres dormir y silencio, y no pensar, pero tienes que preparar la colada, la cena, la ropa del día siguiente… Es importante que parezcas perfecta, canónicamente perfecta, que cada día te tapes las ojeras, agarres el bolso, te pongas en pie... Hace días que no duermes bien. Estás nerviosa, ¿verdad? Procuras no emitir opiniones, no molestarle con tus problemas personales, nunca llevarle la contraria, por estúpido que sea su punto de vista... Te has dado cuenta de hasta qué punto miras el lenguaje, hasta tu voz toma una modulación distinta, más suave, más sumisa. Es porque tienes miedo.

Nunca sabes qué puede pasar. Has aprendido a leer su humor en sus andares, en un leve movimiento de ceja, en el tono de su voz y hasta en la forma en la que escribe un mensaje. Es magia. Orbitas a su alrededor tratando de adivinar cómo está para saber si es o no el momento exacto de decirle algo. Mides cada suceso que tienes que comunicarle, no vaya a ser que le estés molestando por tonterías o se te haya pasado algo importante. Si hay que transmitir algo grave, notas cómo la ansiedad se te sube al cuello y la voz se te entrecorta. Ya no sabes hablar en público sin sentirte nerviosa, así que cada vez que vais juntos a una comida, a una cena, a una reunión, te limitas a sentarte a su lado, callar y tratar de sonreír y reafirmarle sin decir frases largas. Y, como cada día hablas menos, te sientes idiota. Te estás convenciendo de que eres idiota. O te está convenciendo de que eres idiota, da lo mismo. 

Lo cierto es que no tienes nada a lo que agarrarte. Lo necesitas, pero él no a ti. Tú eres intercambiable y, a juzgar por las opiniones que manifiesta, para él sería lo más deseable. Siempre existe la amenaza de un conflicto, el chantaje con un ruptura abrupta. Y entonces ¿qué? ¿Tendrías que dejar tu casa? ¿Hacer la maleta en una noche y volver a casa de tus padres? ¿Puedes, a tu edad, volver a casa de tus padres?

Cada día te pide más, más atención, más horas. El correo electrónico, el WhatsApp, las llamadas… Cada sonido que emite tu teléfono móvil ha acabado generándote ansiedad. No te trata bien, lo sabes, nunca tiene un gesto amable, no duda en humillarte en público, a voces, por cualquier despiste, por el más mínimo error, incluso cuando tú te ocupas de resolverlo, porque siempre te ocupas tú de resolverlo, sea tuyo el error o no. Es incapaz de alabar algo que hayas hecho por difícil que sea, por trabajo que te haya costado, por horas que te haya robado.

Llevas varios años con él y aún no estás segura de que esto vaya en serio, sabes que, en cualquier momento, podría desecharte, cambiarte por otra más joven, más alegre, que pida menos, mejor... No son imaginaciones tuyas. Lo sabes porque te lo dice. Sin pudor ni consideración. Te lo dice mientras critica tu ropa, mientras te dice que has engordado, que deberías “pintarte el ojo” o ponerte un tacón. Mientras se apropia de tu esfuerzo.

No sabes por qué aguantas. Lo necesitas. Enfermizamente, lo necesitas. Pero te hace sentir como una mierda. Estás deprimida, angustiada, estresada. Irías al psicólogo si tuvieras tiempo, pero al final aceptas una colección de pastillas para acostarte y levantarte. Echas de menos a tus amigos. Echas de menos a tu familia. Pero ahora estás ahí, sola. Y no sabes qué hacer. No es para tanto —te engañas a veces—. Soy yo, que soy una exagerada, que no aguanto nada. Es que soy una inmadura. Debería crecer y aprender a no darle importancia a estas tonterías. Lo que pasa es que algo falla en mí. Tiene razón. Últimamente estoy tan torpe... No hago nada bien. Hoy mismo rompí la cafetera del trabajo. Y el otro día traspapelé un informe… Es que no me concentro. Solo tengo ganas de llorar. Qué estupidez. El otro día me dieron ganas de llorar en la oficina y él me dijo :“¿A ti qué coño te pasa? ¿Estás con la regla?”. Está claro que tengo un problema… Y él lo sabe o se lo imagina, y está empezando a darse cuenta de todos mis defectos. Si tuvieras tiempo para ir al médico, y el médico de cabecera tuviese más de cinco minutos para atenderte y un poco de empatía para escucharte, y tuviese la decencia de enviarte a un psicólogo, tal vez este te explicaría que es normal, en tu situación, en cualquier situación de abuso, aunque sea verbal. Que, tras varios años de exposición a un maltrato, que no necesariamente te va a matar por lo cruel, sino por lo continuado, por lo constante, es habitual sufrir estrés, tener baja autoestima, pensamientos negativos, una ansiedad que no te deja vocalizar y que te distrae y te impide ponerle atención a la cafetera mientras estás agobiada porque tienes que preparar un cuadrante y te acaban de insultar por enésima vez. Y te diría que no es culpa tuya, que no tiene que ver contigo, que tiene que ver con él, que él es el problema, que su actitud es la enfermedad y que, si no tuviera ese poder sobre ti, seguramente lo habrías largado y te sentirías la mujer más afortunada del mundo.

Si fuera tu novio, tus amigos te dirían: “Déjalo, lo que te hace es maltrato”. La familia te diría: “Déjalo, lo que te hace es maltrato”. Pero, como no es tu novio, como es tu jefe, como es tu empresa, tu madre te dice: “Aguanta un poco más, a ver si te hacen fija”. Tu padre te dice: “A ver si creces”. Los amigos te dicen: “Así es la vida, yo estoy igual”. Y así vamos, de a poquitos, normalizando la violencia cotidiana, siempre y cuando esté legitimada por una cotización a la Seguridad Social y por un salario mínimo interprofesional. Pero el maltrato laboral también es maltrato.

https://www.elsaltodiario.com/opinion/la-violencia-cotidiana?fbclid=IwAR0adTWEtVK_ioO5yPIS7OmbZk0jxo3tzUL_qPQ9dYzQi4PPRuA768N7188


Condiciones de trabajo de las personas privadas de libertad


Nada o casi nada se conoce sobre el trabajo en prisiones realizado por personas encarceladas y sus condiciones reales.



Por otra parte, en la relación laboral penitenciaria se entremezclan de forma muy confusa la Administración Penitenciaria (Junta de Tratamiento que adjudicará el puesto de trabajo y director que extinguirá la relación laboral) y una entidad denominada TPFE (Trabajo Penitenciario y Formación para el Empleo) que cumple las funciones de empleadora. 

Esta relación entremezclada de ambos organismos provocará dificultades diversas, entre ellas la determinación de cuál es el Juzgado que debe controlar las decisiones e incluso la legislación de aplicación. 

Entre los asuntos más sorprendentes del trabajo en prisiones se puede destacar que 12.000 empleadas públicas -ya que así se puede catalogar a las personas presas que trabajan para una entidad pública TPFE- cobren sueldos siempre inferiores a la mitad del salario mínimo interprofesional y, en ocasiones, según afirman estas personas, por debajo del euro/hora. Por otra parte, también llama la atención que no exista ningún tipo de baremo para acceder a los puestos de trabajo y que los despidos (el término correcto es ceses, ya que la figura del despido no existe como tal) se realicen de forma habitual sin ningún tipo de motivación o sin justificación. Y aún más preocupante es que muchas personas encarceladas puedan perder el denominado "paro taleguero" (subsidio por excarcelación) por el hecho de haber trabajado dentro de prisión, de modo que cobrarán la prestación por desempleo correspondiente a la cotización efectuada, que es una cuantía económica inferior al subsidio, por lo que económicamente se verán perjudicadas. 

La figura de la mujer también sufre aquí desigualdad, y resulta preocupante que la propia Administración Pública continúe discriminando a este colectivo, constatado en la modalidad de los puestos de trabajo adjudicados, menos cualificados y asociados a los puestos tradicionales, así como en cuanto al salario que perciben. 

En cuanto a la normativa de aplicación, el Tribunal Supremo ha mantenido de forma reiterada que no es de aplicación el Estatuto de los Trabajadores en materia de extinción laboral, salario mínimo o derecho a convenio colectivo. Hay que tener en cuenta, además, que no todas las relaciones laborales son iguales dentro del trabajo en prisiones. Existen actividades denominadas productivas que serán remuneradas y que supondrán una producción en régimen laboral, cooperativas o similares. Por otra parte, existen actividades no productivas que suponen incentivos para obtener permisos penitenciarios tales como formación profesional, formación académica, ocupaciones artesanales, intelectuales o artísticas.

Sin embargo, hay una grave controversia al respecto de la determinación de cuáles son las actividades productivas y cuáles son las no productivas. De hecho, nos debemos preguntar por qué las mismas funciones desarrolladas en los mismos horarios por personas privadas de libertad son consideradas como productivas en unos casos y como no productivas en otros. En algunos economatos a los dos primeros trabajadores privados de libertad se les considera trabajo productivo y perciben retribución y al tercero no, que lo hace gratuitamente; o en reparto y lavandería, en el que se retribuye en algunos casos sólo al primer trabajador y no a las dos siguientes. Esto contraviene claramente el artículo 14 de la Constitución Española. 

Hay que recordar que el PIT (Programa Individualizado de Tratamiento) de cada persona privada de libertad, de cuya copia muchas veces carecen éstas, se realiza unilateralmente por parte del centro penitenciario en la mayoría de las ocasiones, sin posibilidad por tanto de ser recurrido. Es mediante ese PIT, por tanto, que la Administración tiene en sus manos señalar a quien le plazca como beneficiario de un puesto de trabajo, ya que basta con introducir en su PIT dicha necesidad. 

La relación laboral se inicia, por tanto, con una mera adjudicación que se formalizará con la inscripción del trabajador o la trabajadora en el libro de matrícula. No se puede, por tanto, negociar la jornada, el horario o el salario. Las vacaciones serán teóricamente de 30 días naturales. Sin embargo, muchas personas que llevan años prestando servicios señalan que nunca han disfrutado de vacaciones. Dificulta su exigencia por parte de estas personas el hecho de que su importe esté prorrateado en el precio/hora, ya que en caso de disfrutarse no se le abonaría nada ese mes. Esto también es contrario al derecho internacional, que establece en el convenio 132 de la OIT que toda persona que tome vacaciones deberá percibir su remuneración normal o media. 

Cabe entonces preguntarse por tanto si es beneficioso o no para las personas encarceladas realizar trabajos en prisiones.

De una parte se considera una condición necesaria a la hora de reducir el tiempo de permanencia en el centro penitenciario. Sin embargo, la discrecionalidad de las administraciones a la hora de otorgar o no el puesto de trabajo remunerado, así como la ausencia de la figura del despido motivado, ponen a la persona encarcelada en una situación preocupante, obligada a realizar en muchas ocasiones horas extras que no le serán remuneradas, así como lo ya comentado en cuanto al perjuicio económico que supone trabajar en prisiones a la hora de percibir posteriormente el subsidio por excarcelación. Además, en la vida laboral del preso quedará constancia de que ha trabajado en prisiones mediante un código especial, cuestión que puede ser determinante a futuro cuando se encuentre en libertad a la hora de acceder a un puesto de trabajo. 

Llama también la atención los beneficios que pueden obtener empresas privadas en colaboración con organismos públicos, que tendrán que abonar salarios muy inferiores en estos casos y que, por tanto, obtendrán mayores márgenes de beneficios cuando utilicen esta modalidad de relación laboral.

Es necesario, por tanto, arrojar luz sobre esta cuestión que tantas veces ha sido silenciada. La Guía Práctica Sobre los Derechos Laborales de las Personas Presas, realizada por la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía ha sido un material valiosísimo a la hora de poder realizar el presente texto que tan sólo pretende ser un acercamiento a esta realidad.

Vivo con dos trabajos ¡Qué lujo!




Las cúpulas de CCOO y UGT vuelven a traicionar a la clase trabajadora


No habrá derogación de la reforma laboral: las cúpulas de CCOO y UGT vuelven a traicionar a la clase trabajadora



Seis años y medio después de la implantación de la reforma laboral nos encontramos en una situación aún más precaria que al principio de la crisis. Una situación que se ha enconado debido a la inacción de los sindicatos mayoritarios, que durante los años más duros de la crisis han sido incapaces de convertir sus palabras en defensa de los trabajadores en hechos.

La derogación de la reforma laboral ya no es innegociable. Así lo afirman los líderes sindicales de CCOO y UGT, que un mes después de alcanzar un acuerdo salarial ridículo con la patronal y el Gobierno – un 2% anual hasta el 2020 más un posible 1% adicional ligado a criterios como “productividad, resultados, absentismo injustificado y otros”-, han claudicado ante el nuevo ejecutivo, que ha pasado de ser un firme defensor de la derogación de la reforma laboral a afirmar que “no se dan las condiciones necesarias”.

Unai Sordo, Secretario General de CCOO, quien hace solo unos meses afirmaba que la máxima prioridad de su sindicato era la derogación total de la reforma laboral, ha cambiado su discurso hacia posturas más conservadoras, llegando a asegurar que ahora la prioridad es “modificar los aspectos esenciales de la reforma laboral de 2012 y de la reforma de las pensiones de 2013”. De derogación a modificación. Y con matices.

Por su parte, José María Álvarez, Secretario General de UGT, otro de los cómplices del Gobierno que aprobó la perversa reforma laboral, afirmaba hace unas semanas que de no haber acuerdo por su derogación habría movilizaciones. Ya en octubre, con decenas de nuevas protestas laborales en marcha, dicen que esperemos, que aún no es el momento. Esperen sentados, eso sí.

En definitiva, seis años y medio después de la implantación de la reforma laboral nos encontramos en una situación aún más precaria que al principio de la crisis. Una situación que se ha enconado debido a la inacción de los sindicatos mayoritarios, que durante los años más duros de la crisis han sido incapaces de convertir sus palabras en defensa de los trabajadores en hechos. ¿Cómo se explican si no que la última huelga general en nuestro país fuese en 2012?

La realidad es que CCOO y UGT han traicionado a la clase trabajadora. A día de hoy, echar a la calle a un trabajador cuesta cada vez menos dinero en España. La reforma laboral que el anterior Gobierno impulsó con su mayoría absoluta en 2012 y la intensificación de la precariedad han provocado un desplome del coste de las indemnizaciones por despido, que en solo seis años se han reducido a apenas una tercera parte de lo que suponían antes de esa medida. Un ejemplo: mientras que en 2011 el coste de las indemnizaciones por despido ascendía a 530, 37 euros por trabajador, en 2017 se redujo hasta los 197,87, un 63,1% menos.

Por si esto fuera poco, esa misma reforma laboral que ahora CCOO y UGT no quieren derogar redujo de 45 a 33 días las indemnizaciones por año trabajado, rebajando además de 42 a 24 el máximo de mensualidades que podría recibir el despedido. La destrucción de empleo y la multiplicación de los puestos eventuales gracias a los contratos basura hicieron el resto. La traición había sido consumada.

Ahora, cuando por fin se ha conseguido provocar un cambio en el Gobierno y su ejecutiva y ante la primera oportunidad en años de acabar con la infame reforma laboral, los sindicatos mayoritarios callan, pero su silencio les delata. A lo largo de estos años, CCOO y UGT han tenido la indecente habilidad de desmarcarse de todas las luchas obreras que han tenido lugar en el territorio español, limitándose a acudir a reuniones con el Gobierno y la patronal que no han servido para nada.

Mientras la clase trabajadora española sigue precarizada y explotada por las grandes multinacionales, CCOO y UGT, firmes defensores durante años de derogar la reforma laboral, guardan silencio y ponen sobre la mesa el maquillaje barato con el que camuflar la monstruosa herencia dejada por el gobierno anterior. No habrá derogación de la reforma laboral por ahora: los sindicatos han vuelto a traicionar a la clase trabajadora.