Hace unos días se me quejaba un minero. Había salido del encierro de un pozo, un poco amargado. No había cubierto sus expectativas, el Gobierno no había negociado, la patronal estaba donde estaba, y los sindicatos, que en este caso son CCOO y UGT, les habían traicionado…
Y bueno… Pues… ¿Y qué? La estrategia del Gobierno es la esperable: aguantar, alargar los conflictos, circunscribirlos, aislarlos y dejar que mueran solitos de inanición. Hoy los mineros, mañana RENFE y ayer el 15-M… Todo devorado. La estrategia de las dos centrales es la de la concertación: sentarse ante una mesa con los rufianes del gobierno y de la patronal, repartirse las prebendas que les toquen a cada cual, dar lo que le corresponda a los currelas en indemnizaciones y prejubilaciones, hacerse la foto en la prensa, y aquí no ha pasado nada. Eso es tan así, como que los buitres comen carroña. Quejarse de que los sindicatos traicionan, es como quejarse de que te ponen la cornamenta desde el día de tu boda, todas las semanas varias veces, cuarenta años después, y con fotografías en el face. Puedes quedarte con tu pareja, por supuesto, puedes quejarte, pero no te está traicionando.
Así que si vas con UGT y CCOO, lo que tienes que hacer, por tanto, es estar preparado para ese momento traidor disponiendo tu propio plan de actuaciones y luchas. No te quejes, que es en vano. UGT y CCOO no pueden traicionarte, porque estás avisado.
Hay quien plantea la creación, desarrollo y extensión de un nuevo sindicato alternativo no traicionero. Y yo digo que es muy mala idea. Sindicatos hay doscientos. Uno más no va a cambiar nada, al contrario, llegado el momento, ¡zas!, la traición al canto. Cualquier sindicato, alternativo o traicionero, que entre en la dinámica de funcionamiento actual, acaba actuando como los otros dos. ¿Y eso por qué?
Imagina que vas a una verbena, presumiendo que vas a bailar el pasodoble mejor que nadie. De acuerdo. Pero tienes que cumplir las reglas. Tienes que evolucionar con tus giros y piruetas en una dirección, sin empujar a los demás, realizando la coreografía y llevando el ritmo. Y al hacer eso, estarás no solo cumpliendo con las reglas, sino dándoles más valor, ya que tú mismo las aceptas y participas de ella. En resumen, todos acabáis haciendo lo mismo. Unos como espectadores pasivos, y otros danzando.
Ahora bien, puedes llegar al baile e incumplir las reglas: vas a contra mano, empujas, lanzas alaridos… Inmediatamente la gente se incomoda, llaman a seguridad y te arrojan al pilón a patadas. Quien no cumple con las reglas, no baila en la fiesta.
Por eso, lo normal, en quien no traiciona, es estar fuera de la pista. ¿Y bailar desde afuera? Ya, el problema es que todos los que tienen que hacer el cambio, están en la verbena. Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.