Reabrir la cuestión revolucionaria (El comité invisible)


"Todo es común"


1- Introducción: extender las plazas

Recientemente, en un viaje a Argentina, un amigo de allá me preguntó, tras escuchar mi relato sobre las peripecias políticas que van del 15M a Podemos, si en la sociedad española hay un impulso al cambio que va tomando formas distintas o el deseo de volver a vivir en un capitalismo “tranquilo”. Es decir, si hay elementos de una “mutación civilizatoria” o se quiere volver a lo que había pero ya no hay (ni siquiera como expectativa), un cambio sin cambio.

No supe bien qué contestar, más allá de alguna banalidad (“un poco de todo”, “depende de para quien”), pero la pregunta se me quedó retumbando dentro. ¿Cuál es el movimiento de fondo de lo que estamos viviendo desde 2011? ¿Se trata de “ver caer” a los culpables de que las cosas ya no son como eran y buscar quien nos devuelva a la “normalidad” o de inventarnos otras maneras de vivir?

Siete años después de publicar ese paradójico best-seller subversivo que fue La insurrección que viene, el último libro del colectivo Comité Invisible (CI) titulado A nuestros amigos arranca constatando que “las insurrecciones, finalmente, han llegado”. Primavera árabe, 15M, Syntagma, Occupy, Gezi... Y a partir de ahí hace una apuesta: en los movimientos de las plazas hay indicios de una “mutación civilizatoria”, sí, pero sin lenguaje ni brújula propia, lastrados por el peso de herencias ideológicas no elegidas y en medio de una gran confusión.

A nuestros amigos es un pequeño acontecimiento en el mundo editorial, no en el sentido de que sea un éxito de ventas o de marketing, sino una anomalía en las maneras de escribir y publicar. No es un libro de autor, otra marca personal en la red de los nombres, sino que viene firmado por la denominación ficticia de una constelación de colectivos y personas que sostienen que “la verdad no tiene propietario”. No es un libro que surja simplemente de la lectura de muchos otros libros, sino también de un conjunto de experiencias, de prácticas y de luchas que consideran importante pensarse y contarse a sí mismas. No es un libro que pretenda alimentar un ruido de temporada ni convencer a nadie de nada, y por eso se dirige “a los amigos”, a los que de alguna manera ya caminan juntos aún sin conocerse, proponiendo una serie de señales, como esas muescas que dejan los senderistas para otros amantes de las caminatas, con la diferencia de que este camino no existe con anterioridad, sino que se hace (colectivamente) al andar.

El dato, el suelo del que parte el libro, como hemos dicho, son las potencias y los impasses de los movimientos de las plazas, no entendidos como una serie dispersa de erupciones inconexas, sino como una secuencia histórica de levantamientos entrelazados. Estos movimientos irrumpen y alteran profundamente los contextos en los que se desarrollan, hundiendo legitimidades que parecían sólidas como la roca y redescribiendo la realidad, pero parecen finalmente chocar con un muro (la política macro) y entrar en reflujo (Occupy, Gezi). Es ahí que aparece o puede aparecer la “operación hegemónica”: aprovechando el quiebre/desplazamiento del sentido común generado por el clima de las plazas, se trata de conquistar la opinión pública, los votos y el poder institucional, para forzar los límites del capitalismo parlamentario desde dentro, mediante políticas realmente socialdemócratas (Syriza en Grecia, Podemos en España).

¿Hay otras opciones? ¿Se puede imaginar una prolongación no electoral o institucional de la potencia de las plazas (que no suponga, claro está, una simple “vuelta atrás”, a los pequeños grupos de convencidos, a los proyectos micro, a las luchas puntuales y locales)? Entre la reposición del verticalismo político y la tentación de la nostalgia y el resentimiento, ¿cómo seguir e ir más lejos? ¿Si no es hegemonía, entonces qué política?

El CI propone su propia alternativa: reabrir la cuestión revolucionaria. Es decir, replantear el problema de la transformación radical (de raíz) de lo existente, clausurada por los desastres del comunismo autoritario del siglo XX. El problema de la ruptura con el capitalismo parlamentario como único marco posible y la emergencia de una nueva idea/sentimiento de la vida. La revolución, “no tanto como objetivo, sino como proceso”, es decir, no tanto como un horizonte abstracto o ideológico, un puro “deber ser” sin anclaje en el deseo social y la realidad, sino como “perspectiva”, como un punto de vista capaz de alcanzar muy lejos pero a partir de donde se está, pie a tierra. Esa perspectiva revolucionaria sería, según el CI, la del pasaje del “paradigma del gobierno” (que en Occidente lo regula todo: el orden político, económico e íntimo) al “paradigma del habitar”, un viraje a un tiempo físico y metafísico. Volveremos sobre ello.

Reabrir la cuestión revolucionaria, ¿una propuesta excesiva, irreal, delirante, inoportuna, de minorías para minorías...? Seguramente, sí. Pero a la vez, ¿qué desplazamiento político significativo ha nacido como una opción mayoritaria, reflejo del sentido común? ¿No ha sido siempre por fuera del posibilismo donde se han abierto las cuestiones decisivas? ¿Y no es cada vez un “puñado de locos” (esclavos, obreros, negros, mujeres, homosexuales...) los que empiezan las mutaciones más importantes? La política transformadora nunca ha consistido en un “cálculo de mayorías”, sino en una nueva verdad que se dirige potencialmente a cualquiera.

“Nos hemos tomado el tiempo para escribir, esperando que otros se tomen el tiempo para leer”, dice el CI. Me he peleado con el libro varias semanas, porque para mí mucho de lo que se dice es extraño, contraintuitivo o directamente choca de plano con lo que pienso. Pero en este caso me parece que vale la pena chocar. Finalmente, me puse a escribir como una manera de entender mejor, de reapropiarme del texto desde mis experiencias y referencias. Es lo que puedes leer a continuación, una presentación del libro que es al mismo tiempo mi interpretación, que mezcla sus palabras y las mías, destacando cuatro de los puntos fuertes que podemos encontrar entre sus páginas. Se trata de un texto largo, que requiere también un poco de tiempo y atención, lo puedes leer más cómodamente en PDF aquí.

2- Las verdades éticas

El cuerpo ardiendo de Mohamed Boauzizi frente a la comisaría de Sidi Bouazid en Túnez,  las lágrimas de Wael Ghönim en la entrevista televisiva tras ser liberado de la detención secreta por parte de la policía egipcia, el desalojo nocturno de los 40 de Sol... Las escenas que durante los últimos años han tenido fuerza para abrir situaciones políticas (primavera árabe, 15M) no oponen saber a ignorancia. En ellas hay palabras y voces más que discursos y explicaciones, hay personas comunes y anónimas que dicen 'basta', hay cuerpos que ocupan con valentía el espacio haciendo lo que no deben, hay gestos locos en el sentido de imprevistos e imposibles que desafían el estado de cosas con la vida al descubierto, hay la pesada materialización policial de un orden odioso... Son escenas que redefinen y desplazan para todos el umbral entre lo que toleramos y lo que ya no toleramos más. Escenas que nos conmueven y convocan al mostrar un corte, un choque, una lucha entre vidas dignas e indignas de vivirse.

El CI afirma que si los movimientos de las plazas han descolocado tantísimo a los “militantes de toda la vida” es por esto: no parten de ideologías políticas, no parten de una explicación del mundo, sino de verdades éticas. ¿En qué sentido, cómo se diferencia una “verdad ética” de una verdad tal y como estamos acostumbrados a entenderla, como adecuación del enunciado y la cosa?

Rebobinemos un poco: antes de bajar a las plazas del 15M, ¿acaso no sabíamos (cada cual por su lado) lo que estaba pasando, que la crisis es una estafa, que lo llaman democracia y no lo es, que la política de los políticos está corrupta y subordinada a las exigencias de la economía? ¡Hasta lo decía Iñaki Gabilondo en prime time, en términos no tan diferentes de los que emplea hoy Pablo Iglesias! Secretos a voces. Y, sin embargo, la calle se mantuvo muy silenciosa entre 2008 y 2011. Todos sabíamos, pero no pasaba nada. La verdad, como simple enunciado objetivo, no posee por sí misma la capacidad de sacudir la realidad. Un poder deslegitimado puede seguir operando, porque no se sostiene fundamentalmente sobre nuestro acuerdo y consenso (creencia o fe en sus explicaciones), sino sobre la sujeción de los cuerpos, la anestesia de las sensibilidades, la gestión de la imaginación, la logística de nuestras vidas, la neutralización de la acción.

Las verdades éticas, sin embargo, no son descripciones del mundo, sino afirmaciones a partir de las cuales lo habitamos y nos conducimos en él. No son verdades objetivas y exteriores, sino sensibles: lo que sentimos ante algo más que lo que opinamos. No son verdades que tengamos por separado, sino que nos vinculan a otros que perciben lo mismo. No son enunciados que puedan dejarnos indiferentes, sino que nos comprometen, nos afectan, nos requieren. No son verdades que iluminan, sino verdades que queman.

¿Por qué serían tan importantes las verdades éticas, desde un punto de vista transformador? Para el CI, la política no opone un grupo a otro, un discurso a otro, sino un mundo a otro. El neoliberalismo no sólo es la imposición de ciertas políticas macro, sino también “el hecho de que se admita en lo sucesivo como natural una relación con el mundo basada en la idea según la cual cada uno tiene su vida”. No es  simplemente ideológico sino “existencial” y sus catástrofes están ya implícitas en esa idea de la vida, materializada en los gestos más cotidianos.

Si el CI afirma que la potencia política de las plazas reside en sus verdades éticas es porque estas nos arrancan del individualismo (cada cual para sí) y nos vinculan por todas partes a personas y a lugares, a maneras de hacer y pensar. De pronto ya no estamos solos frente a un mundo hostil, sino entrelazados. Afectados en común por la inmolación de un semejante, la demolición de un parque, el desahucio de un vecino, el disgusto por la vida que se lleva, el deseo de otra cosa. Sentimos que el destino de uno tiene que ver con el destino de los otros. La emoción misma de la palabra que se compartía en las plazas tenía que ver con el hecho de que se trataba de palabras imantadas por esas verdades que vehiculan otras concepciones/sentimientos de la vida.

La política consiste, pues, en la construcción, a partir de eso que sentimos como una verdad, de formas de vida deseables, capaces de durar y sostenerse materialmente. Las verdades éticas dándose un mundo.
Oaxaca, 2006



3- Crítica de la democracia

Sin embargo, para el CI, la reivindicación o exigencia de democracia (bajo ninguna de sus formas: representativa, directa, digital, constituyente...) no tiene que ver con las verdades éticas que emanan de las plazas. Más bien al contrario: el imaginario y el horizonte de la democracia nos desvía fatalmente, conduciéndonos a un campo minado. Es un punto de choque con el sentido común de los movimientos de las plazas, resumido en la famosa consigna de “democracia real ya”. ¿Cómo se explica esto?

La concepción clásica de la política divide las cosas entre un sujeto (que gobierna) y un mundo (de cosas, de personas, de procesos, etc.) a gobernar. Es el paradigma que rige el mundo desastrosamente, al hacer de él un objeto de control. Pues bien, la democracia forma parte de este paradigma, ya sea en su versión jerárquica (la democracia representativa, según la cual “el pueblo no delibera si no es a través de sus representantes”) o en su versión directa o asamblearia. Vamos a detenernos en la crítica a esta última, menos conocida. 

En el ágora democrática, los seres racionales argumentan y contraargumentan para tomar una decisión (la ley), pero la asamblea que los reúne sigue siendo un espacio separado de la vida y de los mundos: se separa de hecho para mejor gobernarlos. Se gobierna produciendo un vacío, un espacio vacío (el llamado “espacio público”), en el que los ciudadanos deliberan libres de la presión de “la necesidad”: la materialidad de la vida, aquello que designamos, desligándolo de lo político, como lo “reproductivo”, lo “doméstico”, lo “económico”, la “supervivencia” o la “vida cotidiana”, queda fuera, a la puerta de la asamblea.

La crítica del CI a la democracia directa no es sólo una crítica teórica o abstracta, sino que se puede entender mejor como una observación de los impasses y los bloqueos de las asambleas de los movimientos recientes: la palabra que se distancia de la acción, colocándose “antes”; las decisiones que no implican a quienes las toman; el sofoco de la iniciativa libre y de los disensos; el fetichismo de los procedimientos y los formalismos; las luchas de poder para condicionar las decisiones; la centralización y burocratización, etc. Para el CI, nada de todo ello es “accidental”, sino “estructural”. Tiene que ver con la separación instituida por la asamblea entre las palabras y los actos, entre las palabras y los mundos sensibles.

(Por supuesto, la “democracia digital” no soluciona nada de esto, sino que más bien agrava algunos problemas: reino de la opinión donde no se sabe quién habla, las decisiones no tienen consecuencias, etc.)

La potencia de las plazas no estaba para el CI en las asambleas generales, sino en los campamentos, es decir, en la autoorganización de la vida común (infraestructuras, alimentación, guarderías, enfermería, bibliotecas, etc.). A partir de las necesidades inmediatas que iban surgiendo (no desde un plan, un “ante”), coordinando los esfuerzos locales y situados (no desde un centro, ni siquiera democrático), pensando mientras se hacía, lo que se hacía y desde lo que se hacía, en un puñado de días se construyeron decenas de pequeñas ciudades en el corazón mismo de las grandes. No a través de “la” asamblea como espacio soberano, sino de mil prácticas distintas de autoorganización.

Los campamentos se organizaron según lo que el CI llama el “paradigma del habitar”, que opone al del “gobierno”. En el paradigma del habitar, no hay vacío u oposición entre sujeto y mundo, sino que los mundos se pliegan sobre sí mismos para pensarse y darse formas. No se decreta lo que debe ser, sino que se elabora lo que ya está siendo. No se funciona a partir de una serie de metodologías, procedimientos y formalismos, sino de una “disciplina de la atención” a lo que pasa (cómo pasa, por dónde pasa...); las decisiones no se toman, ni por mayoría ni por consenso, sino que más bien prenden, se decantan en la discusión; no son elecciones entre opciones dadas, sino invenciones que surgen de la presión de un problema o una situación concreta; y las aplican quienes las toman, comprobando en primera persona lo que implican, confrontándolas con la realidad, haciendo de cada decisión una experiencia.

La libertad, para el CI, no tiene que ver con la “participación”, o con la elección y el control de los representantes, sino con el despliegue de las iniciativas, con la construcción de mundos habitables, con prácticas concretas. No tanto con “poder decidir” como con “poder hacer”.

Finalmente, la democracia no sólo forma parte del paradigma del gobierno, sino que lo hace además de manera insidiosa porque pretende confundir a los gobernantes y a los gobernados. Un grito como “no nos representan” abre ahí una brecha escandalosa, pero nunca tarda en llegar un “verdadero demócrata” que nos asegura que con él, esta vez sí, habrá “un gobierno de la gente”. Y los gobernados quedan así de nuevo reabsorbidos en los gobernantes. Un poder relegitimado de ese modo, un poder que dice emanar del “pueblo en acto” (por ejemplo de las plazas), un “gobierno del 99%”, puede ser el más opresor de todos. ¿Quién podría cuestionarle? Sólo el 1%. La parte se hace pasar por el todo y coloca al adversario en la posición de monstruo, criminal, enemigo a abatir. Es en este sentido que el recuerdo del 15M será siempre un peligro (y un campo de disputa), en tanto que “marea destituyente” y creación de mundos autoorganizados, sin rastro de “poder constituyente” o “nueva institucionalidad”. Devenir y permanecer ingobernables pasa, pues, por renunciar a legitimarse en un principio superior, por quedar alegremente siempre al desnudo como el rey del cuento, asumiendo el carácter siempre local y situado, arbitrario y contingente, de toda posición política.

4- El poder es logístico

Los tunecinos ocuparon la Kasbah, los griegos plantaron sus tiendas de campaña frente al Parlamento en plaza Syntagma, los portugueses intentaron entrar por la fuerza en la Asamblea de la República, aquí rodeamos el Parlament catalán en junio de 2011 y el Congreso el 25S de 2012... Rodear, asaltar, ocupar los parlamentos: los lugares de poder institucional han hechizado la atención y el deseo de los movimientos de las plazas (y, tal vez por eso, los dispositivos electorales son la continuación lógica).

Pero, ¿es seguro que ahí está el poder? El CI tiene una idea muy distinta: el poder es logístico y reside en las infraestructuras. No es de naturaleza representativa y personal, sino arquitectónica e impersonal. No es un teatro, sino una estructura de acero, un edificio de ladrillo, un canal, un algoritmo, un programa informático.

Según explica el brillante y contradictorio autor italiano Curzio Malaparte en su libro clásico y maldito Técnica del golpe de Estado, aquí mismo estaba el corazón de la discusión entre Lenin y Trotsky la víspera de la revolución rusa. Para Lenin, se trataba de suscitar y organizar un levantamiento general de las masas proletarias que desembocase en el asalto al Palacio de Invierno. Para Trotsky, por el contrario, la revolución no pasaba por combatir a pecho descubierto al gobierno y a sus ametralladoras, ni por tomar palacios o ministerios, sino por adueñarse de la organización técnica de la sociedad: centrales eléctricas, ferrocarriles, teléfonos, telégrafos, puertos, gasómetros, acueductos, etc. Para ello, no se necesitaban masas proletarias algunas, sino una tropa de asalto de “mil técnicos”: obreros especializados, mecánicos, electricistas, telegrafistas, radiotelegrafistas, etc. A las órdenes de un ingeniero-jefe de la revolución: el mismo Trotsky.

Según la historia (¿o fábula?) de Malaparte, los mil técnicos de Trotsky se ejercitaron durante meses en “maniobras invisibles”: infiltrándose aquí y allá, lograron mapear y documentar la distribución de los despachos, las instalaciones de luz eléctrica y de teléfono, el plano de los edificios y de los servicios técnicos de la capital. Llegado el momento, burlaron la vigilancia policial (más atenta a un posible levantamiento popular que al deslizamiento de pequeños grupos) y tomaron todas las infraestructuras del Estado. El asalto al Palacio de Invierno fue espectacular y pasó a la historia, pero en realidad sólo fue la manera de comunicar que el poder ya había cambiado de bando, haciendo caer a la vista de todos una cáscara vacía.

Del mismo modo, el CI piensa que el gobierno no reside en el gobierno, sino que está incorporado en los objetos y las infraestructuras que organizan nuestra vida cotidiana (y de los que dependemos completamente). Toda Constitución es papel mojado, la verdadera Constitución es técnica, física, material. La escriben quienes diseñan, construyen, controlan y gestionan la infraestructura técnica de la vida, las condiciones materiales de existencia. Un poder silencioso, sin discurso, sin explicaciones, sin representantes, sin tertulias en la tele (y al cual es del todo inútil oponerle una contrahegemonía discursiva).

Ignorar al poder político, centrarse en las infraestructuras: aquí terminan las resonancias con el singular Trotsky de Malaparte. Porque para el CI no se trata de “adueñarse” de la organización técnica de la sociedad, como si ésta fuese neutra o buena en sí misma y bastase simplemente con ponerla al servicio de otros objetivos. Ese fue el error catastrófico de la revolución rusa: distinguir los medios y los fines, pensar por ejemplo que se podía liberar el trabajo a través de las mismas cadenas de montaje capitalistas. No, los fines están inscritos en los medios, cada herramienta y cada técnica configura y a la vez encarna cierta concepción de la vida, implica un mundo sensible. No se trata de “apoderarse” de las técnicas existentes, sino de subvertirlas, transformarlas, reapropiárselas, hackearlas.

El hacker es una figura clave en la propuesta política del CI. O, más bien, el espíritu hacker (en sentido social, amplio, más allá de lo puramente digital) que consiste en preguntarse (siempre mediante el hacer) cómo funciona esto, cómo se puede interferir en su funcionamiento, cómo podría funcionar de otro modo y se preocupa por compartir los saberes. El espíritu hacker rompe la naturalización de las “cajas negras” entre las que vivimos normalmente (infraestructuras opacas que constriñen nuestras posibilidades y gestos más cotidianos), haciendo visible los códigos de funcionamiento, encontrando fallos, inventando usos, etc. Todo lo contrario del cuento sobre el tecnofetichismo.

Pero no se trata de sustituir a los “mil técnicos” de Trotsky por “mil hackers”. Lo que se precisa más bien (a lo que se parece un proceso revolucionario efectivo) es a un devenir-hacker colectivo, de masas, sin ingeniero-jefe. Es decir, la puesta en común de saberes que no son opiniones sobre el mundo, sino posibilidades muy concretas de hacerlo y deshacerlo. Saberes que son poderes. Poder de construir y de interrumpir, poder de crear y de sabotear. Un devenir-hacker colectivo son miles de personas que bloquean en tal punto neurálgico un megaproyecto de infraestructuras que amenaza con devastar un territorio y sus formas de vida. Un devenir-hacker de masas son miles de personas que construyen pequeñas ciudades en medio de las grandes, capaces de reproducir la vida entera durante semanas.

Las “maniobras invisibles” donde se preparan los procesos revolucionarios son todos aquellos espacios políticos donde se comparten saberes, escuelas de conocimientos compartidos y de contra-habilidades, lugares de cacharreo, puntos de cruce entre saberes técnicos y formas de vida disidentes. ¡Menos mítines y más hacklabs!

5- Las comunas

La política clásica propaga el desierto porque está separada de la vida: se hace en otro sitio, con otros códigos, en otros tiempos, etc. Hace el vacío (abstracción de los mundos sensibles para gobernar) y por tanto lo extiende. La revolución sería, por el contrario, un proceso de repoblamiento del mundo: la vida aflorando, desplegándose y autoorganizándose, en su pluralidad irreductible, por sí misma.

Como propuesta política, el CI llama “comuna” a la forma en la que podría darse ese despliegue autoorganizado de la vida. La palabra francesa “comuna” tiene al menos dos sentidos (además de la evocación histórica, bien importante): un tipo de relación social y un territorio.

La comuna es, por un lado, un tipo de lazo. Frente a la idea del liberalismo existencial de que cada cual tiene su vida, la comuna es el pacto, el juramento, el compromiso de afrontar juntos el mundo.

Por otro lado, es un territorio. Son lugares vivos donde se inscribe físicamente un cierto compartir, la materialización de un deseo de vida común.

¿El CI propone entonces formar tribus, bandas? No exactamente, porque la comuna es distinta a la comunidad, no vive cerrada/aislada (en ese caso se apergamina y muere), sino siempre atenta a lo que se le escapa y desborda, en una relación positiva con el afuera. Ni medios para un fin, ni fines en sí mismas, las comunas siguen una lógica de la expansividad y no del autocentramiento.

¿Están hablando de política local, barrial? No exactamente, porque el territorio de la comuna no está dado previamente, no preexiste, sino que es la propia comuna la que lo activa, crea y dibuja, mientras que éste le ofrece a su vez refugio y abrigo. El territorio de la comuna no tiene límites acotados, es una geografía móvil y variable, en construcción permanente.

Un grupo de amigos puede ser una comuna, una cooperativa puede ser una comuna, un colectivo político puede ser una comuna, un barrio puede ser una comuna... Quizá hacer un contraste con la política clásica sirva para entender mejor la propuesta del CI.

Si la concepción clásica nos hace pensar que la política se hace en un lugar abstracto y separado de la vida, un lugar “excepcional” que requiere un tipo de saber y disposición igualmente “excepcional”, la comuna se construye ahí donde uno está, desde lo que hace la vida relevante, desde las relaciones que hay, recombinando los saberes existentes, desde donde cada cual tenga puesto el cuerpo, el deseo y la atención. Se trata de politizar la vida, no de “movilizarse”.

Si la concepción clásica nos hace pensar que la política se guía por un mapa previo (la izquierda contra la derecha, el proletariado contra la burguesía), las comunas dibujan sus propios mapas, deciden con quién cooperar y con quién chocar, situación por situación, punto por punto, desde una lógica de la estrategia y no dialéctica, es decir, partiendo de la amistad (el incremento de la potencia en el encuentro) y no de la enemistad (la unificación por designación del enemigo común). Amigos y enemigos igualmente concretos y situados, con los que tenemos “contacto”, de los que tenemos “experiencia”, que aumentan u obstaculizan nuestra potencia, no entes abstractos o ideológicos.

Si la concepción clásica nos hace pensar que “organizarse” es afiliarse o participar en una estructura única, con un mando centralizado, líneas de arriba-abajo, correas de transmisión, formalismos homogéneos, las comunas más bien se componen, se conectan, se comunican, se cruzan, cooperan y colisionan entre sí, sin articularse en una fantasmática “unidad”, sino manteniendo siempre su autonomía y su pluralidad; tan irreductiblemente plurales como lo son las formas de vida sobre la tierra.

El problema de la organización es, por tanto, el problema de pensar cómo circula lo heterogéneo, no cómo se estructura lo homogéneo. El desafío de inventar formas y dispositivos de traducción, momentos y espacios de encuentro, lazos transversales, intercambiadores, ocasiones de cooperación, etc.

Lo “universal” no se construye poniendo entre paréntesis lo particular (situado, singular), sino por profundización, por intensificación de lo particular mismo. En cada situación está el mundo entero si nos damos tiempo para buscarlo. Sería difícil por ejemplo pensar en una experiencia con mayor capacidad de interpelación y al mismo tiempo tan inscrita profundamente en un territorio muy concreto como el zapatismo. Como dice el poeta Miguel Torga, “lo universal es lo local sin los muros”.

La “organización” más importante es, finalmente, la vida cotidiana misma, en tanto que red de relaciones susceptible de activarse políticamente aquí o allá. Cuanto más densa es la red, cuanta más calidad tienen esas relaciones, mayor es la potencia política de una sociedad.

6- Final: elogio del tacto

También las revoluciones se han pensado y llevado a cabo desde el paradigma del gobierno: un sujeto contrapuesto al mundo (la vanguardia) que lo empuja en la buena dirección; el pensamiento como ciencia y Saber con mayúsculas; la acción como aplicación de ese saber; la realidad como materia informe que modelar; el proceso revolucionario como “producto” o ajuste fino entre medios y fines, etc.

Forzar las cosas desde el exterior: las revoluciones que se hacen desde ahí resultan un desastre y abrasan a los revolucionarios en el voluntarismo. Ser militantes, en el paradigma del gobierno, implica estar siempre enfadados con lo que pasa, porque no es lo que debería pasar; siempre regañando a los demás, porque no se enteran de lo que debieran; siempre frustrados, porque a lo que hay le falta esto o aquello; siempre angustiados, porque lo real está permanentemente en la dirección equivocada y hay que someterlo, dirigirlo, enderezarlo; implica no disfrutar, no dejarse llevar nunca por la situación, no confiar en las fuerzas del mundo, etc.

Habría otro camino. Aprender a habitar plenamente, en lugar de gobernar, un proceso de cambio. Dejarse afectar por la realidad, para poder afectarla a su vez. Darse tiempo para aprehender los posibles que se abren en tal o cual momento. Es en este sentido que el CI afirma que “el tacto es la virtud revolucionaria cardinal”. Si la revolución es el incremento de los potenciales inscritos en las situaciones, el con-tacto es a la vez lo que nos permite sentir por dónde está circulando la potencia y el modo de acompañarla sin forzarla, con cuidado. Y de esa sensibilidad estamos más necesitados que de mil cursos de formación en contenidos políticos.

“La inteligencia estratégica nace del corazón... Incomprensión, negligencia e impaciencia: he ahí al enemigo”

Este artículo en italiano

"El poder es logístico, bloqueemos todo" (Turín, 2012)


Referencias útiles:

El Comité Invisible tiene cuenta en twitter.

Pepitas de Calabaza (de manera conjunta con Sur+ de México) anuncia  la edición castellana de A nuestros amigos para marzo.

Y mientras, del Comité Invisible puede leerse:

- Llamamiento (y otros fogonazos)

- La insurrección que viene

La génesis del Comité Invisible es la revista Tiqqun: aquí se pueden leer los dos números.

Gracias a los amigos por los comentarios útiles para la escritura del texto: Carolina, Pepe, Álvaro, Marc, Diego, Ema. Y a Carmen por la maquetación del PDF.


http://www.eldiario.es/interferencias/comite_invisible-revolucion_6_348975119.html


Seguimos odiando el trabajo






Revista anarquista de humor y crítica social




¿Qué elección cabe en sus urnas?





De la calle a las instituciones





¿Votar? ¿es lo único que se te ocurre?




Leer/descargar: aquí

#Yonovoto




Pase lo que pase, seguimos en las calles

El tiempo vuela y mayo nos trae, en gran parte del Estado, las elecciones autonómicas y municipales, tema recurrente de esta publicación y del panorama mediático en general.

La novedad de esta edición la traen los partidos nuevos que vienen a tratar de sustituir a los viejos, cada vez más salpicados por distintos escándalos económicos y chanchullos varios, que percibimos como más sangrantes en el contexto actual de crisis económica.

Hemos hablado largo y tendido de varios de estos desfalcos, hacemos una campaña constante en contra de estos/as personajes y sus tejemanejes encaminados a enriquecerse a costa de lo que toque; sanidad, educación, o lo que sea.
¿Haremos entonces campaña, por fin, para darle una oportunidad a quienes vienen empujando fuerte por el “cambio” desde hace unos meses? Seguramente ya te lo imagines, sobre todo por el título del artículo que abre esta edición… Pero si te pica la curiosidad, pasa de página y sigue leyendo.

la lucha es el único camino

Llevamos tiempo ya postergando escribir y publicar este artículo. Pretendíamos que fuera fruto de un debate intenso
entre los/as miembros del colectivo, no tanto de cara a lograr el consenso en cada opinión reflejada, sino para tratar de tocar todos los puntos que despiertan distintas sensaciones en nosotros/as: recelo, frustración, desconcierto, abatimiento, etc.

Parece que todo lo que tiene que ver con Podemos (y cuando nos referimos a este partido, lo hacemos también extensivo a todas las formaciones similares como Ganemos, Ahora Madrid, Guanyem Barcelona, etc.) nos causa malos sentimientos y en parte es así, posiblemente porque el discurso que queremos vertebrar es verdaderamente complicado. Queremos decir algo que sea interesante y empuje a la reflexión, sin caer en tópicos ni argumentos largamente repetidos y, muchas veces, huecos.

Nos gustaría hacer un análisis de la realidad, semejante a aquel que publicamos sobre Grecia hace unos meses (véase “Syriza a las puertas”, en el número de marzo de 2015 www.todoporhacer.org/syriza-a-las-puertas), pero asentado aquí y, desgraciadamente, se nos queda grande. No por falta de capacidad, seguramente, sino más bien por falta de tiempo.

Personalmente querría contar un cuento, corto, ameno y reflexivo, al estilo de las fábulas pero sin fantasía, situado tal vez en un futuro cercano donde Podemos gobierna y las cosas no cambian tanto cómo algunos/as habían soñado. O quizá situado en la España de los años 80, donde la llegada de la socialdemocracia de la mano  del PSOE parecía traer aires frescos de libertad y bienestar y… de aquellos barros, estos lodos.

Pero ha llegado mayo y a finales de este mes, las elecciones municipales y autonómicas en la mayoría de las autonomías. A pesar de la moto que nos quieran vender, poco o nada hay de nuevo en este camino. La modernidad nos está volviendo algo olvidadizos/as (o prepotentes, cada uno según lo vea), pero no podemos pretender que toda nuestra acción política sea novedosa. Más si cabe, como ya dijo aquel, “todo está inventado”, y nosotros no podemos hacer más que ir perfilando nuestras herramientas a fin de acometer lo mejor posible cada tarea. Los tiempos cambian y es imprescindible adaptarse a las nuevas condiciones (tanto objetivas como subjetivas), mantener rígidos esquemas ideológicos no nos conducen más que aislamiento, eso está claro. Pero tampoco vayamos de lumbreras, no estamos inventando nada, ninguno/a de nosotros/as. Lo cual no quita mérito a nadie. En este sentido, el momento actual es irrepetible, pero como todos, y nos negamos a olvidar que el sendero de las instituciones está mil veces trillado. Una parte importante del movimiento obrero ya apostó al todo o nada en las elecciones, el asalto institucional se ha tratado de dar mil veces, y sus frutos los llevamos recogiendo desde hace más de cien años.

Con esto queremos dejar claro que nuestro posicionamiento es contrario al delegacionismo. Como ya establecimos en nuestro artículo “Como cada cuatro años”, del número 51 de esta publicación (www.todoporhacer.org/como-cada-cuatro-anos), “el problema no es la mala gestión que hacen los/as políticos/as, el problema radica en el concepto mismo de la representación. A través del voto a unos/as representantes (que rara vez representarán nuestros intereses) alimentamos al sistema parlamentario a la vez que delegamos nuestra actividad política. […] Rechazamos esta forma de ‘participación’. Como seres racionales, y hartos/as, como tanta gente, de esta manera de hacer política, decidimos conscientemente ignorar sus convocatorias y tratar de recuperar nuestra propia capacidad de decisión y organización en el día a día, con nuestros/as compañeros/as y vecinos/as, en un plano de igualdad, humildemente y paso a paso”.

A pesar de ello, queremos dejar claro que la ideología no nos nubla la mente, o al menos no lo suficiente, como para, tras todo lo dicho, llegar a la afirmación categórica de todos los partidos políticos son iguales, y como tal debemos tratarlos. Las diferencias existen, y nadie pueda negarlas. Pero qué le vamos a hacer, somos así de sibaritas y no nos conformamos con los pequeños cambios, con pequeños retoques en nuestras vidas que dejan el trasfondo igual. Aunque nuestro día a día mejore sin una Esperanza en tu vida, aunque la mitad de lo que nos prometen algunos se cumpliera, seguiríamos siendo pobres, seguiríamos teniendo que vender nuestra fuerza de trabajo a algún cabrón, la gestión nuestro entorno seguiría lejos de nuestras manos y así un sinfín de aspectos. Es por ello que no nos conformamos con poco.

Si bien Podemos es algo diferente al resto de partidos, tampoco nos dejemos engañar respecto de su naturaleza. Desde su gestación, se nos ha presentado como el partido de los movimientos sociales. Ciertamente, en sus inicios, su lenguaje era el propio del 15-M, pero no ha tardado en evolucionar. Conforme ha avanzado el tiempo y su presencia en los medios, el discurso se ha ido descafeinando y apartando de los movimientos sociales. Así, en los últimos meses hemos podido presenciar actos de la formación loando a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado y una deriva socialdemócrata en materia económica. Como escribe Carlos Taibo en un artículo titulado “Sobre Podemos” (enero 2014), “algunos de los promotores de ‘Podemos’ nunca han empleado la palabra autogestión. Sus adhesiones de siempre beben de la idea, pregonada por la socialdemocracia y el sindicalismo de pacto, de que el Estado es una institución que nos protege (o al menos de que tal debe ser su condición). Así las cosas, el grueso de las propuestas que les conozco no rompe el molde keynesiano y hace uso inocultado de las herramientas de siempre -entre ellas la jerarquía y la separación – de la socialdemocracia recién mentada. No deja de producirme desasosiego comprobar cómo muchas personas que declaran rechazar de forma radical lo que significa la socialdemocracia engullen ésta a toda prisa cuando aparece ataviada con colores festivos aparentemente rupturistas y subversivos”.



El último ejemplo de cómo ha variado su discurso lo encontramos en la presentación, llevada a cabo el 5 de mayo,de sus 215 Medidas Económicas, que busca contentar a la mayoría moderada, sabiendo que mientras tanto gozan del voto incondicional de sus bases. Este texto, autodenominado “realista”, renuncia a sus primeras propuestas (denominadas “más radicales”), como la renta básica universal, y arremete con una batería de propuestas dedicadas al “rescate ciudadano” que buscan “aproximar las rentas mínimas de inserción, de forma gradual y en virtud de las posibilidades, al Salario Mínimo Interprofesional (SMI) anual”.

Lo que Podemos transmite con esto es que importante es ganar, aunque sea preciso renunciar a las ideas originales. El propio Juan Carlos Monedero, miembro fundador de Podemos, criticó unos días antes de dimitir de la directiva de su partido “el contacto permanente con aquello que queremos superar, pues a veces [hace que] nos parezcamos a lo que queremos sustituir” y dijo que “Podemos cae en este tipo de problemas porque deja de tener tiempo para reunirse con un pequeño círculo, porque es más importante un minuto de televisión o es más importante aquello que te suma a la estrategia colectiva”.

El tiempo de reflexión se agota y no creemos que podamos convencer a nadie para evitar la asistencia al colegio electoral ese día, si no lo hemos hecho ya, mes a mes a lo largo de cinco años. Pero insistimos: la abstención electoral nos parece la consecuencia obligada para quien entendió aquello de “el poder corrompe al hombre”, pues entendemos que el verdadero cambio se dará en las calles, con nuestra lucha diaria, no en ningún ayuntamiento.

Sin embargo ante los últimos comicios aquí en Madrid (elecciones europeas) y con las próximas tan cerca, vemos, a veces sorprendidos/as y otras no tanto, cómo algunas de las personas con las que militamos toman la vía del voto y, desgraciadamente, aunque no lo compartamos, lo entendemos.

No porque creamos que Podemos son algún tipo de respuesta, ni siquiera una tirita para nuestros males. Lo entendemos cuando vemos en frente la posibilidad de que la cara visible del poder sea Esperanza Aguirre o Cristina Cifuentes, pero sobre todo lo vemos cuando asumimos que el camino que planteamos desde el anarquismo es inescrutable.

Entendemos que ahora surja la pregunta del millón, ¿y vosotros/as que proponéis entonces? Pregunta jodida, pero entendible. Tanta crítica tiene que venir acompaña de una propuesta de acción, si no, apaga y vámonos. La respuesta, aunque pueda parecer etérea, no es otra que proseguir con las luchas de base, desde abajo, profundizar en los conflictos que ya existen (y los que están por llegar). A fin de cuentas, seguir creciendo como comunidad de lucha, seguir generando experiencia en el trabajo en común. Habrá quien en esto no vea más que un seguir como estamos, más si cabe cuando esta sociedad nos empuja constantemente al inmediatismo, a las soluciones rápidas, al aquí y ahora. Pero no nos engañemos, si queremos cambiar nuestra forma de vida, nuestra forma de de hacer política y de gestionar nuestro devenir, y además queremos hacerlo en base a un sistema participativo, no podemos esperar un cambio de un día para otro.

Lo que sí sabemos a ciencia cierta es que odiamos este mundo, que cada día suceden cosas (a humanos/as, animales y al medio ambiente) que a veces preferimos ignorar para que no nos partan más el alma, mientras algunos/as se enriquecen del sufrimiento que causan. Porque sabemos a ciencia cierta que la corrupción es prácticamente natural, porque quien tiene algo bueno quiere más y quiere compartirlo con los/as suyos/as y olvidarse de los/as otros/as es fácil. Porque la única forma de que no haya abuso de poder es que ese poder no exista o esté diluido entre todos/as. Llamadnos ingenuos/as, pero aquí estamos y aquí seguiremos, vilipendiados por aquellos/as que temen que esta Idea prenda en los corazones de quien no tiene nada más que su propia vida.

El problema principal al que nos enfrentamos es que cuando alguien se interesa por el anarquismo, apenas tenemos nada a lo que referirnos más allá de algunos momentos históricos concretos. Que prácticamente carecemos de espacios propiamente anarquistas donde la gente pueda acercarse a conocernos. Que negamos a personas “desconocidas” la posibilidad de trabajar con nosotros/as por desconfianza, y por qué negarlo, por la comodidad de estar bien asentados/as en espacios donde prima el amiguismo.

Nuestra propaganda está, muchas veces, alejada de las preocupaciones de la gente, no sólo en contenido sino también en forma y estética. Y sobre todo apenas generamos un discurso serio y bien organizado sobre los problemas que nos asolan: la gestión de la sanidad, de la vivienda o de la educación, aunque sea quizá este último, el que más profundamente se trabaje. Podemos hacer una campaña a nuestro estilo sobre la abstención (activa, eso sí): manifestación, carteles y panfletos. Podemos pintar todos los colegios electorales hablando de corrupción y de la necesidad de la autogestión de nuestras vidas y de la toma de todas las decisiones que nos atañen. Pero a la hora de la verdad, cuando alguien nos pregunte “y entonces, ¿qué?” y sobre todo “¿cómo?” balbucearemos apenas un par de eslóganes y diremos que eso habrá que verlo entre todos/as cuando llegue el momento… Argumentos quizá demasiado parcos para quien tenga sueños más pequeños que los nuestros.Llegados a este punto, creemos conveniente recomendar el artículo “La autocrítica como punto de partida para avanzar”, publicado en el blog de Equilibrismos (www.diagonalperiodico.net/blogs/equilibrismos)

En fin, si has decidido votar, tranquilo/a, no vamos a borrarte como amigo de facebook, sólo te pedimos una cosa: no pierdas nunca la ilusión de conseguir algo mejor. Aunque resulte que Podemos nos mejore la vida… siempre quedará alguien en el mundo que está en la mierda y que se merece que sigamos soñando con un mundo sin clases sociales, donde todos/as seamos iguales, y gestionemos nuestra vida y no nuestra miseria. Ricardo Mella publicó en 1909 un artículo en Solidaridad Obrera titulado “Vota, pero escucha”, el cual termina de la siguiente manera: “¿Quieres cultura, libertad, igualdad, justicia? Pues ve y conquístalas, no quieras que otros vengan a dártelas. La fuerza que tú no tengas, siéndolo todo, no la tendrán unos cuantos, pequeña parte de ti mismo. Ese milagro de la política no se ha realizado nunca, no se realizará jamás. Tu emancipación será tu obra misma, o no te emanciparás en todos los siglos de los siglos”.

Y sí, así terminamos, la parte propositiva de este artículo no es otra que la de siempre, sigue ahí, pues seguimos convencidos/as: la lucha es el único camino.

Por último, nos despedimos recomendando un artículo muy lúcido sobre el papel y la naturaleza de Podemos. Se llama “El tiro por la culata. Nueve tesis sobre el fenómeno Podemos y la crisis civilizatoria”, publicado en el blog www.enfantsperdidos.wordpress.com


http://www.todoporhacer.org/pase-lo-que-pase-seguimos-en-las-calles


Charla/debate #abstenciónactiva


El próximo domingo 17 de Mayo - 19:00 h. en Esla EKO, C/Ánade Nº10 <M> Oporto.
Daremos una charla sobre Abstención Activa y tendrá tres ejes básicos:

1 - Breve introducción a los conceptos básicos anarquistas.
2 - ¿Porque los anarquistas no votamos?
3 - Alternativa anarquista al sistema electoralista (Breve introducción al Municipalismo Libertario)




Quema la propaganda electoral





PERMANECE A(BS)TENTO AL ESPECTÁCULO


Manifiesto por la abstención activa

En pocos momentos de la historia los políticos profesionales han estado más desprestigiados que en la actualidad; sus corrupciones, abusos y desprecio hacia aquellas gentes que los han elegido son hoy más evidentes que en cualquier otra época. Sin embargo, la ciudadanía acepta con resignación estos hechos y a cada llamada acude sumisa a las urnas, sabiendo que nada va a cambiar y que ningún representante de los que salgan elegidos va a cumplir sus promesas.
Ha sido tan profunda y constante la labor del sistema para convencernos de la necesidad de los gobernantes, que el personal prefiere seguir manteniendo la farsa de las elecciones, antes que romper con la tradición y buscar auténticas vías de participación y fórmulas solidarias de avanzar hacia una sociedad libre y justa.

No se trata de cambiar de partido, y luego esperar otros cuatro años para retirarle el voto si, como es natural, nos traiciona. No, de lo que estamos hablando es de cambiar el sistema. El parlamentarismo ha tenido suficiente tiempo para demostrar su eficacia y, en realidad, la ha hecho. Lo que ocurre es que siempre se gobierna en contra de los electores; el poder tiende siempre a perpetuar la injusticia, a perpetuarse. Poco importa que los partidos que ganen las elecciones sean de derechas o de izquierdas, tengan un singlo de historia o acaben de nacer; el resultado inevitablemente será el mismo. 
Y es que quienes gobiernan realmente no son los diputados y senadores; los que detentan el poder real son otras castas que, como los banqueros, militares y empresarios, tienen en sus manos las riendas del mundo, dejando a los políticos el montaje del espectáculo, pero reservándose ellos siempre las decisiones importantes. Por tanto, poco importan los programas de los partidos, si es que los tienen, irremediablemente los abandonarán en cuanto lleguen a las instituciones. 
Votar, en esencia, es renunciar a nuestra capacidad de decidir sobre los asuntos que nos afectan como personas libres, depositando la confianza en una candidatura que gobernará en nuestro nombre, pero sin consultarnos jamás, por lo que la mayoría delas veces se tomarán decisiones contrarias a la voluntad de aquellos que los han elegido.

En contra de lo que se dice, la democracia no es el gobierno de la mayoría, ya que los que no votan suelen ser más numerosos que los que votan a cualquiera de los partidos, y los que lo hacen no deciden absolutamente nada; el partido suplanta la voluntad de la minoría que los ha nombrado, el comité confederal sustituye al partido y la ejecutiva decide por el comité, con lo cual el poder sigue estando en muy pocas manos, y estas manos, lógicamente nunca son inocentes ni están limpias. Es una ilusión pensar que eso ocurre porque no llegan al poder partidos realmente honestos y revolucionarios; pero inevitablemente para ganar las elecciones necesitarían el apoyo del Capital y tendrían que renunciar a su programa para conseguirlo.

El individuo, después de tantos años siendo dirigido, se siento protegido por el Estado y tiene miedo a pensar y actuar libremente, prefiere creer que es mejor lo que hay que la incertidumbre de la duda y el riesgo de tener que decidir. Pero como el ser humano está dotado de inteligencia y sentimientos, se rebela ante la injusticia y la opresión; y esa lucha interior entre el conformismo y al rebeldía es la que tiene sumida a la sociedad de nuestra época en la desesperación y la zozobra.
El Estado, con su principio de autoridad, es una institución ajena a la naturaleza humana, que ni ha existido siempre, ni en todas las culturas. Incluso en una sociedad tan jerarquizada como en la que vivimos, la mayoría de nuestras actividades y relaciones las mantenemos al margen del poder establecido, dándose en la actualidad numerosos ejemplos de autogestión y de economías alternativas. Y si el Estado es una institución contraria a los deseos humanos de libertad e igualdad, nosotros venimos obligados a no colaborar en absoluto con él y a vivir en una permanente desafección al sistema.

Para ello, no tenemos ni queremos disponer de recetas mágicas. Sólo te proponemos que rompas con la sumisa pasividad y allá donde te encuentres: en el barrio, en el aula, en el trabajo, busques a otras personas y te unas a ellas para luchar de la forma más lúdica que encontréis. Declárate, desde hoy mismo, en rebeldía permanente y no dejes que tu vida cotidiana, tus derechos y libertades, tus ilusiones y tus sueños, en manos de los profesionales del ilusionismo.

Cuando, en fin, el Parlamento (o cualquier otra institución de gobierno resultante de esas elecciones) demuestra ser una estúpida farsa, totalmente manipulada y mediatizada por el poder ejecutivo y que sólo consigue hacer bostezar a los leones de la entrada, cuando los cosas se ven así, entonces lo mejor es no participar en la ceremonia de la confusión, lo mejor es no votar(los).

Como los que acampan bajo los puentes húmedos a la entrada de las ciudades. Como los que pudren su locura en los psiquiátricos, como los que purgan su rebeldía tras las rejas del talego, como los hombres-escaparate venidos de África –barato, paisa, barato-, como los que buscan su cena en los contenedores de basura del supermercado o el restaurante, como los inmigrantes que sacan naranja de sol a sol por cuatro duros, como todos esos y muchos más que nos callamos, nosotros; no votamos a nuestros dominadores. ¡Queremos decidirlo todo!

ATENEO LIBERTARIO AL MARGEN
Valencia, 1989 / 2015

Municipalismo ¿urnas o autogestión?



En el quinto programa de RojoynegroTV debatimos sobre Municipalismo, Autogestión y Democracia Directa.

Presenta: Adriana Castizo. 

Participan: José Luís Carretero, Jordi Martí Font, Antonio Pérez Collado y Óscar García Jurado.

¿Son la urnas una solución a los problemas de la gente?
¿Los trabajadores son una herramienta electoral?
La mayoría de las ciudadanas encuestadas en este programa prefieren convivir en una democracia directa autogestionada, pero no saben como poder llegar a ello.


L@s abstencionistas son el coco




Se acercan nuevas elecciones y con ello empiezo a ver y oír por parte de muchas personas juicios de valor sobre la elección libre y legitima de no votar. A menudo me he sentido en estos periodos como en una caza de brujas. Las elecciones consiguen crear un debate público en el que parece que toda persona se siente libre de repartir patentes de demócratas.

Este tema me resulta especialmente molesto cuando me siento cuestionado por personas que no me conocen de nada o, por otro lado (y además), no las he visto en ninguna asamblea, movimiento social, pertenencia a colectivos sociales o asociaciones… Pero aún asi, nos intentar hacer ver a los que hemos decidido llevar un proyecto de vida donde nuestras acciones en el día a día buscan un cambio político permanente la importancia de voto. No voy a caer en la misma trampa acusadora de la que me defiendo acusando de forma generalizada a todas esas personas diciendo que su única implicación política es votar cada cuatro años, habrá de todo. Pero sí quiero hacer constar la contradicción que supone generar momentos de preocupación política exageradas pero puntuales, mientras tengo la firme convicción que la única política transformadora es aquella que genera una implicación de la ciudadanía en su entorno más cercano de forma permanente.

Dos son las acusaciones más repetidas:

La abstención beneficia a la “derecha” o, para quienes no se mojan tanto, a la mayoría.
La “derecha” esta unida mientras que la “izquierda” esta dividida.
Este tema da para lo suyo y es lo suficientemente complejo como para que afirmaciones tan generales y simples sean ciertas. Tanto el beneficio de la derecha con la abstención como el voto dividido de la izquierda son falsos.

Mito 1: la abstención beneficia a la “derecha”
Con respecto a la abstención sólo influye a favor o en contra de partidos concretos en la medida que ese “voto ausente” no vaya a ese supuesto partido al cual podría haberse votado. Si creemos que con la abstención es sólo la izquierda la perjudicada, ¿estaría mejor entonces que una persona que se abstiene votase a la derecha?

Supongo que este pensamiento generalizado por parte de muchas personas de “izquierdas” se debe a la creencia de que quienes no votan son de izquierdas. Pero yo me pregunto si la derecha no piensa lo mismo. No creo que haya una sola derecha. En cualquier caso son afirmaciones que se han repetido hasta la saciedad y se han interiorizado tanto que pasamos también a reproducir este tipo de afirmaciones sin haber realizado antes un ejercicio de (auto)crítica. ¿O alguien ha llegado a esta conclusión por si mism@ tras realizar su propio análisis?

Materialmente hablando, si hubiera que demostrar con cifras la influencia de la abstención en las opciones de voto, el beneficio más palpable es la reducción de la barrera electoral que se establece en base a los votos emitidos. Por lo tanto, los beneficiarios más directos de la abstención son los partidos minoritarios, principal perjudicados con el sistema electoral. Actualmente existen en Internet múltiples análisis y explicaciones de la Ley D´hont que nos ayudará a entender como funciona el sistema electoral español, por ejemplo:  Explicación Ley D´hont y análisis crítico en Transformando Getafe.

Mito 2: La derecha esta unida
Actualmente hay registrados más de 4.600 partidos políticos en España. Para las próximas elecciones, en concreto, se presentan 4.681 partidos repartidos por todo el territorio español. Hay para todos los colores y matices. Sin necesidad e hacer un análisis exhaustivo comparto los partidos que yo conozco y catalogaría de “derechas” y de “izquierdas” según el ideario de mucha gente (los propios partidos si se les preguntará no usarían estos términos, y yo mismo, seguramente tampoco me ceñiría a estos adjetivos y hablaría también de partidos más o menos neoliberales):

Partidos de “derechas”

Partido Popular
Ciudadan´s
Falange auténtica
Falange Española
Falange 2000 (si, !tres partidos de la Falange!)
Vox
Familia y Vida

Partidos de “izquierda”

Izquierda Unida.
Equo
Podemos
Las diversas iniciativas de Ganemos u otros nombres que surgen de estas iniciativas de confluencia.

Si tuviera que extraer una conclusión actual me atrevería a asegurar que hay tanta división en los partidos de “izquierdas” como de “derechas”. Más aún, de las diversas iniciativas de confluencia política electoral que han surgido a raíz de las candidaturas ciudadanas, a pesar de haber supuesto una confluencia parcial por las personas y partidos que han decidido finalmente mantenerse fuera, han conseguido generar (con diversos niveles en función del territorio) niveles de confluencia históricos.

No creo que pensar que este mito es cierto sea constructivo ya que deriva la atención del problema real, un sistema que refuerza el cambio de turno entre partidos de corte neoliberal históricamente posicionados en las cotas de poder y reforzados por el actual sistema electoral. Quienes nos gobiernan no están ahí porque haya una derecha que vote unida en masa. Haciendo un análisis de las últimas elecciones generales podemos ver como el Partido Popular alcanzó la mayoría absoluta con un 30% de apoyo, o dicho de otra forma, por distintos motivos, un 70% de la gente no apoya al Partido Popular.

Defendamos la libertad de elección

Por último, no podemos olvidar que la abstención es una opción igual de democrática que cualquier otra. Sin embargo ¿estamos defendiendo la democracia a través de la defensa de los valores que supuestamente representa? 


http://pedernal.org/lacortinadehumo/ls-abstencionistas-son-el-coco/


Ley D’Hondt, abstención y voto en blanco. Algo de matemáticas y ejemplos prácticos


Ley D’Hondt, abstención y voto en blanco. Algo de matemáticas y ejemplos prácticos.

Estoy ya cansado de escuchar las mismas historias y los mismos mantras repetidos desde hace más de 20 años que empecé a pelear contra este régimen partidocrático. Mentiras y verdades a medias que se repiten una y otra vez y que sólo contribuyen a mantener la farsa que supone este régimen de poder que padecemos, heredero directo del franquismo, desde hace más de 35 años.

La Ley D’Hondt es una de las mayores infamias que se han cometido en cuanto a la ley electoral se refiere, ya que al crear un sistema proporcional rompe la primera regla básica de una democracia: una persona, un voto.

Pero no sólo eso, la dichosa ley tiene también repercusiones en las posibles acciones de protesta que se puedan tomar por parte de todos aquellos descontentos con el régimen, y que no se toman las molestias de estudiar a fondo las cuestiones o comienzan a repetir los juicios de valor que otros han emitido previamente. Así que no voy a dedicar otro post a explicar lo que significa la abstención, o el voto en blanco, o el nulo, porque en última instancia es seguirles el juego a todos aquellos que lo único que pretenden es confundir y continuar con la máxima de César: Divide et impera.

En esta página se explica muy bien en qué consiste la Ley D’Hondt: Ley D’Hondt

Y tienen un enlace a un sencillo simulador de la Ley D’Hondt: Simulador Ley D’Hondt

A partir de ahí, me he limitado a crear algunos casos considerando distintas posibilidades para que se pueda ver, con números y de forma clara, lo que implica votar en un sistema trucado (ya sea en blanco o a partidos minoritarios) y la abstención. También conviene aclarar que, como no he considerado cuestiones de distintas circunscripciones, dichos ejemplos se pueden aplicar tanto a las elecciones generales como a las europeas, que también utilizan la Ley D’Hondt considerando el país como una circunscripción única.

He asumido una serie de presupuestos que se aplican a todos los casos:

1º.- Los partidos del 1 al 4 son los mayoritarios del régimen. El 1 y el 2 son los que se suelen repartir el pastel (por ejemplo, PP y PSOE), y el 3 y 4 son otras opciones que cuentan con cierto número alto de votantes (por ejemplo IU o partidos nacionalistas como CiU) y pueden actuar de bisagra en determinadas situaciones, pero que apoyan el régimen salvo por pequeñas puntualizaciones con las que esperan convertirse en 1-2 o bien obtener otro tipo de prebendas.

2º.- Los partidos del 5 al 9 son distintas opciones que pueden surgir como reacción al régimen de poder actual: algunos pueden tener buenas intenciones y otros ser meros oportunistas.

3º.- Los partidos 1 y 2 son intercambiables entre sí respecto al número de votos, es decir, da igual que en un caso se considere que el 1 es PP y el 2 es PSOE, como al contrario. Lo mismo se puede decir de los partidos 3 y 4. Y los partidos del 5 al 9 también son intercambiables, en caso de que se quieran personalizar.

4º.- Los votos perdidos que van a abstención o voto en blanco los he restado de los partidos originales del régimen, es decir, del 1 al 4, ya que los partidos minoritarios, al aparecer como nuevas opciones no sufren de la fuga de descontentos.

5º.- Para no complicar las cosas, en los distintos casos he considerado sólo abstención o sólo voto en blanco, no ambos, para que los efectos se puedan apreciar con más claridad. El que quiera, puede dedicar tiempo a complicarlos todo lo posible con infinitas posibilidades. El voto nulo, a los efectos de cómputo sería igual que una abstención, por lo que tampoco tiene mucho sentido considerarlo.

6º.- Se ha considerado una participación máxima de 250.000 individuos, 100 escaños para repartir, y un 3% de límite para que un partido obtenga escaños.

Aclarados esos puntos, veamos los distintos casos:

Escenario 1: 100% de participación, sin votos en blanco.


En este ejemplo se puede ver cómo los partidos pequeños no tienen nada que hacer. Es una situación inicial, de partida, en la que los dos grandes partidos (1 y 2) monopolizan el 77% de los escaños. Si a a eso se le suman los otros dos partidos bisagra, el 94% de los diputados sostendrán el régimen de forma incondicional.

Escenario 2: 100% de participación, 20% de voto en blanco a costa de los 4 grandes partidos.


Como se observa, no hay muchos cambios, al menos para los dos grandes partidos: el Partido 1 obtiene un escaño más, mientras que los dos partidos bisagra (3 y 4) pierden algunos diputados en favor de los partidos pequeños. Aún así, el 91% de los escaños siguen perteneciendo a los partidos estatales del régimen. Pero, ¿qué pasaría si ese 20% de votos en blanco hubiera sido de abstención?

Escenario 3: 80% de participación, 20% de abstención a costa de los 4 grandes partidos.


Vaya, mira qué curiosidad: resulta que con un 20% de abstención (sin votos en blanco), los pequeños partidos salen más beneficiados y los grandes empiezan a perder algo de hegemonía, comparado con el caso anterior. En concreto, los dos grandes pierden 3 escaños respecto a la situación original (Escenario 1) y 4 respecto al de los votos en blanco (Escenario 2). Pero aún hay más: la ausencia de votos en blanco hace que el número de votos mínimo para que un partido acceda a tener diputados baje de 7000 en los dos casos anteriores a 6000, con lo que dos partidos más entran en el recuento y se llevan escaños, que restan también a los mayoritarios (Partidos 1-4). En total, con una abstención del 20% resulta que los partidos grandes y bisagra se quedan con un 86% de los diputados, frente al 96% y al 91% de los dos casos previos. Interesante, ¿no? Empieza a cobrar sentido la cantinela de la “participación en la fiesta de la democracia”…

Vayamos ahora a casos más extremos, donde la abstención o el voto en blanco alcancen un 50%.

Escenario 4: 100% de participación, 50% de voto en blanco a costa de los 4 grandes partidos.


Aquí ya se empiezan a ver algunos cambios (aparentemente), pero en realidad el régimen sigue perfectamente sano para los dos grandes: entre el Partido 1 y 2 se siguen repartiendo el 75% de los escaños. La única novedad destacable es que el Partido bisagra 4 desaparece del escenario electoral y se queda sin representación, pero sin duda será inmediatamente sustituido por alguno de los nuevos que accede al poder. Y con un 100% de participación, lo que implica una legitimidad absoluta para hacer y deshacer lo que les venga en gana.

Escenario 5: 50% de participación, 50% de abstención a costa de los 4 grandes partidos.


De nuevo se vuelve a ver un efecto importante: en este caso TODOS los partidos obtienen escaños. La abstención, de nuevo, vuelve a favorecer la entrada de partidos más pequeños, que obtienen escaños a costa de los principales. Aunque, como siempre, los dos principales salen menos perjudicados. Pero sí se consigue un efecto más importante, que los grandes partidos no quieren: no podrán conseguir mayoría absoluta de ninguna forma por sí solos. Por ello, deberán recurrir a coaliciones, posiblemente entre ellos dos, para seguir manteniendo el régimen (sumarían el 62% de los escaños). ¿A nadie le suena esto de algo? Pero hay algo más: sólo el 50% de la población apoya el régimen en este caso, y únicamente el 18% ha votado al partido con más escaños. Esa deslegitimación, acompañada de movilizaciones en la calle y descontento en la población, es la única forma de llevar el régimen a su derribo definitivo.

Las partidocracias europeas y el sistema proporcional con la ley D’Hondt fueron instaurados por los vencedores de la 2ª Guerra Mundial en los países derrotados (Italia y Alemania), con el objetivo de conseguir gobiernos estables a través de mayorías con un porcentaje muy bajo de los votos. Es por ello que siempre suelen existir dos grandes partidos que se reparten el pastel con un porcentaje muy bajo de los votos.

Pensar que el régimen se puede derribar desde dentro es una ilusión, máxime cuando cada vez aparecen más partidos “protesta” y el voto se sigue atomizando más y más. Si al menos surgiera un partido que fuera capaz de aglutinar todo el descontento en un solo punto simple y sencillo de su programa electoral, por ejemplo, la apertura de un proceso de libertad constituyente, quizá podría haber algún resquicio para conseguir algo. Pero lo dudo: dicho partido tendría que ser capaz de vencer la desconfianza natural de todos aquellos que han aborrecido el régimen, además de ser capaz de aglutinar todas las fuerzas reales opositoras a este sistema. Y eso, hoy por hoy, no existe. Lo único que une de verdad a los descontentos es la abstención, la no participación y la no complicidad con el régimen. Todo lo demás son brindis al sol.





ELECCIONES EN EL PAÍS DE LOS BORREGOS

Mucha gente ya lo había advertido.

Los avisos estaban ahí, para quien quisiera leerlos o escucharlos…pero no ha servido de nada.
Al final, ha vuelto a suceder otra vez.
Le han vuelto a tomar el pelo a la población española.
De nuevo, han realizado una genial maniobra de manipulación social.
Una manipulación que, sin embargo, ha sido más que evidente desde sus inicios.
En anteriores artículos ya expusimos nuestras sospechas sobre algunos de los nuevos partidos políticos aparecidos en España, especialmente en los casos de Podemos y Ciudadanos.

Nuestras sospechas no se centraban en los partidos políticos en sí, ni en sus líderes, ni en sus presuntas ideologías.


Desde un cierto punto de vista, la aparición de nuevas alternativas políticas debería ser motivo de celebración en cualquier democracia y más cuando se produce una crisis de confianza en los partidos tradicionales.
Su aparición, pues, podría considerarse como algo lógico y previsible.
Lo que ya no ha sido tan lógico y lo que nos llevó a sospechar, es la excepcional exposición mediática a la que estos partidos han sido sometidos y más concretamente, la promoción televisiva de sus respectivos líderes.
Ha sido una maniobra tan obvia, tan descarada, tan burda y tan excesiva, que parece mentira que la población se haya tragado una píldora como ésta...


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En campaña Mayo 2015