"Las cosas no se cambian en la calle y sí en las instituciones"
Pablo Iglesias: “esa idiotez que decíamos cuando éramos de extrema izquierda de que las cosas se cambian en la calle y no en las instituciones es mentira”
e puede y existen partidos de izquierda que adhieren a la vía electoralista como una opción más. Esto es otra cosa. La utilización por parte de una agrupación de los discursos de la derecha que clasifican las ideologías sitúa nítidamente a un partido y sus dirigentes, pero por sobre todo genera un alerta. ¿Estará diciendo que la izquierda es el PSOE? ¿Qué la izquierda es Podemos?
“Nosotros aprendimos en Madrid y Valencia que las cosas se cambian desde las instituciones, esa idiotez que decíamos cuando éramos de extrema izquierda de que las cosas se cambian en la calle y no en las instituciones es mentira” dice Pablo Iglesias en el minuto 29 del vídeo de los cursos de verano de la Universidad Complutense en El Escorial.
Esta explicitación, además de diversas precisiones y análisis del futuro político de la agrupación y el devenir del Estado español, fue realizada por Iglesias en el marco del seminario titulado: “El tema de nuestro tiempo: Pensar el futuro”.
La formalización de una posición ideológica socialdemócrata, usando el término “extrema izquierda” como tantos y tantas protagonistas non gratas de la política del Estado español, resulta vergonzante. Se asemeja más a los guiones de los informativos de TVE o el diario El Mundo, que a un líder político que alguna vez dijo tener posturas anticapitalistas.
Se puede y existen partidos de izquierda que adhieren a la vía electoralista como una opción más. Esto es otra cosa. La utilización por parte de una agrupación de los discursos de la derecha que clasifican las ideologías sitúa nítidamente a un partido y sus dirigentes, pero por sobre todo genera un alerta. ¿Estará diciendo que la izquierda es el PSOE? ¿Qué la izquierda es Podemos?
Falta por ver cuántas más de esas “idioteces” quedan por menospreciar con tan poco respeto por los grupos de luchadoras y luchadores que sí las pensamos. Aunque a esta altura…poco falta por ver.
¿Sorpresa? Ninguna.
Diana Cordero
El estudio que explica por qué seguimos votando a los políticos corruptos
El estudio español que explica por qué seguimos votando a los políticos corruptos
Los españoles hemos visto con nuestros propios ojos cómo políticos relacionados con tramas de corrupción, de la Gürtel a Filesa pasando por unas cuantas más (que cada cual elija la que mejor se adapte a sus prejuicios) volvían a ser elegidos por los votantes. Una situación aún más peculiar por el hecho de que parece haber un clamor popular contra la corrupción que no parece refrendarse en las urnas: la última encuesta del CIS la sigue señalando como una de las principales preocupaciones de los españoles con un 43,7%, tan sólo superada por el paro.
Como es de esperar, hay un puñado de investigaciones que se preguntan acerca de tal paradoja. Una de las más recientes, y al mismo tiempo de las más elocuentes, es la que realizaron tres profesores de la Universidad Autónoma de Barcelona, Jordi Muñoz, Eva Anduiza y Aina Gallego, y que fue presentada en una conferencia de la IPSA (International Political Science). El estudio, llamado ¿Por qué los votantes perdonan a los políticos corruptos? Cinismo, ruido e intercambio implícito, no sólo examina la bibliografía existente para diseñar un interesante marco conceptual sobre la cuestión, sino que también efectúa una encuesta con 1.500 ciudadanos de Cataluña que permite entender mejor la psicología del votante permisivo.
Las condiciones que prevén la corrupción
Son muchas las investigaciones que intentan poner la aceptación del corrupto en contexto. Una de las más relevantes en el ámbito español es Las consecuencias electorales de los escándalos de corrupción municipal de la Fundación Alternativas, de Gonzalo Rivero Rodríguez y Pablo Fernández-Vázquez, que llega a una conclusión sencilla, directa y contundente: “Los resultados de nuestra investigación indican que los partidos cuyos alcaldes se ven envueltos en casos de corrupción no se ven penalizados en las urnas”. Como explicó una investigación realizada en la Universidad de Nueva York, sufrir la corrupción en tu propia piel reduce mucho más las posibilidades de votar por el que la comete que la mera corrupción percibida, algo que es mucho más habitual en las sociedades desarrolladas.
Predomina la visión pragmática de que si el país, la comunidad o el ayuntamiento marchan, la corrupción resulta aceptable
Como señala el estudio realizado en la UAB, los condicionantes que aparecen con más frecuencia en la literatura científica son el partidismo, la información y el contexto. El primer aspecto, el partidismo, fue estudiado por Dimock y Jacobson en un artículo publicado en el Journal of Politics, que señalaba que el daño potencial de un caso de corrupción es mitigado cuando el que lo comete es de los nuestros. Si el caso no está claro y debemos elegir entre bajar o alzar el pulgar, es más probable que hagamos esto último si simpatizamos con el presunto corrupto. Hay que culpar a la disonancia cognitiva de esta lógica: la corrupción siempre es percibida con más fuerza entre los votantes del partido de la oposición que entre los seguidores del partido en el cargo.
Sin embargo, esta situación es atenuada si la población se encuentra debidamente informada, como puso de manifiesto una investigación publicada también en el Journal of Politics, que señalaba que cuanta más información existe sobre corrupción, más se deja notar esta en los resultados de las elecciones (obviamente). Sin embargo, lo que ocurre en muchos casos es que, si se demuestra que el político al que hemos apoyado es un corrupto, simplemente dejamos de votar, lo que explica por qué los actos ilícitos promueven la abstención más que el voto de castigo.
En último lugar, el contexto juega un papel importante. La fortaleza de las instituciones, la juventud de una democracia y la cercanía entre el corrupto y su beneficiado, que favorece el clientelismo, son otros factores importantes. Pero, como señalan los autores en su estudio, estos tres puntos son meros condicionantes que no terminan de explicar la psicología del votante. Para ello, aportan otros tres factores que pusieron a prueba en su investigación.
Los tres caballos ganadores del político corrupto
Si en un país como España, donde las instituciones son fuertes, la democracia está asentada, la población está debidamente informada (supuestamente) y el clientelismo tan sólo afecta a un pequeño porcentaje de la población, se sigue votando a los corruptos, es que algo más ocurre, señalan los investigadores. La respuesta son estos tres mecanismos.
- Intercambio explícito. No hace falta que el político corrupto nos haya premiado con un contrato suculento o un maletín lleno de dinero para que pensemos que si es reelegido nos beneficiará. En ocasiones, señala el estudio, estamos dispuestos a pasar por alto determinados actos turbios si consideramos que el resto de cualidades del candidato son lo suficientemente positivas como para compensar su desliz, sobre todo si han sabido garantizar el bienestar de la población. Ello tiene otro correlato, y es que muchas veces se sospecha que la sustitución del corrupto por el inocente no tiene por qué resultar necesariamente positiva para el desarrollo económico y bienestar de la nación, algo que ya fue sugerido por Rivero y Fernández-Vázquez en su investigación para explicar el caso español. En resumidas cuentas, si el país, la comunidad o el ayuntamiento marchan, la corrupción resulta aceptable. Una visión profundamente pragmática.
Negar la mayor y seguir adelante como si no hubiese pasado nada suele resultar más rentable políticamente que aceptar las acusaciones
La primera hipótesis, por lo tanto, es que “la posibilidad de apoyar a un político corrupto aumentará significativamente si se considera que tiene una previa experiencia política positiva que lleve el bienestar económico a sus electores”. Según los resultados de la investigación, este factor aumenta la probabilidad de votar a un corrupto en un 14%.
- Ruido. La influencia de la corrupción en nuestro voto depende en un alto grado de la credibilidad de que le demos. Ahí juega un papel importante el partido acusado de actuaciones ilegales: negar la mayor y seguir adelante como si no hubiese pasado nada suele resultar más rentable políticamente que aceptar las acusaciones, puesto que tus seguidores están dispuestos a creerte. De ahí que la segunda hipótesis sea que “la posibilidad de apoyar a un político corrupto aumentará significativamente si el partido político niega los cargos”. Como demostró la investigación, este factor aumenta la probabilidad de votar a un corrupto en un 10%
- Cinismo. Una dura palabra para una triste realidad que bien define parte de la situación política en España en 2015: puede que nuestros políticos sean unos corruptos, pero también lo son los de los partidos adversarios, así que para eso, mejor no cambiar. Una terrible consecuencia del “todos los políticos son iguales” que conduce al inmovilismo y la condescendencia hacia el corrupto. La tercera hipótesis es, por lo tanto, que “es más probable que los votantes apoyen a un candidato corrupto cuando todos los partidos o las alternativas también están afectadas por la corrupción”. Sin embargo, este punto no pudo ser demostrado por la investigación, aunque los autores consideran que no se puede descartar completamente.
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